NoticiaEntrevistas

José A. García Carrasco: «Lo importante no es solamente dar; hay que escuchar»

Publicado: 04/08/2013: 6132

José Antonio García nos recibe en su parroquia, Nuestra Señora de las Angustias, apenas doce horas antes de tomar un vuelo rumbo a América, donde pasará un mes en la misión diocesana de Caicara del Orinoco, en Venezuela.

Mientras le esperamos, en la fresca antesala del edificio, pintada de azul mar, observamos un ir y venir de vecinos de El Palo que preguntan por su párroco para solucionar algún trámite eclesiástico, para pedirle ayuda o tan sólo para desearle suerte durante su periplo americano. José Antonio resuelve con ordenada diligencia cada una de las peticiones. Cuando nos sentamos ante él, su sonrisa es tranquila, sus palabras, serenas, y su discurso, el de un hombre sencillo, comprometido y profundamente generoso. 

¿Cómo es la misión diocesana de Venezuela?

Caicara del Orinoco es un territorio muy amplio, de 60.000 habitantes, con varios núcleos importantes y zonas marginales donde es muy visible la pobreza: por ejemplo, hay casas hechas con chapa y personas para las que llevar un par de zapatos es todo un lujo.  Iré con un compañero, hay otros tres sacerdotes dedicados a esta misión. Asistiremos a varias comunidades, celebraremos la misa, y luego también prepararemos a los catequistas.

También, sobre el terreno, van a ayudar a niños con necesidades especiales. ¿Qué harán por ellos?

Sí. Es que, por otro lado, se ha iniciado allí un proyecto para niños y niñas con alguna discapacidad, especialmente con discapacidad psicológica, afectados por trastornos de conducta, o con problemas de tipo psicomotriz.

Con esta misión se pretende mejorar la calidad de vida de estos niños. La gran mayoría no están diagnosticados de su enfermedad. Se ha abierto un centro al que asiste un médico especialista para atender esos problemas. La misión empezó con poco más de 20 niños. Ya van por 300.

¿Por qué ha elegido Venezuela para ayudar?

Málaga lleva mucho tiempo presente en este país. Siempre ha habido algún cura malagueño por este país. Y la Diócesis decidió solicitar al obispo de allí que nos designara una parcela para poder trabajar en la fe.

¿Es la primera vez que realiza un viaje de estas características?

Sí, es la primera vez.

¿Y cómo lo afronta?

Con nervios y con ilusión. Realmente tampoco sabe uno lo que se va a encontrar. Está claro que vas a hacer un viaje que no es de turismo. Pero el sacerdote que me acompaña ha estado allí muchos años de misionero y eso me da mucha tranquilidad.

¿Por qué ha decidido sacrificar lo que podrían ser unas vacaciones tranquilas para viajar a una zona donde, lamentablemente, se sufren muchas carencias?

Tengo inquietud de conocer otra pastoral y de vivir el sacerdocio desde unas condiciones que no son las que tenemos aquí. Allí los medios son mucho más precarios. Las situaciones son mucho más difíciles a nivel humano por la pobreza, pobreza entendida desde el aspecto material y también desde el aspecto religioso. De algo que se alegran allí algunos núcleos de indígenas es de que el misionero se llegue personalmente a verlos, porque nunca ha ido un cura y nunca se ha preocupado nadie de ellos. Eso les llama a ellos mucho la atención: el que vaya allí una persona a verlos en nombre de Cristo. Ellos piensan que no les importan a nadie.

¿Qué es lo que no va a faltar en su maleta, algún objeto que lleve siempre consigo?

Un rosario. ¡No es un amuleto! ¿eh? (risas). Es un rosario de plástico, pero muy bueno, porque son de los que no se rompen al pasar las cuentas. Le tengo mucho cariño porque he rezado mucho con él. Es curioso como hay muchas cosas, como un rosario, que te dan seguridad…

¿Se llevará algún libro?

Tan solo un breviario. Nada más. No voy allí a hacer lecturas. ¡Cuando vuelva, leeré!

Hemos hablado de su viaje, pero también me gustaría preguntarle acerca de su labor de párroco en Nuestra Señora de las Angustias, donde lleva tres años. ¿Está presenciando situaciones particularmente difíciles, por la crisis?

Me has comentando, antes de empezar esta entrevista, que has visto mucho movimiento aquí. ¡Si hubieras venido un jueves, que es cuando tenemos la acogida de Cáritas, te hubieras dado cuenta de lo que hay! ¡Cuánta necesidad!

¿Es difícil para usted ver a tantas familias pasando un mal trago?

Mucho. Tienes que vivir con ellos su preocupación y te duele. Nosotros somos conscientes de que con lo que hacemos, que es bastante, no le solucionamos la vida a nadie. Y siempre acabamos preguntándonos cómo podrá vivir esta persona. Cómo llegará a fin de mes, porque con lo que aquí le damos es imposible… Hay que escuchar a las personas. Lo importante no es solamente darles. También escucharles.

¿Qué echará de menos de Málaga durante el mes que estará fuera?

Echaré de menos a la gente que me rodea en la parroquia y la cercanía de la familia. Seguramente, también, las comodidades que tenemos. Aquí estamos acostumbrados a abrir un grifo y que salga agua, a pulsar un interruptor y que se encienda la luz…Si me sucede algo sé que tengo un hospital estupendo al lado, una farmacia en la esquina. Viniendo uno de aquí, allí lo voy a notar seguro.

¿Una cita o frase que pudiera reconfortarle en este viaje, si hubiera un momento duro?

“Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Me gustaría pedirle un consejo para quienes nos quedamos aquí en Málaga, quizá apurando los últimos días de vacaciones…

Yo pienso que porque estemos aquí, en un lugar con una serie de posibilidades que no tienen otras personas, tampoco podemos vivir esa situación mal. Lo que nos tiene que hacer es abrir los ojos y saber que, lo que tenemos, lo tenemos que compartir. Si tienes hay que darle gracias a Dios por lo que tienes, no acapararlo y ponerlo al servicio de los demás.

Su experiencia puede seguirse a través del blog "Ligero de equipaje".

Autor: Ana Oñate

Más noticias de: Entrevistas