DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

Os deseo una alegre celebracion de Navidad

Publicado: 18/12/2005: 901

Carta Pastoral Mons. Dorado Soto
Domingo IV de Adviento

“Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al Maligno. Os he escrito a vosotros, hijos míos, porque conocéis al Padre”. A estas palabras de la primera carta de San Juan, con las que se dirigía a todos los cristianos, deseo unir las de San Pablo, cuando decía a la comunidad de Filipo: “Estad alegres; que vuestra bondad sea conocida de todos, porque el Señor está cerca”. Los católicos nos estamos preparando para celebrar la Navidad, una fiesta que no sólo nos recuerda el acontecimiento más importante de la historia, sino el fundamento principal y primero de nuestra fe: que el Hijo unigénito de Dios nació en Belén, para compartir nuestra condición humana y hacernos partícipes de su condición divina. Es natural que estemos alegres y contagiemos nuestra gratitud, nuestra fe y nuestra esperanza.

Al hacerse hombre, aceptó el riesgo de que muchas personas no reconocieran su identidad profunda y pasaran de largo junto a Él. Es lo que sucede también hoy con los que han convertido estas fechas en una ocasión más para sus negocios y para la evasión. En lugar de quejarnos de ello y de caer en la tentación del consumismo, los cristianos tenemos que aprovechar todo lo bueno que tiene el sentido de la fiesta y de la familia, mientras hundimos las raíces en el misterio profundo del nacimiento del Señor. Es algo que se tiene que notar en nuestra paz interior, en nuestra apuesta por el hombre y en nuestra bondad humilde. Y lo conseguiremos si cada hogar cristiano es un oasis de fe, de amor sin condiciones y de esperanza frente a las amenazas del mal.

Como les he dicho a los sacerdotes, a las religiosas y a los religiosos, lejos de ser ocasión para el desaliento o para malgastar nuestras energías criticando lo que hacen los demás, la Navidad ha de ser un tiempo propicio para la contemplación, la conversión y la gratitud, porque el Señor viene en persona a buscarnos. ¡Que el asombro emocionado inunde vuestro corazón para que brote de él la oración de alabanza ante la cercanía sorprendente de Dios!

Y al adorar al mismo Dios en la persona de un niño pobre que nace al margen de la ciudad, no olvidéis lo que dijo Jesucristo sobre su presencia viva en los marginados y en los que sufren, porque Él nos sigue esperando en la soledad de los mayores, en el frío de los que no tienen casa, en la falta de intimidad de los que viven hacinados, en el sufrimiento de las personas maltratadas y en la desesperanza de los que han perdido las ganas de vivir. También en los jóvenes que necesitan recurrir al alcohol y a las drogas para encontrar una ración efímera de evasión y de compañía cada fin de semana.

Os invito a pedir al Señor que reavive nuestra esperanza y nos conceda los ojos de la fe para abrir nuestro espíritu a los dones de la paz, del sentido de la vida, del amor y de la alegría, pues está cerca y vamos a celebrar su nacimiento en Belén. Que San Juan no tenga que decir de nosotros aquello tan tremendo de que el Mesías “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”, porque amaban más las tinieblas que la luz. Sabéis que a cuantos lo recibieron les dio la gracia maravillosa de convertirse en hijos de Dios.

Es lo que os deseo a todos mientras os invito a proclamar esta fe, con obras y palabras llenas de respeto y sabiduría, a cuantos han perdido su confianza en Dios y en el hombre.


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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