DiócesisHomilías Mons. Dorado

Misa en memoria de los mártires del siglo XX en España

Publicado: 06/11/2008: 1609

Los mártires, signos de amor, de perdón y de paz

1.- El primer signo que se realiza en la frente de las personas que van a recibir el Sacramento del Bautismo es la Señal de la Cruz. Para nosotros es la máxima expresión del amor de Dios al hombre, porque en ella murió Jesucristo, el Hijo Unigénito de Dios. Lo que era para los romanos un instrumento de tortura, de humillación y de muerte, se ha convertido en la manifestación más luminosa del amor de Dios al hombre. Nosotros hemos podido vislumbrar esta grandeza a la luz de la Resurrección de Jesucristo.

Aunque él nos dijo que “ningún siervo es superior a su Señor…” e “igual que me han perseguido a mi, os perseguirán a vosotros” (Jn 15, 18 ss.), la Iglesia no se alegra de que sus hijos se vean perseguidos, torturados y asesinados; sin embargo, a pesar de su dolor, descubre en los que han afrontado el martirio a lo largo de los tiempos, un signo grandioso y elocuente de fe y de autenticidad evangélicas.

Como dicen los Hechos de los Apóstoles, 5, 40-42, ellos salieron de la presencia del Sanedrín, donde los azotaron, gozosos de haber merecido tal ultraje por causa de aquel hombre.


2.- Durante el siglo XX, la Iglesia Universal, y con ella la Iglesia española, han sufrido en su carne persecuciones muy violentas y ha visto cómo numerosos hijos suyos de toda edad y condición recibieron el martirio. Aunque habían dedicado su vida a amar y servir a Dios y a los hombres, haciendo el bien, fueron víctimas inocentes de terribles torturas que acabaron con sus vidas.

Como dice la Conferencia Episcopal, tienen todos ellos algunos rasgos comunes: que fueron hombres y mujeres de fe y de oración; que eran discípulos y apóstoles de Jesucristo y se comportaron con valentía a la hora de confesar a Jesucristo; que supieron confortar y sostener a sus compañeros de prisión; que no se dejaron amedrentar y rechazaron todo tipo de propuestas tendentes a negar su identidad cristiana; que se mantuvieron firmes y fuertes en medio de los malos tratos; que perdonaron a sus verdugos de manera explícita y rezaron por ellos; que supieron abandonarse en manos de Jesucristo, con una paz profunda en el momento del sacrificio. Esta actitud brotaba de su confianza en Dios y de su esperanza en la vida eterna.


3.- El 28 de octubre del año pasado (2007) fueron beatificados en Roma 498 españoles de los miles que entregaron su vida por mantenerse fieles al Señor. De ellos, 21 están relacionados con la diócesis de Málaga, porque nacieron aquí; porque recibieron el martirio entre nosotros, donde trataban de vivir la fe y de contagiar el amor a todos.

Hoy celebramos su fiesta. Deseo destacar dos especialmente conocidos y queridos por nosotros: el Rector del Seminario, D. Enrique Vidaurreta, nacido en Antequera, y el seminarista ordenado ya de diácono, Juan Duarte, de Yunquera.

Podéis encontrar sus biografías en la Librería Diocesana, escritas con gran rigor y cariño por D. Pedro Sánchez Trujillo, que ha recogido numerosos testimonios de testigos presenciales. Espero y deseo que pronto tengamos las biografías de los demás.

Tras el tremendo dolor por la pérdida de sus hijos, es natural que nuestra Iglesia trate de celebrar y recordar su testimonio de vida y de dar a conocer su manera heroica en tiempo de inclemencia. Su vida y su muerte constituyen una invitación a profundizar en la fe que configuró su ser, a encarnar el amor que guió su existencia y a acogerlas como un signo de esperanza también para el hombre de hoy. De ahí que la mejor manera de celebrar la fiesta litúrgica de su beatificación, consista en promover en todo el Pueblo de Dios un nuevo impulso de perdón generoso y a la santidad a la que estamos llamados todos. Nuestros mártires, signos de perdón, de amor y de paz, nos convocan a todos a ser testigos de Dios en nuestro aquí y en nuestro ahora.


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo Administrador Apostólico de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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