Sobre la vocación, Pedro Javier afirma que «pudiera pensarse que es algo que uno libremente escoge como se escogen los productos de una balda de un supermercado, pero tengo claro que esto no es así pues es Dios quien sale al encuentro, quien te elige, es una llamada de Dios desde el espíritu. Desde esta perspectiva, es muy importante vivir con los ojos abiertos a esa llamada y así lo he experimentado yo, a lo largo de todo mi itinerario vocacional que comenzó, y continúa, en las puertas del franciscanismo, siguió en esa gran vocación que es el matrimonio y la vida familiar y, hoy por hoy, también se pone de manifiesto en este apasionante itinerario de discernimiento hacia el diaconado permanente. Esto no deja de ser, nuevamente, un decir sí quiero, como último siervo de la Iglesia, del altar y de la comunidad, que toma cuerpo en los más pobres y necesitados. La vida pasa en un instante y, antes de llenarse de sinsentidos vacíos e inercias, es preferible abrir los ojos, aprovechar los días y llenarlos de la llamada de Dios, que no pasa y está llena de certeza».