Publicado: 22/04/2000: 1061

1.-En esta noche santa del Año Jubilar celebramos la Resurrección del Señor, la fiesta más importante para los cristianos.

Y celebrar es mucho más que recordar algo que pertenece al pasado. Es revivirlo, hacerlo presente. Hoy y aquí, Jesucristo resucita entre nosotros y nos comunica la fe pascual. Hoy y aquí Jesucristo pasa de la muerte a la vida, y nos hace pasar a nosotros de la muerte de nuestros pecados que nos esclavizan, nos encierran en nosotros mismos y nos hunden en la tristeza, a su nueva vida de libertad, de amor y de alegría.


2.- Creer en la Resurrección es estar convencidos de que Cristo vive y dejarnos transformar por su vida. Cristo resucitado continúa vivo en nuestra Iglesia y nos resucita para una vida nueva por el don de su Espíritu, que nos ilumina para conocer la verdad, nos regala el amor del Padre para vivirlo en fraternidad y nos hace libres para pasar por la vida haciendo el bien.

Y esta experiencia personal de Resurrección debe tener manifestación de paz interior, de esperanza y de alegría. Así Cristo resucitado es el comienzo de una nueva vida.


3.- Esta vida nueva del Resucitado nos llega a nosotros por medio de los Sacramentos, fuentes de vida que brotaron del costado de Cristo.

“Por los Sacramentos de la iniciación cristiana, los hombres, libres del poder de las tinieblas, muertos, sepultados y resucitados con Cristo, reciben el Espíritu de los hijos de adopción y celebran con todo el pueblo de Dios el memorial de la muerte y resurrección del Señor” (AG, 14).

El Bautismo es una celebración condensada de la Pascua; en él morimos a la vida del hombre viejo para llenarnos de su vida resucitada y hacernos hijos de Dios.

“El Bautismo –dice San Gregorio Nacianceno- es el más bello y magnífico de los dones de Dios… Lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don: porque es conferido a los que no aportan nada; Gracia: porque es dado incluso a los culpables; Bautismo: porque el pecado es sepultado en el agua; Unción: porque es sagrado y real; Iluminación: porque es luz resplandeciente; Vestidura: porque cubre nuestra vergüenza; Baño: porque lava; Sello: porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios”

Por eso esta Vigilia es el lugar más adecuado para administrar el Sacramento del Bautismo y desde aquí se entiende su verdadero significado.

A continuación, en la tercera parte de esta gran Vigilia, vamos a celebrar la Liturgia Bautismal. Recibirán el Sacramento dos personas adultas y nosotros seremos rociados con el agua bautismal para que avive en nosotros el recuerdo y la gracia de nuestro Bautismo y nos renueve interiormente para que permanezcamos fieles al Espíritu que hemos recibido.

La renovación de las promesas del Bautismo es el compromiso de seguir al Señor Resucitado, asumir sus sentimientos, criterios, actitudes y acciones, hasta identificarnos con Él y poder decir con verdad: “Cristo, vida nuestra” (Col 3, 4).


4.- Y con el Bautismo y la Confirmación, la iniciación cristiana se consuma en la Eucaristía, que es el Sacramento eficaz de la presencia del Resucitado, memorial para la comunidad cristiana, a la que congrega en la unidad y la dispersa en la misión evangelizadora. Por la Eucaristía, el Resucitado está sacramentalmente en medio de su Iglesia, la penetra con su fuerza, al mismo tiempo que la envía a contagiar el mundo.

No es de extrañar que la tradición cristiana haya designado a la Eucaristía como el “Misterio Pascual”.La Eucaristía es una forma permanente de la aparición pascual: Jesús resucita para nosotros, sacramentalmente en la Cena eucarística y desencadena una dinámica de muerte y Resurrección en quienes creemos en el Resucitado.

  El Resucitado se nos hace presente en la Eucaristía, sosteniendo nuestra fe y alimentando nuestra vida.

Como dice el Papa, el Año Jubilar es una llamada a que “por la humildad de la Esposa brille todavía más la gloria y la fuerza de la Eucaristía que ella celebra y conserva en su seno. En el signo del Pan y del Vino consagrados, Jesucristo resucitado y glorificado, luz de las gentes, manifiesta la continuidad de su Encarnación. Permanece vivo y verdadero en medio de nosotros para alimentar a los creyentes con su Cuerpo y con su Sangre” (IM, 11).


5.- Como podéis apreciar, la Liturgia de esta Noche Santa es una sinfonía espiritual, armonizada con textos bíblicos en torno al Misterio del Bautismo y de la Eucaristía, que hacen presente en medio de nosotros y en nosotros al Resucitado.

Hermanos y hermanas: os felicito porque Cristo ha resucitado. ¡Aleluya!


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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