Publicado: 30/03/2002: 852

Vigilia Pascual

Año 2002. Ciclo A


1.- Hemos llegado a la gran noche de la Comunidad cristiana. Y esta Vigilia es la celebración más importante del Año Litúrgico.

La vigilia Pascual es la actualización sacramental de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo y nos ofrece la posibilidad de un encuentro en la fe con el Resucitado. Porque, como dice Él en el Apocalipsis: “Yo soy el que vive. Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos” (Ap 1, 17-18).

La experiencia que tuvieron los primeros discípulos de que Jesús había resucitado y estaba vivo después de su Pasión y Muerte, fue para ellos una explosión de alegría incontenible y produjo en sus vidas y en sus personas una transformación radical.

En esta Noche Santa queremos contemplar el Rostro del Resucitado y dejar que Él nos salga al paso allí donde cada uno de nosotros nos encontremos y nos comunique el poder de su Resurrección. Oremos al Señor para que nos conceda esta noche esa experiencia pascual que desencadena en nosotros una dinámica de Muerte-Resurrección y que, animados por esta experiencia, retomemos la alegría y la fuerza para anunciar a Cristo al mundo al inicio de este Tercer Milenio.

Hoy y aquí Jesucristo pasa de la muerte a la vida y, a su paso, nos hace pasar a nosotros de la muerte de nuestros pecados, que nos esclavizan, nos encierran en nosotros mismos y nos hunden en la tristeza, a su nueva vida de libertad, de amor y de alegría.


2.- Creer en la Resurrección es estar convencido de que Cristo vive, sigue resucitado y nos hace resucitar, Creer en la Resurrección es dejarse transformar por ella. Cristo Resucitado continúa vivo en nuestra Iglesia y nos resucita para una vida nueva por el don de su Espíritu que nos ilumina para conocer la verdad, nos regala el amor del Padre para vivirlo en fraternidad y nos hace libres para pasar por la vida haciendo el bien. Y esta experiencia personal de Resurrección debe tener manifestación de paz interior, de esperanza y de alegría.


3.- Esta vida nueva del Resucitado nos llega a nosotros por medio de los Sacramentos, fuentes de vida que brotaron del costado de Cristo. “Tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre… y el testimonio consiste en que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en el Hijo” (I Jn 5, 7 ss.). “Por los Sacramentos de la Iniciación Cristiana (Bautismo, Confirmación y Eucaristía), los hombres, libres del poder de las tinieblas, muertos, sepultados y resucitados con Cristo, reciben el Espíritu de los hijos de adopción y celebran con todo el Pueblo de Dios el Memorial de la muerte y Resurrección del Señor” (Ag, 14).


4.- El Bautismo es una celebración condensada de la Pascua; en él morimos a la vida del hombre viejo para llenarnos de su vida resucitada. “Él es nuestra vida” (Col 3, 4). Nos da la vida de Dios, haciéndonos partícipes de su propia naturaleza; nos hace hijos de Dios, nos marca y nos configura con Cristo, nos incorpora a la Iglesia. “El Bautismo es el más bello y magnífico de los dones de Dios… Lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don: porque es conferido a los que no aportan nada; Gracia: porque es dado incluso a los culpables; Bautismo: porque el pecado es sepultado en el agua; Unción: porque es sagrado y real; Iluminación: porque es luz resplandeciente; Vestidura: porque cubre nuestra vergüenza; Baño: porque lava; Sello: porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios” (S. Gregorio Nacianceno).

Por eso, esta Vigilia es el lugar más adecuado para administrar el Sacramento del Bautismo y desde aquí se entiende su verdadero significado.

A continuación, en la tercera parte de esta gran Vigilia, vamos a celebrar la Liturgia Bautismal. Seremos rociados con el agua bautismal después de ser bendecida, con el deseo de que reavive en nosotros el recuerdo de nuestro Bautismo y nos renueve interiormente para que permanezcamos fieles al Espíritu que hemos recibido.

La renovación de las promesas del Bautismo es el compromiso de seguir al Señor Resucitado, asumir sus sentimientos, criterios, actitudes y acciones, hasta identificarnos con Él y poder decir con verdad: “Cristo, vida nuestra” (Col 3, 4), hasta llenarnos de la vida resucitada del Señor.


5.- Y con el Bautismo y la Confirmación, la Iniciación Cristiana se consuma con la Eucaristía, que es el signo eficaz de presencia del Resucitado, Memorial para la comunidad cristiana, a la que congrega en la unidad y la dispersa en la misión evangelizadora. Por la Eucaristía el Resucitado está sacramentalmente en medio de la Iglesia, la penetra con su fuerza, el mismo tiempo que la envía a evangelizar al mundo.

No es de extrañar que la Tradición cristiana haya designado a la Eucaristía como “el Misterio Pascual”. La Eucaristía es una realidad viva por la fuerza del Resucitado que se hace presente en ella. La Eucaristía es una forma permanente de aparición pascual. Jesucristo resucita para nosotros sacramentalmente en la Cena Eucarística y nos incorpora al misterio de su muerte y Resurrección. “Llevamos siempre en nuestros cuerpos el morir de Jesús, a fin de que se manifieste también en nuestro cuerpo la vida de Jesús” (2 Cor 4, 10).

Como podéis apreciar, la Liturgia de esta Noche Santa es una sinfonía espiritual, armonizada con textos bíblicos, en torno al misterio del Bautismo y de la Eucaristía, que hacen presente en medio de nosotros a Jesucristo Resucitado. En su rostro, la Iglesia, “su Esposa, contempla su tesoro y su alegría” (NMI, 28).

 

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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