DiócesisCartas Pastorales Mons. Dorado

A Dios den gracias los pueblos

Publicado: 07/09/2008: 746

La oración es el centro de la vida cristiana, porque nos pone en la presencia de Dios y nos dispone a cumplir su voluntad. Jesús nos enseñó que la intensidad de nuestra fe se conoce por los frutos de buenas obras que produce, especialmente por el amor a los más pobres, pero sabemos también que es Dios quien nos capacita para amar y quien acrecienta nuestro amor. Por eso, cuando los creyentes centramos la mirada y el corazón en Dios, no nos alejamos de la vida ni del servicio a los demás, sino que aprendemos a mirarlos con los ojos de Dios y a convertirnos en sus manos para acariciarlos. Nosotros no podemos olvidar que la oración sincera es el núcleo más profundo de nuestra fe, y la fuente de toda autenticidad evangélica.

Esta convicción me lleva a que, al reanudar las actividades después del verano, os invite a dar gracias al Señor, nuestro Dios. Nuestros mayores, que vivían del campo, centraban su acción de gracias en la recolección de los frutos de la tierra; nosotros, hoy, en un clima cultural muy diferente, nos fijamos en los días de merecido descanso que hemos disfrutado, en una dedicación mayor a los hijos, en encuentros familiares de diversa índole y en haber dispuesto de tiempo libre para realizar algún proyecto o algún viaje.

Esta acción de gracias nos enseña a profundizar en el don de la vida que hemos recibido de Dios y en el sentido de la misma. Con frecuencia, sólo nos damos cuenta de su grandeza y de su fragilidad cuando nos vemos amenazados por la enfermedad o por el paso de los años, pero la fe nos invita a vivir con alegría y con amor “el hoy de Dios”, el momento presente, con toda su riqueza y con sus problemas.

El estilo de la vida moderna nos incita a permanecer en la superficie de las cosas y a dejarnos llevar por el ritmo trepidante que imponen los otros; nos quita tiempo para pensar y capacidad para preguntarnos de dónde venimos y hacia donde caminamos. Sin advertirlo, nos dejamos arrastrar por la publicidad, la propaganda y las ideologías. Es natural que se produzca en muchos de nosotros ese vacío interior que nos causa cierto malestar más o menos consciente y que nos arrastra a una sensación difusa de cansancio interior, a la melancolía y al pesimismo. Son las huellas dolorosas de eso que algún novelista ha denominado “la era del vacío”.  

La oración, y en este caso la oración de acción de gracias, nos lleva a sobrepasar los límites de lo inmediato, a descubrir la dimensión profunda de la existencia que se nos ha dado y advertir que venimos de Dios y caminamos hacia Dios. Este horizonte de sentido nos permite vislumbrar, mediante la luz de la razón, aquellos valores humanos permanentes sobre los que se ha de edificar la vida humana. Pero sabedor de nuestra pequeñez y de nuestra debilidad, Dios ha venido en nuestra ayuda, en la persona de su Hijo Jesucristo, que nos ha esclarecido el misterio de Dios y el misterio del hombre.
Tenemos, pues, motivos abundantes para dar gracias a Dios y para reemprender con buen ánimo las tareas de cada día: los motivos de quien se sabe guiado por un Amor invisible que nos ha dado la vida, nos acompaña al caminar y nos espera con los brazos abiertos. Y hoy lo vamos a hacer de la mano de la mano de la Virgen, Santa María de la Victoria, Patrona de la diócesis de Málaga, cuya fiesta celebraremos mañana con alegría filial. 


+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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