NoticiaEntrevistas Manuel A. Santiago: «Peregrinando aprendes a caminar en la vida» Manuel Ángel Santiago // E. LLAMAS · Autor: E. LLAMAS Publicado: 14/03/2017: 8821 Director del Departamento de Peregrinaciones, Santuarios y Turismo de la Diócesis de Málaga, es uno de los últimos nombramientos que recibió el sacerdote Manuel Ángel Santiago, párroco de Santa Ana y San Joaquín y San Francisco Javier, en Málaga y arcipreste de los Ángeles. ¿Cuál es su misión como director del Departamento de Peregrinaciones, Santuarios y Turismo? Animar esta realidad en los tres aspectos concretos que conlleva. Por una parte, las peregrinaciones diocesanas, a los grandes lugares de peregrinación: ofrecer a la diócesis la posibilidad de caminar juntos; por otro lado, cuidar y animar la peregrinación de los distintos santuarios, capillas y advocaciones marianas que existen dentro de la diócesis; y, en tercer lugar, también animar el turismo religioso, tanto desde la diócesis hacia otros lugares, como de otros lugares a nuestra diócesis. Málaga es conocida como ciudad acogedora, ¿somos también ciudad peregrina? Sin duda. La diócesis peregrina y lo hace con bastante frecuencia. Son muchísimas las parroquias que anualmente hacen una o dos peregrinaciones. En muchas ocasiones, una peregrinación traspasa las fronteras del país y otra la hacen a alguna otra ciudad. España es un gran lugar de peregrinación: Santiago de Compostela, Covadonga, Liébana… y un poco más cerquita tenemos Caravaca de la Cruz, que está celebrando su Año Jubilar… muchos lugares. Además, nuestras ciudades ofrecen un patrimonio cultural riquísimo, sobre todo en lo referente a lo religioso: catedrales, museos diocesanos, museos de arte sacro… Las posibilidades son muchas para impregnarse de la espiritualidad y la cultura que la Iglesia ha sido capaz de transmitir a lo largo de los siglos. ¿Que se aprende en una peregrinación? Se aprende a caminar en la vida con un talante de fe. La Iglesia es peregrina en sí misma, camina hacia el encuentro definitivo con la Jerusalén Celeste, que es nuestra madre, según dice el Concilio Vaticano II. Por tanto, al definirnos como Iglesia peregrina y caminante, afirmamos que el camino es todo un símbolo de la vida cristiana. En él vamos avanzando, poco a poco, en el conocimiento de Cristo; con momentos de inmenso gozo, de soledad, de cansancio y de tentación. Por eso, una peregrinación refleja la vida del creyente, la vida de la Iglesia siempre en camino. ¿En qué se distingue de otro tipo de viaje? En el aspecto de la fe: la fe vivida y celebrada en comunidad. No se trata solo de visitar lugares, la peregrinación tiene la dimensión orante. Se ora, desde la mañana hasta el rezo del rosario, se celebra la Eucaristía… Todo está impregnado de un sentido oracional comunitario, por tanto eclesial, y de profundización en la fe. Seguro que ya son varias las peregrinaciones que ha hecho, ¿alguna anécdota que recuerde? A nivel diocesano, todavía no he ido a ninguna peregrinación, porque el nombramiento se produjo hace poco pero, como párroco, han sido muchísimas las peregrinaciones y los lugares donde he estado. Tierra Santa siempre marca el corazón del creyente, es una peregrinación muy especial y transforma a aquel que va. He visto cómo a raíz de peregrinaciones a Tierra Santa, los peregrinos se han integrado más en la vida de la Iglesia, incluso formando pequeñas comunidades de adultos. En todas las peregrinaciones se aprende. Ir a Polonia, a la Virgen de Cestochowa… son una manifestación de fe y de religiosidad impresionante. O las peregrinaciones a Lourdes, que son un punto y aparte, es tocar la limitación del hombre, la enfermedad. Esa búsqueda de Dios en lo más interior y ese agua que purifica no sólo físicamente, sino interiormente al hombre. Por lo tanto, es una gracia actual que Dios regala a aquel que se pone a caminar, en actitud de búsqueda y de conversión. La próxima peregrinación diocesana será a Fátima y Guadalupe. Así es, en el mes de mayo. Hemos querido que coincida con el centenario de Fátima. Desde aquí animo a los distintos grupos parroquiales a unirse y a ir a dar gracias a Dios por este don que también es Fátima en la vida de la Iglesia. Es ese cambio interior propiciado por la lectura creyente del Evangelio, por el espíritu de religiosidad, la oración, la Eucaristía celebrada, la propia experiencia de la confesión sacramental. Todo eso ayuda a que no sea un simple viaje placentero, sino mucho más.