DiócesisHomilías Mons. Dorado Virgen del Rosario (Fuengirola) Publicado: 07/10/2005: 1608 1.- Celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, patrona de Fuengirola. Es una fiesta cristiana nacida de la fe de vuestra ciudad. Y como fiesta, se nos invita a la alegría, a la esperanza, a una vida fraterna y solidaria. Y es la Virgen, nuestra Madre, quien nos dice dónde podemos encontrar motivos para la alegría y para la esperanza; motivos para seguir trabajando por un mundo más justo, más fraterno y más solidario. Porque la fiesta cristiana no es un día para olvidar, para distraer la atención o para evadirse. Es una llamada para comprometerse con renovada esperanza en favor de la vida y a favor del hombre. Nos lo recuerda Ntra. Sra. del Rosario. Esta devoción tan sencilla, el Santo Rosario, que surgió como una forma de evangelizar a los pobres, nos anuncia en sus misterios que Dios se ha hecho hombre en Jesucristo, que murió por nosotros en la Cruz, que ha resucitado y nos ha dado su Espíritu. Esta es la alegre noticia de la fiesta de hoy: Dios se ha hecho hombre y nos ha dado su Espíritu Santo para que los hombres podamos vivir como hermanos, como la gran familia de los hijos de Dios. 2.- Pero nuestra fe es pequeña y a veces nos sentimos un poco cansados. No acabamos de creer que el Evangelio tenga fuerza para provocar y renovar al hombre moderno. Quizá porque nosotros mismos no nos hemos dejado transformar por él y no lo anunciamos con fuerza y entusiasmo. Sí, a veces nos sentimos como perdidos y paralizados. Como nos dicen los Hechos de los Apóstoles que se sintieron los discípulos de Jesús después de la Ascensión: no sabían qué hacer y se encerraron. Pero se pusieron a orar como nosotros estamos orando esta mañana. Y allí estaba María, la Madre de Jesús, con ellos. Igual que está con nosotros. ¿No fue ése el sentido del Año Mariano? Toda la Iglesia estuvo orando junto con María. Como una gran Vigilia para reanudar la evangelización cara al año 2000. También a nosotros nos presta su apoyo y presencia de Madre, para que nos lancemos a evangelizar, para que nos abramos al Espíritu Santo y demos testimonio del amor de Dios al hombre, con obras y con palabras. 3.- Los cristianos de Fuengirola estamos orando con María: porque queremos abrirnos al Espíritu de Dios, experimentar esa presencia de Dios que nos perdona, nos fortalece, nos transforma y nos llena de amor. Y será el Espíritu Santo el que hable luego por nuestros labios, el que nos impulse a evangelizar, a proclamar el Reino de Dios. Es éste el objetivo pastoral que nos hemos propuesto en toda la Diócesis para este curso: renovar nuestras Parroquias y convertirlas en comunidades vivas que evangelizan, que dan testimonio de lo que han visto y oído. Es algo que anhelamos sinceramente y que estamos dispuestos a intentar. La cuestión clave es cómo hacerlo. Pienso que la palabra del Evangelio que se nos ha proclamado ofrece algunos elementos imprescindibles, y un tanto olvidados, para esta renovación. No son los únicos, pero son fundamentales. El Evangelio nos presenta un hecho histórico: la Anunciación del Ángel y la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de María. A través de María, el gran don de Dios, su Hijo llega a toda la humanidad. Y si la Iglesia desea que Jesús llegue a todos los hombres, tendrá que seguir el camino de María. ¿Qué hace María ante la llamada de Dios? ¿Qué tiene que hacer hoy la Iglesia ante la llamada de Dios? Lo podemos resumir en tres palabras: escucha, ora, se ofrece. 4.- He aquí tres actitudes fundamentales para renovar nuestras comunidades y convertirlas en comunidades evangelizadoras. Escuchar: dejarse evangelizar y meditar la Palabra de Dios en el corazón. Esa palabra viva y cargada de fuerza que se nos da en el Evangelio. Y hacer nuestra la experiencia de que el Evangelio salva, es liberador. Descubrir vitalmente lo que significa que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones y que somos capaces de querernos y vivir la fraternidad. Escuchar es también descubrir la presencia del Espíritu en nuestro mundo: en las personas que trabajan por la paz y la justicia, en la eliminación de todo tipo de barreras entre los hombres, en conseguir una mejor calidad de vida en los pueblos más pobres y explotados... El Concilio nos ha dicho que ‟el Espíritu de Dios, que con admirable providencia guía el curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra, está presente en esta evolución de la historia‶. Escuchar es abrirse al dolor y al clamor de los pobres y de los que sufren. La Iglesia, como María, necesita escuchar la llamada de Dios y preguntarse qué significa esa llamada. Orar: es la segunda actitud de María. Vivir en amistad con Dios, abiertos a su amor y a su presencia, sabiendo que Él nos ama y nos sostiene. Y esto exige un trato frecuente e íntimo con Dios. La pregunta de María: ‟¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?‶ no es la expresión de una duda. Es la pregunta sencilla y natural entre amigos, que nos descubre a María como persona orante, persona muy adentrada en la amistad con Dios. La renovación de nuestra comunidad pasa por el camino de la oración. Los momentos más ricos y creativos de la historia de la Iglesia han estado marcados por la presencia de grandes orantes. Y es natural, porque toda renovación profunda y duradera es obra del Espíritu, don de Dios. Y sólo en la oración logramos escuchar a Dios y hallamos la fuerza para aceptar sus dones. No hay peligro de que la oración auténtica nos aparte de los problemas de los hombres o de estar en la vanguardia de la historia: allí donde se está configurando el mañana, Dios, que se ha encarnado, nos devuelve al hombre. Y es Dios quien, mediante el Espíritu, pone en nuestros corazones el amor auténtico y abnegado a toda persona humana. Y sólo Él, rico en misericordia, logrará sostenernos cuando el amor nos crucifique. Ofrecerse: como vemos que hace María en la Encarnación. Se ofrece a Dios como esclava. Porque ha escuchado a Dios, porque vive en profunda amistad y sintonía con Dios, María sabe que su plenitud está en cumplir la voluntad del Padre. Es este seguimiento de la voluntad de Dios lo que la hará más humana, más persona, más mujer. Lo que hará que aún hoy le sigamos diciendo que es una bendición, que es bendita entre todas las mujeres. Así también al Iglesia. Porque Dios no es rival del hombre, sino quien le da plenitud: quien le abre a la esperanza y al amor incondicional. La Iglesia, cada comunidad y cada persona, crece y se realiza en la entrega y en el servicio. En el sí a la voluntad de Dios y en el amor incondicional al hombre, especialmente a los más pobres. 5.- Esta es nuestra fiesta, la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. No es una evasión, sino una llamada honda a ser plenamente humanos y a trabajar porque todos lo sean. Y creemos que sólo la fe en Dios, que sólo su Evangelio, nos abre esta posibilidad. Es lo que nos dice María en los misterios del Rosario: Dios se ha hecho hombre y el hombre no podrá realizarse plenamente, ni podrá construir una historia razonable, si prescinde de Dios. A cada uno de nosotros, y a todos como comunidad, María nos invita a seguir a Jesús, a hacer lo que Él nos diga. O quizás nos invita a hacer nuestro el misterio de la Encarnación: a decir con decisión sí a Dios y sí al hombre. El resto lo pondrá el Espíritu Santo. + Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga Autor: Mons. Antonio Dorado Soto Más artículos de: Homilías Mons. Dorado Dichosa eres, Santa Virgen María. Homilía patrona Festividad de la Virgen del Pilar Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir