Publicado: 14/04/1990: 893

1.- La Vigilia Pascual es la actualización sacramental de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, y nos ofrece la posibilidad de un encuentro en la fe con el Resucitado.

La experiencia que tuvieron los primeros discípulos de que Jesús había resucitado y estaba vivo después de su pasión y muerte fue para ellos una explosión de alegría incontenible y produjo en sus vidas y en sus personas una transformación radical.

En esta Noche Santa queremos contemplar a Jesús Resucitado y dejar que Él nos salga al paso allí donde cada uno de nosotros nos encontremos y nos comunique el poder de su Resurrección. Oremos al Señor para que nos conceda en esta noche esa experiencia pascual, que desencadene en nosotros una dinámica de muerte-resurrección, propia de quienes creen en el Resucitado.


2.- ¿Cómo vivenciar en la actualidad la fuerza de la Resurrección?

San Pablo entiende la vida del creyente como un morir al pecado, que nos deshumaniza y nos mata y un resucitar a una vida nueva. Cristo es Alguien que vive y llena de su energía vital a todos los que se unen a El: “A fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva” (Rom 6, 4).

La muerte no es sólo el final biológico del hombre. La muerte como destrucción de la vida puede anticiparse e invadir diversas zonas de nuestra existencia.

Son muchas las cosas que se nos pueden ir muriendo a lo largo de los días. Por diversos factores y circunstancias el pecado va matando en nosotros y se nos va muriendo la confianza en las personas, la fe en el valor mismo de la vida, la capacidad para todo aquello que exija esfuerzo, el valor para correr riesgos… Casi inconscientemente el pecado va acrecentando en nosotros y va creando la pasividad, la inercia, la inhibición. Poco a poco podemos caer en el escepticismo, el desencanto, la pereza total.

Quizá ya no esperamos gran cosa de la vida. No creemos ya demasiado en nosotros mismos ni en los demás. El pesimismo, la amargura, el malhumor, se apoderan cada vez más fácilmente de nosotros.

Quizá está muriendo nuestra vida interior. El pecado se ha convertido en costumbre que somos incapaces de rechazar. Se nos ha muerto la fe en nuestra propia conversión.

De muchas maneras, la muerte puede estar destruyendo nuestra vida interior, nuestras relaciones con los demás, nuestro amor creativo, nuestra capacidad de crecimiento, nuestro impulso evangelizador.


3.- Sea cual sea nuestra situación actual, creer en la Resurrección es escuchar las palabras llenas de vida de Jesús, acoger en nosotros su espíritu vivificador y descubrir por experiencia personal que hoy Jesús tiene fuerza para cambiar nuestras vidas y resucitar todo lo bueno que se ha podido morir en nosotros.

La Resurrección de Jesús se vive y se hace presente en nosotros cuando, apoyados en la fe, vamos liberando en nosotros las fuerzas de la vida y luchamos contra todo lo que nos deshumaniza, nos bloquea y nos mata como hombres y creyentes.

Vivir la Resurrección de Jesús es vivir creciendo, vivir ensanchando nuestra vida, intensificando nuestro amor, generando vida, estimulando todas nuestras posibilidades, abriéndonos con confianza al futuro, liberándonos de ataduras, servidumbres, cobardías, egoísmos que nos esterilizan y matan.

Se trata de entender toda nuestra vida como un proceso de resurrección y de crecimiento a la plenitud final.

Todo esto es posible por el poder de la Resurrección de Jesús. El encuentro con Jesús Resucitado tendrá capacidad de alentar de nuevo la esperanza. Necesitamos su alegría, su consuelo y su luz.

Que esta Noche Santa nos permita sentir la experiencia de la Resurrección de Jesús y nos conceda la alegría irrepetible que inundó el corazón de los creyentes al encontrarse con el Resucitado.

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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