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Festividad de San Juan de Ávila. Celebración de las Bodas de Oro sacerdotales

Publicado: 10/05/2006: 1004

Seminario de Toledo

1.- Como todos los años, hacemos un alto en nuestro caminar para encontrarnos y compartir unas horas de sencilla amistad. Nos convoca el Señor en el recuerdo agradecido de la figura egregia de San Juan de Ávila, un Sacerdote Santo y patrono del clero español. Es un día de encuentro, de diálogo sereno con Dios y los hermanos, de compartir y de agradecer los dones y la vida.

Ante Él ponemos el entusiasmo y la ilusión de nuestra tarea evangelizadora y, también el cansancio y la tentación del desánimo.

Hoy son estímulo para nuestro seguimiento los hermanos que celebran sus 25 y 50 años de ordenación sacerdotal.


2.- Venimos, Señor, a renovar nuestros buenos deseos, nuestros compromisos sacerdotales. Desde el día de nuestra ordenación sacerdotal hay "algo" en nosotros que no pasa, que podemos actualizar y renovar contantemente. Confiamos en el "Espíritu" del Padre y del Hijo que fue derramado en nosotros; en el Espíritu de la Fortaleza y el Consuelo; el Espíritu que infunde el Amor de Dios en los corazones; el Espíritu de la libertad y de la animosa confianza; el Espíritu que vence la flaqueza; el Espíritu del Sacerdocio de Cristo que hace del perdón en la tierra reconciliación en el Cielo y de nuestros gestos de bendición Sacramentos de Gracia.


3.- Queremos también cantar agradecidos nuestro "Magnificat", nuestra oración de alabanza y de acción de gracias por este aniversario y por las maravillas que has hecho en nosotros y a través de nosotros a lo largo de toda nuestra vida sacerdotal. El Salmista repasaba la historia de su vida y llegaba a la conclusión de que el Señor había estado grande con la comunidad. Y la respuesta era el agradecimiento y la alegría. Es una ocasión para repasar la vida y hacer memoria agradecida del pasado. Hacer memoria, memoria detallada, sin que ningún trozo de la bondad de Dios se pierda. Los pequeños detalles son grandes. La memoria llega a lugares concretos donde Dios se mostró. La memoria refresca fechas en rojo del calendario personal e irrepetible. Era Dios, estaba el Señor. La memoria lleva sobre todo a personas concretas con sus nombres, que se amontonan en el recuerdo y no caben en el corazón.

4.-Para expresaros mis sentimientos personales tomo las palabras del Salmista cuando dice: "Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad". Soy consciente, como San Pablo, de que "todo proviene de Dios, que nos ha configurado consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación".

Me impresiona este texto de San Juan de Ávila:

"No sé otra cosa más eficaz que a vuestras mercedes persuada lo que les conviene hacer, que con traerles a la memoria la alteza del beneficio que Dios nos ha hecho en llamarnos para la alteza del oficio sacerdotal. Y si elegir sacerdotes entonces era gran beneficio, ¿qué será en el Nuevo Testamento, en el cual los sacerdotes de Él somos como el sol en comparación con la noche y como verdad en comparación de figura?".

Además, como cualquier cristiano, y de manera especial los sacerdotes, he comprobado que "llevamos este tesoro de la fe, y del ministerio sacerdotal, en vasos de barro, para que así aparezca que la extraordinaria grandeza del poder es de Dios y que no viene de nosotros".


5.- Mentiría si afirmara que mi servicio al Pueblo de Dios ha sido siempre fácil y fiel, pero sí que ha sido apasionante. Mis primeros años de sacerdote fueron tiempo de búsqueda, de ilusión, de sorpresa, En Toledo trabajé con la Acción Católica, con el Movimiento Familiar Cristiano, con los Ejercicios Espirituales y los Cursillos de Cristiandad, y como profesor del Seminario. ¡Sólo Dios sabe en qué medida forjaron mi personalidad creyente y sacerdotal el equipo sacerdotal con el que compartí la vida comunitaria, y un grupo numeroso de seglares dotado de un entusiasmo apostólico y de una vida interior nada común. Aún conservo un trato frecuente con algunas de estas personas y sigo aprendiendo de ellas. Era el tiempo en que se estaba gestando el Concilio Vaticano II.

Todavía muy joven, en pleno Concilio, el Espíritu Santo, por la mediación del querido y siempre recordado Cardenal Pla y Daniel, me llevó a la diócesis de Guadix- Baza para colaborar con D. Gabino Díaz Merchán, nombrado el año 1964 Obispo de la misma. Poco después, el Papa Pablo VI me llamó a sucederle en esta sede episcopal y al cabo de tres años me designó para la diócesis de Cádiz-Ceuta.

Fueron unos años muy intensos y no siempre fáciles, en los que nos tocó vivir los cambios eclesiales derivados del Concilio Vaticano II; los cambios sociales producidos por la transformación de una España industrial y los cambios políticos que propiciaron la transición, la llegada y la consolidación de la democracia. Los Obispos experimentamos en nuestras propias carnes lo que es pasar noches sin dormir y jornadas agotadoras de diálogos no siempre serenos. Pero quizá lo que nos hizo sufrir más fueron las secularizaciones de numerosos sacerdotes y el abandono por parte de muchos religiosos.

6.- En medio de estos cambios difíciles y al mismo tiempo esperanzadores, nuestra fe se purificó y nos llevó a experimentar lo que habíamos rezado infinidad de veces: que el auxilio nos viene del Señor. La oración personal, la celebración diaria de la Eucaristía, la dirección espiritual y la confesión frecuente, y otros encuentros de oración, nos ayudaron a comprobar que Jesucristo es el Único Pan de Vida que alimenta la Fe, la Esperanza y el Amor de sus seguidores. También nos ayudó grandemente el diálogo sereno con los amigos y una cierta forma de vida en común con los sacerdotes. Por lo demás, las dificultades y la conciencia de que nadie tenía la respuesta total, favoreció un estilo de trabajo pastoral basado en la comunión, la escucha, la reflexión, el diálogo y la acogida de todos los carismas. Casi 20 años después me nombraron Obispo de Málaga, en donde he intentado servir al Señor y al Pueblo de Dios con mis limitaciones y m is infidelidades.


7.- Siento que en el seno de esta sociedad secularizada y laicista, y en medio de esta apostasía silenciosa, el Señor nos está invitando a fortalecer la esperanza y la confianza en el Evangelio. Porque sólo Jesucristo puede convertir los montes en caminos y conmoverse como una madre buena ante los hijos de sus entrañas. La certeza de que "Él es bueno con todos, cariñoso con todas sus criaturas", como dice el Salmista, y de que jamás olvidará a su Pueblo, tiene que marcar ahora nuestro trabajo y nuestra búsqueda. Tal vez nos está pidiendo que prestemos más atención a cuantos se esfuerzan por vivir el Evangelio con toda autenticidad, a que antepongamos las palabras de aliento a las de condena y a que presentemos con alegría y paz profunda a Jesucristo, el Salvador único y Salvador total.

Es cierto que caminamos por valles áridos. Pero el Señor es !clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad!, !bondadoso en todas sus acciones!, y "está cerca de los que le invocan!". Hay que confiar más en el Señor, que nos ha dicho en el Evangelio:"Mi Padre sigue actuando y yo también actúo".

Los análisis sociológicos sobre la actitud de nuestro pueblo ante la fe, nos llevan fácilmente al pesimismo, nos turban y nos pueden inducir a ponernos en una actitud defensiva, que no es la mejor para anunciar a Jesucristo y su Evangelio. La fe nos enseña que Jesucristo ha vencido al pecado y a la muerte y sigue activamente vivo en nuestro mundo. Como nos ha recordado recientemente el Papa, el núcleo de nuestra pastoral es ayudar a optar realmente por la vida, renovar la relación con Dios como relación que nos da la vida y nos indica el camino de la vida. Es tiempo para recuperar la libertad, desenmascarar nuestros ídolos ocultos, vivir la luz de Jesús a pleno día, dejar explotar nuestra generosidad y disponibilidad, acoger a todos los hermanos, darnos la mano, deshacer etiquetas, estrechar el presbiterio y hacer fuerte nuestra comunión.

8.- Termino con este texto de San Juan de Ávila en su primera plática. Habla en ella del "prelado y de la clerecía", y dice:

"Y si cabeza y miembros nos juntamos a una en Dios, seremos tan poderosos que venceremos al demonio en nosotros y libraremos al pueblo de los pecados; porque así como la maldad de la clerecía es causa muy eficaz de la maldad de los seculares, así hizo Dios tan poderoso el estado eclesiástico que, si es el que debe, influye en el pueblo toda virtud, como el Cielo influye en la tierra. Y de esta manera cobraremos la estima que hemos perdido con el pueblo con nuestra negligencia, y seremos dignos de este excelente nombre de sacerdotes de Dios".

Nos enseñaron en nuestro Seminario a poner la vida en manos de María, nuestra Madre.

"Después de Jesucristo no ha habido otra Pastora, ni hay quien así guarde las ovejas de Jesucristo... la Virgen sin mancilla es nuestra Pastora después de Dios. Es Pastora, no jornalera que buscare su propio interés, pues que amaba tanto a las ovejas que, después de haber dado por la vida de ellas la vida de su amantísimo Hijo, diera de muy buena gana su propia vida, sin necesidad de ella tuvieran".

Quien así habla es San Juan de Ávila. Y nos deja este buen sabor de boca y la esperanza cierta de que María convive con cada uno de nosotros y guarda nuestra amistad con Jesús.

Que pasemos una buena jornada. ¡Feliz aniversario a los que estamos de Bodas! En esta Eucaristía están todos nuestros años de ministerio sacerdotal. El altar está repleto también de amor de Cristo y de su amistad.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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