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La esperanza no defrauda

Publicado: 26/11/2010: 4791

El tiempo de Adviento nos invita a abrir las puertas del corazón a la esperanza. A la esperanza teologal, que brota de la confianza en Dios y nos invita a recorrer la vida de cada día con la mirada fija en Él.

No es algo que podamos conseguir a base de voluntad y esfuerzos. Es un regalo de nuestro Padre, que nos inunda por los cauces de la oración y la celebración de los sacramentos. Se distingue del voluntarismo y del optimismo. Es fuego de Dios en el hombre; fuego que caldea el corazón y abre caminos de futuro. Nos impulsa a buscar nuevos caminos de evan­gelización y a salir de la rutina y de la apatía. Pues lo peor de la situación actual de nuestras comunidades es la falta de fe en la fuerza se­ductora del Evangelio. Ante el fenómeno de la indiferencia religiosa de los jóvenes, podemos caer en el conformismo y limitarnos a hacer “lo de siempre”, con­vencidos de que el hombre moderno no siente necesi­dad de Dios. Por supuesto que no tengo una res­puesta, pero se me ocurren varias cosas.

La primera, el diálogo sosegado con las perso­nas que acuden a pedir fecha para la boda, para el bautismo de su hijo o la primera comunión. Mi experiencia parroquial, muy pobre, es que algunos quedan enganchados. No llegan al diez por ciento, pero son como aquel leproso, el único de los cu­rados, que regresó a dar las gracias al Señor. La segunda, advertir que los cristianos no somos los hombres del no. En lugar de ir a remolque de lo que otros dicen, tenemos que proponer la belleza de Dios y la alegría de su amor. Hay que hablar más del Evangelio. Y la tercera, recordar que Dios también nos habla en los signos de los tiempos, que podemos aprender mucho de los no creyentes.

Autor: Juan Antonio Paredes

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