DiócesisHomilías Mons. Dorado

Fiesta de \"Todos los Santos\"

Publicado: 01/11/2007: 1035

“En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios Todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro.

Porque hoy nos concedes la gracia de celebrar la gloria de tu Ciudad Santa, la Jerusalén celeste, que es nuestra Madre, donde eternamente te alaba la Asamblea festiva de todos los santos, nuestros hermanos”.

1.- En estas palabras del Prefacio de hoy, queridos hermanos, se resume el sentido de la Fiesta de todos los Santos y se expresan los sentimientos con los que debemos celebrarla.

No me parece superfluo que al contemplar en este día a todos los Santos nos hagamos la misma pregunta que hace uno de los ancianos en el texto del Apocalipsis que se ha proclamado en la primera lectura:

“¿Quiénes son éstos y de dónde han venido?”.

Pregunta ciertamente importante, porque esa es nuestra vocación y esa es nuestra meta: el Concilio nos ha recordado que todos hemos sido llamados a la santidad y nuestro destino es la vida eterna.

Y pregunta necesaria porque esa forma de vida –la de los Santos- resulta extraña y sin relevancia social en el mundo de hoy; y porque en la misma Iglesia, a fuerza de no usar esa palabra –la santidad- corremos el riesgo de perder el horizonte que da sentido a nuestra vida y de hacer dejación en el empeño de tender a ella.

“¿Quiénes son los Santos?”.

El Apocalipsis nos da una respuesta: “Estos son los que vienen de la gran tribulación y han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del cordero”. Dicho con otras palabras: son los que han seguido fielmente en su vida a Jesucristo y han participado en su vida, en su muerte y en su Resurrección:

• los que han seguido sus huellas: el Evangelio,
• los que han hecho sus gestos: la Caridad,
• los que han llevado sus marcas: la Cruz.

El Evangelio de hoy nos hace su retrato completo en el texto de las Bienaventuranzas.


2.- Al contemplar de cerca la forma de vivir de los Santos, en lo que tienen de admirable y de extremo, surge también la pregunta:

“¿De dónde han venido?”.

Es decir: ¿cómo es posible esa forma de vida que contrasta con nuestra mediocridad y nuestra debilidad? ¿De dónde han sacado las fuerzas?

La segunda lectura, de la primera carta del apóstol San Juan, nos revela la respuesta:

“Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, ¡pues lo somos!”. La santidad es una gracia, un don de Dios; una participación en su vida que se nos comunica en el Sacramento del Bautismo y se alimenta con los demás Sacramentos, que nos hacen semejantes a Él.

“Todo el que tiene esta Esperanza en Él, se hace puro como puro es Él”, añade San Juan. A nosotros sólo nos corresponde acoger este don y esta Gracia, como dice el Salmo responsorial: buscarle y seguirle: “Estos son los que buscan al Señor”. “El hombre de manos inocentes y puro corazón… recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de Salvación”.


3.- Entre todos los Santos destaca nuestra Madre, la Virgen María, a quien con razón llamamos la Santísima Virgen María, que es “el orgullo de nuestra raza”, la verdadera mujer feliz como la llama Santa Isabel, porque “escuchó la Palabra de Dios y la cumplió”.

A Ella la invocamos Reina de todos los Santos y le pedimos que ruegue por nosotros y nos libre de las nuevas y verdaderas amenazas:

- Por una parte las amenazas a nuestra fe y a nuestra identidad cristiana, que ha sido la gran riqueza de nuestro pueblo. El Papa denunciaba recientemente el “neopaganismo” de la sociedad española, que afecta no sólo a los no creyentes, sino también a los mismos cristianos, que experimentan en su propia carne las presiones de una sociedad basada en la indiferencia religiosa. Es la fe la que se ha conmovido desquiciando los sólidos cimientos de la vida cristiana.

- Por otra parte están las amenazas contra la vida y la dignidad de las personas. Me parece que los católicos españoles aún no hemos reaccionado con el vigor suficiente ante el resquebrajamiento de la familia y las plagas del divorcio y del crimen del aborto provocado, ante el avance de la corrupción y el permisivismo moral y ante la búsqueda afanosa del placer que provoca el que innumerables personas queden traumatizadas y busquen refugio en la drogadicción, el alcoholismo y la violencia.

En los tiempos de grandes mutaciones y crisis, la Iglesia siempre ha tenido el mismo recurso: volver a lo fundamental de la fe; purificar y convertirse, orar y trabajar por la paz; ajustarse más al Evangelio de Jesús; unirse más estrechamente en torno a la Palabra de Dios, a los Sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia, a la Tradición verdadera, en una sincera comunión con el Magisterio de la Iglesia.

La Fiesta de Todos los Santos nos recuerda que sólo los cristianos animados por el ideal de la santidad serán capaces de hacer mejor a la sociedad.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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