DiócesisHomilías Mons. Dorado

Solemnidad de la Inmaculada (Seminario)

Publicado: 08/12/2007: 983

Seminario Mayor Diocesano

1.- Casi en el comienzo de un nuevo curso, nuestro Seminario, como toda la Iglesia, celebra con especial solemnidad la Fiesta de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Su memoria evoca en nosotros nobles deseos en este nuevo curso.


2.- En primer lugar, su vida nos reafirma en la primacía de Dios en nuestra vida. En un mundo que permanentemente se construye frágiles “becerros de oro y falsos dioses”, María nos evoca el amor apasionado a Dios y también el amor apasionado a Jesucristo. A Cristo sólo se le puede amar con pasión. Y el “amor apasionado a la Iglesia”, que es “el plural de Cristo”, como la llamaba Pablo VI. En el corazón del sacerdote diocesano crece con vigor el amor a la diócesis; un amor que se hace incondicional, sin regateos ni discusiones. “Servir a la Santa Madre Iglesia diocesana de balde y con todo lo nuestro”, como decía el Beato Manuel González. Y un tercer amor al pueblo: este pueblo nuestro de Málaga, que camina muchas veces sin pastor. Y necesita “buenos pastores, dispuestos a dar su vida por las ovejas”.

La imagen del Buen Pastor, el Hijo de María, que preside nuestra capilla, nos recuerda que de estos tres amores se nutre cada día el corazón del sacerdote. Esta casa es escuela y lugar de este amor hasta el sacrificio, como nos enseñan el Beato D. Manuel González, el Rector, Beato D. Enrique Vidaurreta y el diácono Beato Juan Duarte. Somos herederos de santos pastores desprendidos y abnegados, sacerdotes enteros, sacerdotes servidores, sacerdotes santos.


3.- María, la Inmaculada, ha ido templando generaciones de sacerdotes diocesanos. Tenerla presente todos los días entre nosotros nos hace mucho bien y nos limpia de adherencias que desfiguran la imagen verdadera del pastor bueno que aquí se ha de fraguar.

Un pastor se hace de amor. “Oficio de amor es el nuestro”, decía San Agustín.

Y así se desprende de la conversación de Jesús con San Pedro, en las arenas, junto al lago. María también amó a Dios y se puso a servir con todas sus fuerzas al proyecto de Dios. “Servidora” se llamó Ella. “Servidor” se llamó Jesús. Y con inmensa satisfacción San Pablo se llamaba “siervo de Jesucristo”.

No digo que ser sacerdote sea fácil. Y os lo digo a los seminaristas. No es fácil. Y si lo fuera, tal vez no merecería la pena serlo. No es fácil hoy y se requiere oración a fondo, coraje y valentía, coherencia y mucha humanidad. Y esperanza a prueba, y amor desmedido.

Pero ser pastor es apasionante y sencillo. Es decir, su vida es una vida trenzada de pocos cabos. “Amar y servir” es el lema de Jesús. Y el lema de María. La mayor originalidad que podemos aportar después de veinte siglos es “amar y servir en todo”, como decía San Ignacio.

El amor y el servicio exigen capacitación. Estudiar y orar a fondo es un modo de amar a Dios y a nuestro pueblo y a su cultura.

Un modo extraordinario de amor que ejerció el Señor fue “enseñar”. Enseñaba con paciencia y largamente. La habitación de estudio, por eso, es un altar de amor.


4.- Hoy, de nuevo y con fuerza, os pido a los seminaristas que miréis a Cristo, como nos recuerda la Virgen Inmaculada. “Los ojos fijos en Cristo”, dice la Carta a los Hebreos. Vuestra talla es la misma que la de Cristo.

Sin ilusión y entusiasmo no merece la pena ser sacerdote. Vuestro auxilio es el nombre del Señor y el testimonio de vuestra vida con el espíritu de María Inmaculada.

Si vivimos esto, presiento que más jóvenes emprenderán la subida hasta esta casa, fundada sobre las montañas. Nuestra vida será un reclamo, la forma más eficaz de una verdadera pastoral vocacional.


5.- Dios no quiere que falten buenos pastores. Dios no quiere que lleguemos a vernos faltos de ellas.

Ojalá que el Señor no deje de suscitarlos y consagrarlos. Ciertamente que si existen buenas ovejas, habrá también “buenos pastores”, pues “de entre las buenas ovejas salen los buenos pastores” (S. Agustín).

Así ocurre esta tarde con la presencia aquí de familias cristianas para ofrecer al Señor un grupo de acólitos y lectores.

Con estos deseos nos presentamos ante el Señor en la Eucaristía del Día de la Inmaculada Concepción.

 


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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