DiócesisHomilías Mons. Dorado La Ascensión del Señor Publicado: 26/05/2005: 1240 26 de mayo de 2005 La Ascensión del Señor 26 de mayo de 2005 1.- Jesús de Nazaret, el hombre más excepcional de toda la historia, a quien los cristianos confesamos como Hijo de Dios y Salvador único y total, no es un difunto. Es Alguien Vivo, que ahora mismo está presente en el corazón de la historia y en nuestras propias vidas. No hemos de olvidar que ser cristianos no es admirar a un personaje del pasado, que con su doctrina puede apuntarnos alguna luz sobre el momento presente. Ser cristiano es encontrarse ahora con un Cristo lleno d vida, cuyo Espíritu nos hace vivir. Por eso, sus últimas palabras han sido: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. La Ascensión no es una separación, sino una nueva forma de presencia. Éste es el gran secreto que alimenta y sostiene al verdadero creyente: el poder contar con Jesucristo Resucitado como compañero único de la existencia. Día a día Él está con nosotros disipando las angustias de nuestro corazón y recordándonos que Dios es Alguien próximo y cercano a cada uno de nosotros. Él está ahí para que no nos dejemos dominar nunca por el mal, la desesperación o la tristeza. Él infunde en lo más íntimo de nuestro ser la certeza de que no es la violencia o la crueldad, sino el amor, la energía suprema que hace vivir al hombre más allá de la muerte. Él nos contagia la seguridad de que ningún dolor es irreversible, ningún fracaso es absoluto, ningún pecado imperdonable, ninguna frustración decisiva. Él nos ofrece una esperanza inconmovible en un mundo cuyo horizonte parece cerrarse a todo optimismo. Él nos descubre el sentido que puede orientar nuestras vidas en medio de una sociedad capaz de ofrecernos medios prodigiosos de vida, sin poder decirnos para qué o por quién hemos de vivir. Él nos ayuda a descubrir la verdadera alegría en medio de una civilización que nos proporciona tantas cosas sin poder indicarnos qué es lo que nos puede hacer verdaderamente felices. En Él tenemos la gran seguridad de que el amor triunfará. No nos está permitido el desaliento. No puede haber lugar para la desesperanza. Esta fe no nos dispensa del sufrimiento ni hace que las crisis resulten más fáciles, pero es el gran secreto que nos hace caminar día a día llenos de vida, de ternura y de esperanza. El Resucitado está con nosotros. La presencia y la gracia salvadora de Cristo nos acompañan por los complejos caminos de la vida “todos los días hasta el fin del mundo”. Pero Jesucristo y su gracia se hacen presentes de una manera especial en los Sacramentos que son signos de fe. + Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga Autor: diocesismalaga.es Más artículos de: Homilías Mons. Dorado Ejercicios de los sacerdotesConmemoración de los fieles difuntos Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir