DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

¡Proclamamos tu resurrección!

Publicado: 20/04/2003: 951

Pastoral de Mons. Dorado Soto
Domingo de Resurrección

El Papa Juan Pablo II acaba de hacer pública una nueva Encíclica, que vio la luz el día de Jueves Santo y trata de la Eucaristía. Os invito a leerla, a estudiarla y a meditarla sosegadamente, tanto de manera personal como de forma comunitaria, en grupos. Es una catequesis actualizada y viva sobre una de las fuentes más ricas en que se apoya y se alimenta nuestra fe. Mientras los católicos estamos celebrando y proclamando la resurrección de Jesucristo, es importante recordar, con palabras de la Carta Apostólica “El día del Señor”, que “en la misa dominical es donde los cristianos reviven de manera especialmente intensa la experiencia que tuvieron los apóstoles la tarde de Pascua, cuando el Resucitado se les manifestó estando reunidos” (n. 33).

Por eso, después de la consagración del pan y el vino, proferimos la exclamación “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!”, o alguna otra equivalente. Nosotros creemos que Jesucristo ha resucitado verdaderamente y está vivo en medio de los hombres. Es un misterio tan profundo que la inteligencia humana se resiste a aceptarlo. Cuando San Pablo proclamó este acontecimiento ante los sabios de Atenas, dice el libro de Los Hechos que “unos se burlaron y otros dijeron: ‘Sobre eso ya te oiremos otra vez” (Hch 17, 32). También entre los cristianos surgió una resistencia fuerte a tomar la resurrección de Jesucristo en su sentido más real y el Apóstol Pablo les llegó a decir que si no aceptaban esta afirmación de fe, “habríais creído en vano” (1Co 15, 2).

A lo largo de cincuenta días, la Iglesia nos irá presentando, a través de la sagrada Escritura, con la paciencia de Cristo al hacerse compañero de camino de los discípulos que iban a Emaús, la realidad y el sentido hondo de su muerte y de su resurrección. Si nuestro corazón se torna acogedor y se abre al regalo divino de la Palabra, veremos cómo empieza a germinar en nuestro interior esa paz profunda que nos ofrece el Señor resucitado y cómo se transforma lentamente nuestra mirada con la luz de la fe. Y en medio de este mundo sometido al pecado, descubriremos que es posible una vida diferente a la que nos ofrece la ideología sin Dios.

La resurrección de Jesucristo no es solamente el “sí” de Dios Padre a la vida y la historia de Jesús de Nazaret, sino la fuente viva de la que mana la gracia sacramental (cf SC 61) y la garantía de nuestra futura resurrección. Fortalecida por la gracia sacramental y continuamente alimentada por la Palabra, la fe en la resurrección no se debe quedar en una convicción más o menos firme, sino que se ha de poner de manifiesto también en un estilo de vida diferente. Con palabras de San Pablo, el que ha resucitado con Cristo tiene que revestirse, “como elegido de Dios, santo y amado, de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia”, aceptando a los demás como son y perdonando a todos cuando sea necesario. Y en particular, se tiene que revestir del amor de Jesucristo, un amor afectivo y efectivo (cf Col 3, 1-17). 

+ Antonio Dorado,

Obispo de Málaga.

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
Más artículos de: Cartas Pastorales Mons. Dorado
Compartir artículo