NoticiaNavidad Palabra de Dios: Evangelio y lecturas de hoy, 2 de enero Foto de DSD Publicado: 22/12/2023: 34368 Lee la Palabra de Dios que la liturgia nos ofrece hoy y el comentario al Evangelio. Primera lectura Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 2, 22-28 Queridos hermanos: ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre. En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y esta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna. Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros. Y en cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas —y es verdadera y no mentirosa—, según os enseñó, permaneced en él. Y ahora, hijos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida. Salmo de hoy Sal 97, 1bcde. 2-3ab. 3cd-4 R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R/. El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. R/. Evangelio del día Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 19-28 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?» Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando. Reflexión del Evangelio de hoy Quien confiesa al hijo posee también al Padre Una frase del salmo comienza a dar luz a las lecturas del día de hoy: «Cantad al Señor un cántico nuevo», después de la celebración del tiempo del adviento y de la gran solemnidad de la Natividad del Señor, no se entiende nuestra vida sin haber dejado a tras la desgana, rutina y no revestirnos del traje nuevo, del amor, que nos trae Jesucristo: «La vida era la luz de los hombres» (Jn 1,4) y eso se vive en clave celebrativa, en clave de alegría, salvación y canto. De esta manera el apóstol san Juan comienza la reflexión teológica de este fragmento de su carta. En ella, pretende, despertar la fe en el Misterio de Dios y en esa vida que Jesús nos trae. Tan necesaria hoy día que nos vemos envueltos en tantos horizontes oscuros que tratan de disimular el reflejo de la aurora de la salvación para toda la humanidad. Al despertar comprenderemos que debemos permanecer en Aquel que se ha hecho carne, en aquel que se ha donado hasta el extremo. Esa donación no es otra cosa que el amor trinitario de Dios que se desborda hacia la humanidad doliente. Ese amor se hace visible, palpable, realidad, en el Hijo, en su encarnación. «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16) Un derroche de amor el del Padre, continuo, sin fisuras, que nos hace que entremos en una esfera de relación en el amor divino. Como se aman las tres personas de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, comunión de amor, hace posible que las criaturas nos podamos abrir a la acción de ese amor nos introduce mediante la fe en la aceptación y en el permanecer trinitario. En medio de vosotros hay uno que no conocéis Seguimos profundizando en la fe con palabras que siguen matizando ese camino de confianza en el Señor que tenemos que tener. De la palabra permanecer que se nos hablaba en la primera lectura se une, otra palabra importante: «Testimonio». De este modo, se complementa la acción de esos verbos en la maduración de nuestra vida como discípulos, que en definitiva es lo que pretende el apóstol san Juan. Aparece la figura del Bautista como un testigo que trata de despertar la ceguera de los fariseos que no quieren reconocer a Jesús como el «Mesías» de Dios, en «Ungido», el «Dios con nosotros». «En medio de vosotros hay uno que no conocéis». La obstinación de los intereses particulares y la dureza del corazón no deja ver con claridad a Jesús el salvador. Aparece un diálogo interesante en el texto referido al ser. En el que de una manera brillante nos habla de la identidad de aquel a quienes los fariseos no quieren reconocer como el Señor. La voz del testigo ahonda en una expresión que aparece en el Sinaí, cuando Dios siente esa ternura por su Pueblo y decide sacarlo de la opresión en la que está sumido. Dios se revela a Moisés, con una intención: «Esto dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me envía a vosotros» (Éx 3,14). Por eso, Juan, responde negativamente a la pregunta: Yo no soy el «Mesías», ni «Elías», ni el «Profeta»… A vosotros os falta la luz del entendimiento para reconocer al verdadero Jesucristo. Y por ello, va a emplear una expresión: «Desatar la correa de las sandalias» como una manifestación del señorío de Cristo. En las batallas cuando los reyes importantes invadían otros reinos, para dejar constancia de su poder, al rey vencido junto con sus nobles, cabía la posibilidad de llevarlos como esclavos. Así se manifestaba la fortaleza de su poder y los vencidos tenían que hacer los trabajos serviles de los esclavos. Uno de esos trabajos era el lavado de los pies a sus señores. Por tanto, desatar la correa de la sandalia y lavar los pies como un signo de sometimiento a una autoridad superior. Esa imagen la emplea el evangelista para de una manera teológica mostrar a los fariseos su conducta errada y la falta de luz en su entendimiento. El que está en medio de vosotros es el mismo Jesucristo, Hijo de del Dios vivo, que no reconocéis. Es el Rey de Israel y yo no soy digno ni de acercarme a desatarle la correa de las sandalias. De servir a Dios. Una pedagogía que va hilando fino para dejar claro el sentido de la fe, que en más de una ocasión andamos con la ceguera igual que los fariseos, cuando tratamos de hacernos dioses a la medida, cuando el orgullo nos hace sentirnos superiores a los demás, cuando ponemos el sentido de la fe en el cumplimiento de las leyes y dejamos de lado la vivencia del amor, cuando no queremos reconocer a Jesús que está en medio de tu vida sosteniéndola. Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P. Real Convento de Nuestra Señora de Candelaria (Tenerife)