Culto a los patronos de Málaga

Publicado: 04/06/2010: 2441

Conoce el origen y desarrollo de cómo se han venerado a San Ciriaco y Santa Paula.

Cuando los Reyes Católicos entraron triunfantes en Málaga en agosto de 1487, tras un asedio de tres meses y once días, no encontraron un solo cristiano natural ni vecino della[1], sino unos cuantos centenares hechos prisioneros a causa de la guerra. La ciudad, cristianizada muy tempranamente como toda la Bética, había podido mantener durante las primeras centurias del dominio musulmán tanto una comunidad mozárabe estable como viva la sede episcopal residencial, hasta que entrado el siglo XII con la irrupción de los almohades, la persecución se generalizó de tal modo que, a partir de esa fecha, los romano pontífices tuvieron que limitarse a nombrar prelados in partibus infidelium[2].

La toma de esta plaza constituyó para los monarcas cristianos el refrendo de que su propósito de conseguir la conquista completa del reino de Granada iba a ser pronto una realidad. Reconfortados por esta perspectiva, una de sus primeras resoluciones fue comunicar al entonces papa Inocencio VIII la victoria obtenida, obsequiándole de paso con un centenar de cautivos musulmanes y otros presentes provenientes del botín. El Pontífice, muy sensibilizado de lo que suponía el peligro expansionista del Islam, que en sus días se concretaba en la amenaza turca contra Sicilia, quedó muy complacido con estas noticias y les escribió felicitándolos por haber obtenido la restitución de Málaga para la cristiandad, a la vez que les confirmaba la memoria de ciertos santos en estos términos: "...Laetus Romanus Pontifex rescribit, certos faciens Catholicos Principes, Malacitanam urbem sanctorum Cyriaci et Paulae Martiris Sacratam quodque protomartyri Stephano lapidibus obruti similes”[3].

Los Reyes Católicos tomaron con la debida consideración la recomendación papal porque ya para el año 1488 dispusieron erigir en su honor la parroquia de los Santos Mártires Ciriaco y Paula; y, poco después, al conceder las armas municipales a Málaga, resolvieron que en ellas aparecieran representadas las imágenes de "los dos bienaventurados que en la dicha ciudad fueron martirizados... cada uno en par de las torres de Gibralfaro,"según se especifica en la Real Cédula expedida el 30 de agosto de 1494[4].

La rapidez de estas disposiciones debió favorecer las aspiraciones piadosas y a la vez propagandísticas de algunas órdenes religiosas, ya que varios autores de la época llegaron a afirmar que antes siquiera del cerco castellano a Málaga, un monje jerónimo había dado a conocer a los reyes la existencia de los santos mártires, haciéndoles prometer que tras el triunfo obtenido por su intercesión, quedaban obligados por voto a dedicarles una iglesia[5]. Narración esta parecidísima a la que se conserva referente a Santa María de la Victoria, patrona de la ciudad, aunque en este caso los frailes proféticos eran mínimos de la orden de san Francisco de Paula[6].

 

REFERENCIAS E INCERTIDUMBRES HISTÓRICAS

 

Aceptando que la historia de los martirios se establece bien por fuentes directas, según nos lo cuentan o, por lo memos, según algún testimonio fidedigno[7], debemos reconocer que las actas originales referentes a nuestros mártires, no han llegado a nosotros. Aunque es cosa sabida, no nos resistiremos a recordar que estos documentos no son más que la trascripción, parcial o total, de los procesos verbales redactados por los acusadores paganos, guardados en los archivos oficiales y a los que los cristianos llegaban a acceder por algún medio para así autentificar la muerte ejemplar de sus correligionarios.

Al no conservarse ningún texto de la época acerca de Ciriaco y Paula, su memoria, que como veremos más adelante ha provocado toda clase de controversias entre los historiadores, está fundamentada en la parca y tardía mención que de Ciriaco y Paula hace el llamado Martirologio de Usuardo, compuesto por el monje de este nombre que fue comisionado por el rey franco Carlos II, llamado El Calvo, hacia el año 858 para que recogiera toda la documentación que pudiera obtener in situ sobre los santos hispanos; religioso que sí pudo tener aceso a los ejemplares de las actas martiriales primitivas, hoy perdidas. Es pues su escrito la mención más antigua y, por consiguiente, fundamental para legitimar la autenticidad de estos santos. El texto en cuestión especifica: "Malaca in Hispania Sanctorum martyrum Ciriaci et Paulae virginis qui, lapidibus obruti, post multa tormenta sibi illata, inter saxa animas coelo reddiderunt"[8].

Posteriores al martirologio de Usuardo existen varios códices, como el de Cerdeña, hoy en el Museo Británico, unos cuantos calendarios mozárabes y el discutidísimoHimnario de Toledo, ya del siglo X y al parecer copia de otro anterior, que recogen igualmente la tradición piadosa de los mártires aportando al relato del proceso y muerte un buen número de detalles comunes o aplicables a otros mártires víctimas de la misma persecución, tales como la negativa a sacrificar a los dioses, el interrogatorio por parte de un magistrado y, tras el tormento, la intervención sobrenatural del cielo que envía una oportuna tempestad para ahuyentar a los verdugos y hacer posible que los cristianos rescatasen sus cuerpos. Cualquiera de los mencionados documentos pudo servir de fuente de la que se sirvió Inocencio VIII (el papa de una sola canonización, lo que demuestra, por otra parte, su rigorismo en estos planteamientos hagiográficos) para certificar el culto de Ciriaco y Paula a los Reyes Católicos.

La fiesta que les fue dedicada quedó finalmente fijada por el Breviario Romano el día 18 de junio, fecha de su ejecución según recogió el susodicho Usuardo, especificando además que los sucesos martiriales ocurrieron hacia el año 303, durante la persecución desencadenada por el emperador Diocleciano, especialmente virulenta en Roma, Hispania y la Mauritania. La época hace, por tanto, a Ciriaco y Paula coetáneos de san Vicente, diácono de Zaragoza, del prolífico (en lo espiritual y en lo carnal) san Marcelo y de los santos Servando y Germán, flamantes patronos de Cádiz, por poner sólo unos cuantos ejemplos cercanos. Más interesante resulta constatar que, ateniéndonos a las fechas expuestas, fue también contemporáneo de ellos san Patricio, el primer obispo conocido de la diócesis malacitana como lo demuestran las actas del Concilio de Illiberis y el cual, curiosamente, ha estado siempre relegado en el recuerdo, el arte y el culto en beneficio de los santos mártires. En los antiguos e ingenuos gozos que se cantaban en las celebraciones en honor de los patronos ya se decía al respecto:

Pues por dicha sin igual

Fuisteis a Málaga dados

Libradnos, como Abogados,

De la ira celestial.

 

Por la humilde sumisión

Con que a la voz de Patricio

Abrazasteis muy propicios

La luz de la Religión

Sosteniendo con tesón

De la fe el antemural...[9].

En otro orden de cosas, hemos de reseñar en cuanto a los nombres de los patronos que se ha querido ver en ellos la prueba de su innegable origen grecorromano, aún cuando en el caso de Ciriaco se haya levantado alguna voz que ha planteado que su patronímico pudo haber sido realmente Siriaco, con lo que se indicaría una probable ascendencia oriental, siendo posteriormente confundido o transformado en el griego Kyriakos (= ‘servidor del Señor’) equivalente a los latinos Ciriaco y Domingo[10].

Otro dato llamativo a tener en cuenta es la constatación de que los textos alusivos a su proceso especifican la lapidación como la forma empleada para ejecutar su martirio. Algo de un uso tan infrecuente en los relatos que se conservan de los mártires del ámbito romano, que hasta el mismo papa Inocencio VIII tuvo que recurrir al símil de comparar sus muertes con la del protomártir neotestamentario san Esteban, en este caso plenamente explicado su tormento por el contexto judío al que pertenecía. No debemos olvidar que la lapidación era una de las prácticas empleadas para cumplir la pena de muerte, reglamentada tanto en el Levítico como en el libro de los Números.

No son solamente estas especulaciones historicistas sino también, para muchos, lo insatisfactorio de los textos conservados, en gran medida escuetos y oscuros, incapaces de resolver las incertidumbres generadas en torno a los santos, lo que provocaron que a partir del siglo XIX se levantaran las primeras voces cuestionando la tradición secular de Ciriaco y Paula, no tanto de su existencia, como del suelo que pisaron. De ahí que haya desde quienes, como los eruditos locales Narciso Díaz de Escovar o Francisco Guillén Robles, nieguen a Málaga como el lugar de su martirio, hasta quienes lo ubican en Cartagena o en alguna población del romanizado norte de África[11]. Tengamos presente sobre esta última hipótesis que se conocen casos de mártires africanos cuyo culto fue propagado en la Península y que con el transcurso del tiempo llegaron a ser considerados como santos hispanos. Por contra, otros autores como Urbano Carreter, el académico de la Historia P. Fidel Fita o el canónigo malagueño Emilio Ruiz defendieron la autenticidad de la tradición que los quiere malagueños[12].

 

TRADICIÓN Y BÚSQUEDA DE LAS RELIQUIAS

 

Junto a los datos que nos proporcionan los testimonios de la Historia, corren paralelos aquellos otros transmitidos y adornados a través del tiempo con toda clase de florituras, que surgen ante la necesidad natural de satisfacer la curiosidad devota de las gentes. Algunos de estos relatos basados en una supuesta tradición oral, especialmente los referentes al lugar del martirio y al de la sepultura, fueron recogidos por plumas tan relevantes como la de los célebres sacerdotes Martín de Roa y Enrique Flórez. Escribe el primero de ellos al respecto: "...las sepulturas estaban extramuros de Málaga, próximas al río y frente al mar, hasta donde llegaban las luminarias de la fe de las gentes..."[13]Y el religioso agustino, por su parte, explica: "[Los mártires] fueron apedreados junto al río, donde estaban más a mano las piedras, y aunque no se sabe de cierto el lugar de su sepulcro, se presume haber sido en el mismo sitio del martirio o cerca de él,  por una tradición que hay en aquella ciudad, de haberse visto en diversos tiempos, y por diversas personas, milagrosas luces en este río"[14].

Y es que la búsqueda del enterramiento de los patronos llegó a rayar casi en obsesión en algunos sectores eclesiásticos y sociales de Málaga y no sólo en la época barroca en que el culto a las reliquias estaba en pleno apogeo sino incluso en tiempos muy recientes, como más adelante indicaremos. Estos intentos, infructuosos todos, fueron alentados en gran medida por las tradiciones expresadas que los suponían sepultados en las proximidades del río Guadalmedina.

Varios sectores de la zona atravesada por el hoy lecho seco de este río, en aquel entonces extramuros de la capital, eran los que parecían reunir más posibilidades para albergar los cuerpos de los santos. Así, los franciscanos moradores del antiguo convento de Miraflores de los Ángeles, hoy convertido en asilo, que data de 1584, mantuvieron siempre que en sus terrenos se encontraban los enterramientos, pudiéndolo demostrar, según decían, gracias a ciertos documentos que obraban en su poder[15]. Todavía podemos ver a la entrada del recinto una cruz en cuyo pedestal de piedra hay grabada una inscripción latina que hace alusión a esta tradición[16].

Otro de los sitios que se disputaba el honor de albergar los restos fue el todavía conocido como de Martiricos, donde se alzó la ermita de igual nombre en honor de los patronos. Este curioso diminutivo parece hacer referencia a la creencia popular acerca de la corta edad que se les atribuía a Ciriaco y Paula; o bien debe corresponder a un apelativo cariñoso usado para referirse a ellos y que es algo muy común por estos lares. La mencionada ermita se construyó hacia 1630 por Cristobal Remón y se hallaba enclavada justo en el camino que subía desde el Guadalmedina hasta el arroyo de los Ángeles. La modesta construcción se encontraba casi en ruinas a comienzos del siglo XIX según la declaración de su capellán Juan Tomás Reguera y Morcillo y, ya para los años de la invasión napoleónica, su abandono fue total según el mismo sacerdote refiere: "...después de haber estado en dicha capilla la tropa francesa... algunas gentes sin temor de Dios, han robado lo poco que quedaba, arrancando puertas, cerrojos y cuanto en ella había"[17]. En este triste estado permaneció hasta que en 1889 lo que restaba de su alzado fue integrado en la nueva construcción del Colegio de niñas huérfanas regido por la comunidad de religiosas de los Desamparados[18].

Aparte de estos ejemplos hay numerosa documentación acerca de las excavaciones realizadas en distintos puntos de la ciudad (calles del Carril, Santos...) en búsqueda de las reliquias, emprendidas por particulares y visionarios durante los siglos XVII y XVIII, hasta las promovidas por el mismísimo Ayuntamiento a mediados del siglo XIX[19]. De lo vigente que seguía por esta centuria este anhelo entre sentimental y piadoso, es muestra no sólo esta iniciativa municipal sino el contenido de una de las oraciones que acompañaban una de las tantas novenas compuestas por aquel tiempo en honor de los patronos y en la que se impetra a éstos taxativamente: "...elevad a la presencia del Altísimo nuestras súplicas y ruegos... y haced en fin que tengamos la dicha apetecida de hallar y adorar las apreciables reliquias de vuestros cuerpos"[20].

Los últimos intentos son también los que arrojaron mayores, aunque dudosísimos, resultados. Tuvieron lugar en los primeros meses del año 1970 con el descubrimiento por parte de la Escuela de Arqueología Luis de Velasco, de dos estructuras funerarias de época romana en el sitio donde se encontraba la Huerta Godino, dentro de la referida zona de Martiricos. La circunstancia de encontrarse en ellas dos osamentas pertenecientes a unos jóvenes y una de ellas con la particularidad de presentar una fractura en el parietal derecho que pudo provocarle la muerte, disparó la imaginación popular y el sensacionalismo de los distintos medios de comunicación locales, que anunciaron alegremente el hallazgo de los cuerpos de los patronos. La polémica quedó zanjada tras un estudio metódico por parte de especialistas que constataron que no había ninguna justificación para afirmar tal cosa, dado que no se encontró vestigio alguno de basílica o de martyrium que probara un culto paleocristiano en torno a los restos como es de presumir que debió de existir en Málaga si es que realmente Ciriaco y Paula fueron naturales de ella[21].

 

ICONOGRAFÍA DE LOS SANTOS MÁRTIRES

 

Otro apartado importante a la hora de recoger, aunque sea a grandes trazos, la historia de los mencionados santos, es el tratamiento que éstos han recibido por parte del arte. Las representaciones figurativas más antiguas que de ellos conservamos -sino son las primeras- son los dos paneles pintados al óleo pertenecientes al retablo gótico de santa Bárbara en la capilla de esta advocación sita en la Catedral de Málaga. Están retratados san Ciriaco a la izquierda y santa Paula a la derecha del cuerpo del referido conjunto retablístico en los guardapolvos que lo flanquean y constituyen la nota hagiográfica local entre la selección de santos de proyección más universal que allí también figuran. Él, amarrado al tronco de un árbol, con aspecto un tanto monacal que incluye hasta la tonsura del cabello, aspecto éste que debe guardar relación con la etimología de su nombre (=‘concerniente al Señor’) que ya comentamos; y ella, con expresión serena, sosteniendo un libro de oraciones, sin ninguna atadura o recuerdo martirial. Estas representaciones nos demuestran sin duda que cuando fueron ejecutadas, muy a comienzos del siglo XVI, el culto retomado a los mártires debía ser tan novedoso que su iconografía aún no había fraguado en los modelos posteriormente seguidos. Igualmente en la Catedral, que es el templo que más cantidad de retratos de estos santos alberga, hay dos lienzos colgados en la capilla de la Virgen de los Reyes casi tan antiguos como los descritos con anterioridad. En este caso los mártires muestran pesarosos a los fieles en sus manos unos guijarros como atributos del suplicio que sufrieron.

Como excede a nuestros parcos propósitos el confeccionar una relación exhaustiva de todas las piezas artísticas en las que aparecen, nos limitaremos a continuación sólo a constatar aquellas que por su curiosidad o variantes iconográficas pueden resultar más interesantes. Todas ellas se circunscriben al ámbito local, porque aunque en apartados siguientes veamos la proyección que en otros aspectos han tenido los patronos fuera de nuestras fronteras, estos casos han sido puntuales y de matiz litúrgico y no han generado ninguna representación artística que sepamos. De haber alguna excepción, quizás habría que buscarla en el famoso Colegio de san Ciriaco y santa Paula, más conocido como de Málaga que fundó en Alcalá de Henares el obispo malagueño Juan Alonso de Moscoso en 1611[22].

Resulta obvio que su iconografía se basa fundamentalmente en las crónicas y en los relatos piadosos que narran su historia, con notables diferencias entre unas y otros. La idea general coincide en atribuirles una edad temprana e incluso hay versiones que los presentan como niños y hermanos entre sí, puede que por influencia de la tradición de otros mártires muy famosos como Justo y Pastor, o por el hecho de que el nombre de la santa derive del adjetivo latino poco, pequeño. Sea como fuere no han llegado a nuestro conocimiento ninguna representación que los muestre en tan tierna edad y todas las conservadas coinciden en mostrarlos como jóvenes. El otro rasgo iconográfico más común incide en el hecho decisivo de su lapidación por lo que generalmente se les muestra atados en espera del tormento o recibiéndolo. Es en este último detalle donde ya existen diferentes versiones según la creatividad de los artistas.

Aquí debemos hacer notar que en el pasado las imágenes de los santos más celebradas y que en cierta manera debieron servir como referentes para otras creaciones, fueron las que repujadas en plata a fines del siglo XVI, presidían las procesiones públicas patrocinadas por los cabildos eclesiástico y civil. Lamentablemente se perdieron durante la francesada y sólo tenemos referencias escritas muy escuetas sobre la apariencia que presentaban. Aún así debieron de sufrir modificaciones en algunas épocas, ya en 1604 por ejemplo, hay constancia de una reparación o limpieza que es aprovechada para “que les quiten los rayos que tienen en las espaldas...”[23].

En las tallas de madera que gubiara Jerónimo Gómez de Hermosilla para el antiguo tabernáculo de la Catedral malacitana en el siglo XVII, cedidas desde 1945[24]en depósito a la parroquia de los Santos Mártires, figuran éstos situados ante unos árboles, con las miradas dirigidas a lo alto y blandiendo palmas en alusión a la victoria alcanzada con su sangre. Por sus actitudes y dado que sus miembros están libres de cualquier sujeción, no parece que el artífice los quisiera representar amarrados a los troncos, aún cuando por costumbre se les enredan unos cíngulos por las muñecas para simular las ataduras. Estas imágenes se encuentran actualmente presidiendo el altar mayor de la mencionada iglesia que les está dedicada y son titulares de la Piadosa Congregación que cuida de su culto con admirable celo. Por el contrario en las esculturas esculpidas en mármol pertenecientes al conjunto clasisista de la capilla de la Encarnación de la Catedral se nos muestran ya inmovilizados por las extremidades a unos árboles secos.

Otra variante la ofrece una conocida ilustración contenida en una carta privilegio de Felipe V al concejo malagueño y que se custodia en el archivo municipal. Allí se ven a los mártires abrazados triunfalmente a sendas columnas toscanas, siendo igual de sorprendente en esta versión iconográfica el atavío marcial que luce san Ciriaco.

Igualmente original es el modelo que sigue el relieve en piedra que se halla en el paseo de la Farola formando parte de un conjunto conmemorativo del inicio de las obras del puerto erigido por el marqués de Villafiel[25]. En esta pieza, toscamente ejecutada, se nos muestra a la santa pareja fuertemente enlazada, con los brazos hacia atrás, a los consabidos árboles que en esta ocasión resultan ser palmeras.

Digamos también que abundan en nuestros días las representaciones pictóricas y figurativas de los santos, no tanto por devoción, que sigue siendo muy restringida, sino por el buen criterio de las pujantes cofradías de Pasión que los suelen incluir en sus enseres y andas procesionales. Por regla general siguen las pautas establecidas en cuanto a su iconografía salvo, por eso la incluimos en este peculiar recuento, en una cartela de plata en el trono de Nuestro Padre Jesús Orando en el Huerto. En este relieve se vislumbran insólitamente desnudos, asidos a los árboles, aunque ello se explica, por lo menos en el caso san Ciriaco, porque los orfebres se inspiraron claramente para realizarlo en la conocida pintura de San Sebastián, ejecutada por Juan Antonio Bazzi, más conocido por Sodoma, que se expone en los Uffizi de Florencia.

En otro apartado distinto, mucho más inédito, se encuentran los sellos hagiográficos. A partir de 1853, distintas parroquias de Málaga comenzaron a emplear, en la documentación que emitían, sellos de validación, normalmente de caucho. Una de éstas fue la de los Santos Mártires Ciriaco y Paula, pero dado que su archivo desapareció entre las llamas, como todo el edificio, en 1931, apenas si hay un legajo con documentación de dicha parroquia. Perdido en la misma fecha y por iguales motivos el Archivo Diocesano, sólo una parte de la sección de Expedientes Matrimoniales del mismo se libró del fuego. En ella hay abundante material procedente de esta parroquia y en el mismo hemos podido encontrar los dos sellos que se emplearon en el siglo XIX.

El primero de ellos aparece en partidas de bautismo fechadas en julio de 1853 y se seguirá utilizando hasta 1863. Tiene forma ovalada y mide 3,30 cm. por 3,90. La leyenda rodea un óvalo menor (2,30 cm. por 2,80) y lleva el nombre de la parroquia en forma abreviada y el lugar, en la parte inferior, todo ello con caracteres capitales: "Parroquia de los Santos Mártires. De Málaga". Entre los dos textos, dos signos en forma de soles o puntos estrellados.

En el centro encontramos una representación de san Ciriaco y santa Paula con ecos de grabados en el rayado del cielo. San Ciriaco se encuentra a la izquierda sosteniendo una palma con su mano derecha y levantando un dedo de la izquierda. Santa Paula, simétricamente, tiene la palma en la mano izquierda y el brazo derecho sobre el pecho. Ambos visten túnicas cortas con los brazos y las piernas desnudos y llevan resplandor alrededor de las cabezas. San Ciriaco lleva manto, es imberbe y mira al frente; santa Paula contempla la mano de su compañero que apunta al cielo. Sobre el suelo se ven algunas plantas y las consabidas piedras como signos visibles de su martirio.

Desde 1863 hasta 1899 aparece en uso el segundo sello de la Parroquia. Probablemente se trata del mismo pues en los últimos documentos está muy deteriorado y desgastado. No sabemos hasta qué fecha se siguió empleando porque a partir del siglo XX no hay documentación en esta sección del Archivo Histórico Diocesano. La forma y leyenda de este segundo sello es semejante a la del primero. Las dimensiones son levemente distintas: 3,20 por 4 cm. el óvalo exterior y 2,10 por 2,80, el interior.

La representación de los mártires ha variado: san Ciriaco sigue a la izquierda, barbilampiño, pero los dos están atados a unos árboles sin hojas, con los brazos abiertos, vestidos a la usanza del siglo XVII y mirando al frente. San Ciriaco va calzado con botas y los dos tienen resplandor, esta vez sobre las cabezas, con un punto en el centro. Ambos van sobre una peana que se estrecha en la parte inferior, tomando la forma de carrete tradicional de Málaga, lo que hace sospechar que algunas de las imágenes de los santos veneradas en su parroquia pudieron servir como modelo.

 

CULTO OFICIAL

 

De los dos modos de reconstrucción de la historia de un martirio[26], al no contar en este caso más que con una fuente secundaria, hemos de seguir el testimonio del culto, pues  lex credendi, lex orandi.

De la memoria que de los mártires Ciriaco y Paula se hacía en su dies natalis, el 18 de junio, nació su culto como santos perpetuado en la ciudad de Málaga. Extendido, como hemos visto, a través de la liturgia hispana, su celebración debió seguir el mismo sistema de los textos eucológicos mozárabes con especial referencia a su martirio y al significado de sus nombres para desarrollar enseñanzas espirituales y teológicas. Ejemplo de ello es el mencionado Himnario de Toledo.

Pero cuando se impone la liturgia romana, es la noticia, fidedigna, de Usuardo de Saint-Germain la que da pie a la continuidad de su culto. Su Martirologio fue el punto de partida del oficial que redactara en 1584 el cardenal Baronio por encargo del papa Gregorio XIII. En él se recoge textualmente la reseña del benedictino y fue extendido a toda la Iglesia. Pero la celebración de san Ciriaco y santa Paula quedó reducida a los reinos hispánicos por la bula Pastoralis Officii, de 30 de diciembre de 1573, por el mencionado papa. Aunque era general para toda España con la categoría máxima que había establecido el Breviario tridentino de san Pío V, de 1568: era fiesta doble. Y se había de celebrar no sólo en los reinos de Castilla y León[27]sino en todas las provincias españolas "Insularum et terrae firmae Indiarum dicto regi Catholico subjectarum”[28]. Con ello su culto pasó a celebrarse en tierras de América y Filipinas más allá de su sujeción a la corona española, perpetuándose en los territorios independizados como santos españoles hasta el siglo XX. Así, en la archidiócesis de Manila, en 1910, se sigue celebrando su fiesta doble, como santos españoles[29], en todo igual a la que se estableció para ellos a principios del siglo XVII.

Con anterioridad a la Contrarreforma tridentina, nuestros santos se conmemoran, como es costumbre, remitiéndose al común de varios mártires[30]. Pero la individualización que se inicia a finales del siglo XVI en cuanto a la redacción de formularios eucológicos propios para cada santo, alcanza a san Ciriaco y a santa Paula con la llegada a la diócesis de Málaga del obispo Luis Fernández de Córdova, en 1615[31]. Su celebración reúne el mínimo que se podía establecer en esos momentos para una solemnidad doble: se compone una misa en honor de los santos malagueños y se elige un texto hagiográfico para el oficio divino. Y como era lo normal, desde la aprobación del Misal tridentino en 1570, hasta el siglo XVIII, siguen la misa del común de varios mártires, con unas lecturas tan conocidas que muchos sacerdotes las sabían de memoria y sólo van indicadas, en muchos misales, con las primeras palabras de cada texto, v. gr.: "cum audieritis... " para el evangelio. Sólo la colecta se solía redactar y la de san Ciriaco y santa Paula es la que posteriormente se continuará empleando. Pero también encontramos una oración para después de la comunión[32]; mientras que el Oficio Divino tomaba de la colecta de la misa el invitatorio, remitiéndose al común de varios mártires para lo restante, sin poder emplear las lecturas de feria.

A partir del siglo XVIII encontramos algunas modificaciones. La celebración sigue la de los mártires Marco y Marceliano que el Misal Romano señala para el mismo día, pero tiene prescritos como propios para san Ciriaco y santa Paula el Introitus, la Colecta, el Offertorium (Sal 123), la Secreta, la Communio (Sb 3) y la Postcommunio. Las lecturas siguen siendo las mismas, tomadas del Nuevo Testamento, salvo el Graduale (Sal 23), y son: 1P 4,13-19 y Lc 21, 9-19. El Aleluya corresponde con Qo 44,44.

El Oficio Divino sufre una restitución histórica en cuanto a las pasiones o vidas de santos, desde 1870. Aún estamos lejos del Calendarium Romanum Generale, pero ya nos encontramos un esquema que resulta más rigorista y que en cierto modo resume lo expuesto en la primera parte de esta trabajo. La oración del invitatorio sigue copiando la colecta del misal, sin embargo, las lecturas IV, V y VI del Oficio Nocturno narran la historia de los santos mártires Ciriaco y Paula. En la primera de ellas se da la noticia que enmarca sus vidas: persecución de Diocleciano con miles de víctimas; especial referencia a Hispania y repaso de los más famosos mártires de distintas ciudades, para acabar presentando en Málaga a Ciriaco y Paula.

La lectura V narra, dentro de lo escaso de la noticia del Martirologio, el proceso, los tormentos y la muerte por lapidación. Añade tres noticias que enlazan ya con la lectura siguiente: la consagración de Málaga por el derramamiento de su sangre, la dominación musulmana y la posterior conquista por los Reyes Católicos.

Concluye la VI lectura con la notificación a Inocencio VIII de la victoria y la respuesta, ya mencionada, de éste confirmando la memoria de los mártires a los que se instituye como protectores y patronos y se les dedica un templo al que acuden el día de su fiesta el clero y el senado y celebran alegres la memoria de su muerte[33].

Dado que además, como veremos, la conmemoración en Málaga tiene continuidad pues se celebra su octava, el 25 de junio, encontramos en las lecturas IV, V y VI de ese día nuevas referencias a las enseñanzas que se pueden aprender en las vidas de los mártires. En esta ocasión no hay alusión histórica alguna a san Ciriaco y santa Paula, pero sí que se hace expresamente a las veneradas reliquias que tanto interés han despertado siempre entre los malagueños como ya hemos visto. Y continúan las lecturas VII, VIII y IX con un fragmento de la Homilía número 14 de san Agustín que también trata sobre el martirio[34].

La reforma litúrgica que trae consigo el Vaticano II hará que la celebración quede restringida al ámbito de la ciudad de Málaga, manteniéndose como solemnidad y con un formulario completo para la misa con lecturas propias. Éstas siguen las que ya hemos visto en las celebraciones posteriores al siglo XVIII y tal vez sea éste el momento de analizarlas.

La antífona de entrada sigue el Introitus precedente, tomado del salmo 34,20-21. La oración colecta actual es traducción de la que se compuso en el siglo XVII expresamente para san Ciriaco y santa Paula. Es un claro ejemplo de las oraciones de este tipo: recoge las de la asamblea y prepara el ambiente para celebrar la festividad del día 18 de junio en Málaga.

Su contenido esencial reúne los dos movimientos propios de esta fórmula eucológica menor. El amnanético queda reducido a la invocación inicial, "Dios todopoderoso", y a la fórmula cristológica final tan propia de la liturgia romana y que resume la dimensión trinitaria de la oración cristiana. Le sigue la doble súplica de la colecta: el crecimiento en el amor a Jesucristo y la intercesión de san Ciriaco y santa Paula. En esta parte aparecen las alusiones eclesiástica y antropológica que deben caracterizar cualquier fórmula eucológica: el pueblo que celebra el triunfo de los santos mártires es la iglesia local de Málaga, imagen de la universal, y la memoria de la historia particular expresada en el patronazgo de los mártires, el contexto cultural de la celebración. El contenido queda enmarcado por la fórmula amnanética que abre y cierra la oración cuya expresión sigue un vocabulario, temas y frases típicos, los cuales, aplicados a estos santos, adquieren la novedad del localismo.

Resulta curioso, sin embargo, que esta misma colecta, cuya redacción parece tan característica de la de los patronos de una población, fuera de uso común en todos los territorios de España, América, Filipinas y norte de África, como veremos a continuación, cuando sólo se trata de los santos tutelares de la ciudad de Málaga.

Continuando con la celebración que marca el misal, las lecturas se mantienen. Sin embargo, la primera actual (Sb 3,1-9) estaba sólo apuntada en la oración de la comunión de la celebración preconciliar que también sigue repitiendo la antífona de comunión actual.

Son diferentes, por el contrario, las oraciones sobre las ofrendas y las de después de la comunión. No tanto en la forma que sigue siendo invocación, petición y fórmula cristológica, cuanto en el contenido de las súplicas. En todas se hace mención a los santos celebrados bien como intercesores, bien como festividad del día. Pero si en unas se pide paz, perdón, el progreso en la práctica del bien y la alegría de la vida de servicio, en otras se impetra el aumento de las virtudes y la aceptación de las ofrendas. Evidentemente, nos encontramos una concreción mucho mayor en las peticiones de estas fórmulas eucológicas tras la reforma litúrgica impulsada por la Sacrosanctum Concilium.

Esta renovación postconciliar también afectó a la Liturgia de las Horas. Por lo pronto queda reducida a la ciudad de Málaga pero con el grado de solemnidad lo que implica un formulario propio completo. Tanto en Vísperas como en Laudes la oración es eco exacto de la colecta de la misa y el himno recoge el oficial de los patronos, que se reconoce fácilmente en los primeros versos: “Primavera de sangre y martirio, / juventud de sereno mirar... ”. La lectura breve de las Vísperas se repite de forma extensa en la primera, la bíblica, del Oficio de Lecturas (Rm 8,18-39); la segunda, a falta de textos hagiográficos propios, es un fragmento de un sermón de san Ambrosio sobre la muerte de los mártires como ejemplo de convivencia y fidelidad[35].

 

CULTO LITÚRGICO EN MÁLAGA

 

Además de las celebraciones descritas para la misa y el oficio que mantienen viva la memoria de los mártires en la ciudad de Málaga el culto litúrgico se completa con la veneración de las imágenes de los patronos que ya hemos comentado, con la erección mencionada de la parroquia de los Santos Mártires Ciriaco y Paula, su celebración como fiesta de precepto con procesión y asistencia del clero y el ayuntamiento y misa solemne con sermón[36].

La procesión se retoma de forma definitiva desde 1569[37]y en 1582 se fraguan, siendo obispo de la diócesis Francisco Pacheco de Córdova, las iniciativas que en favor del culto a los santos patronos se habían ido gestando, de manera especial de la mano del comendador Diego de Torres de cuya familia tendremos noticias en lo referente a la devoción.

Los resultados de estas gestiones son: la equiparación de la fiesta con la de san Luis de Tolosa que se venía celebrando de manera solemne desde la conquista de la ciudad, así es fiesta de guardar en Málaga y arrabales con pena económica solamente; hay procesión con los cabildos civil y eclesiástico hasta la parroquia de los Mártires, la de san Luis era a la de Santiago, donde había misa y sermón A ello se comprometen tanto el ayuntamiento como el clero por voto solemne, "aora y por siempre jamás”. Además, se proponen crear una Cofradía de los Santos Mártires para atender a los pobres de la cárcel y que recibiría la mitad de lo ingresado en concepto de multa por no guardar la fiesta de los patronos, pero esta propuesta no llegó a hacerse realidad entonces[38].

En esa misma fecha se establece el orden de la procesión y el lugar que han de ocupar las imágenes, encargadas por el ayuntamiento al efecto, en la misma: " ...que las ymagenes de los gloriosos martires san Ziriaco y Paula virgen Patronos de esta cibdad vayan el día de su festividad en la procesión que se haze a su parrochia entre los señores del cabildo desta Santa Yglesia y detrás de la cruz della...”[39]. En 1674, las Constituciones Sinodales de Fr. Alonso de Santo Tomás indican que en esta procesión ha de participar todo el clero universalmente[40].

Y para solemnizar la liturgia, la misa había de ser dicha por un canónigo con dignidad y la epístola por un racionero, con sus capas; e incluso “tañendo el organo al Nundimittis y al benedictus”[41].

En el Libro de todas las ceremonias y costumbres que se guardan en esta Santa Iglesia de Málaga[42]de 1640, se recoge ya el protocolo litúrgico completo de la conmemoración. El texto no tiene desperdicio en cuanto a riqueza de información y detalles. En la ciudad adquiere la fiesta la máxima categoría establecida por el Misal romano: fiesta doble de primera clase. Además se señalan los toques y volteos de vísperas, maitines y el de prima para la procesión, en la que también se toca a la ida y a la vuelta. Ya en la parroquia se indica el lugar en que se han de sentar el obispo, los canónigos y los concejales del ayuntamiento[43]. Finalmente, se añade una noticia que merece la pena destacarse. Se trata del acompañamiento de danzantes como los que iban en las procesiones del Corpus: “Van las danzas y la de los monaguillos de la Santa Iglesia”.

Oficialmente, de la cincuentena de procesiones que se hacían anualmente en la catedral de Málaga en el siglo XVII, la de los santos mártires estaba dotada por estatutos con mil maravedíes y los maitines con quinientos y se establecía que en caso de concurrir con la celebración del Corpus, se trasladara al domingo siguiente y, si coincidía con la infraoctava del mismo, los santos patronos se celebrarían el día octavo[44]. En estas ocasiones serían los repiques y chirimías los que avisasen a las parroquias para la asistencia, distinguiéndose por los toques[45]. En 1616, sin embargo, el Cabildo catedralicio solicitó al obispo el aplazamiento de la procesión del Corpus Christi que la Cofradía del Santísimo Sacramento celebraba en la parroquia de los Mártires, por coincidir con la de los Patronos. El prelado, D. Luis Fernández de Córdova, atendió afirmativamente a la petición como se refleja en el cuaderno de procesiones y aniversarios de la Catedral[46].

Es a partir del siglo XIX cuando podemos seguir de manera continuada las prescripciones litúrgicas que se establecen para esta fiesta en los Calendarios diocesanos de Málaga. En 1809, es fiesta doble de primera clase, con octava, para toda la diócesis. El Oficio y la misa se recogen entre los propios de los santos de España que ya conocemos y hay procesión a la iglesia de los Santos Mártires donde se habrá de cantar su misa solemne[47]. Al año siguiente se indica la hora de la procesión, post Nonam. En 1811 coincide con la octava del corpus que es lo que se celebra litúrgicamente, sin embargo se mantiene la fiesta civil de los patronos y la religiosa pasa al sábado siguiente, día 22, con las mismas prescripciones de los años anteriores.

La indicación de que se ha de celebrar su fiesta en toda la diócesis como precepto por decreto es de 1814. Al año siguiente, que cae en domingo, el Oficio será el dominical salvo en las Laudes. Para 1820 se señala que la procesión saldrá de la Catedral, una vez terminado el rezo de Nona, “cum Clero et Senatu”.

En 1852 se alude al voto solemne que obliga al ayuntamiento a participar en la procesión ya que, dados los avatares políticos y sociales del momento, la asistencia de los síndicos estaba dejando de producirse corporativamente. Esto es lo que motiva la decisión capitular de suspender ésta y todas las demás procesiones, salvo la del Corpus, a partir de 1889, reduciéndolas al ámbito claustral de la Catedral[48]. Desde esta fecha no se celebrará la procesión a los Mártires, pero se mantiene la celebración solemne, con ornamentos rojos y con rezo del credo.

A lo largo de estas fechas vemos, como en 1811, que la celebración se traslada cuando coincide con la octava del Corpus o el Sagrado Corazón, sin variar su contenido litúrgico. Y aunque en 1910, el obispo Don Juan Muñoz Herrera toma la iniciativa de restaurar el culto a los santos patronos y ordena que se vuelva a celebrar la procesión “según la antigua y tradicional costumbre que se observó hasta hace algunos años”[49], no se refleja en los calendarios posteriores a esa fecha cambio alguno en las disposiciones. Es más, mientras para otras celebraciones se prescribe la procesión claustral en la Catedral (san Luis y san Sebastián con sus reliquias respectivas), para los santos mártires sólo se indican las fórmulas del misal y del Oficio Divino.

En 1915 comienzan, sin embargo, a dar frutos las reformas litúrgicas que Pío X estableciera en la constitución apostólica Divino Afflatu de 1 de noviembre de 1911. Se mantiene la celebración de san Ciriaco y santa Paula distinguiendo para la ciudad de Málaga, de la que se dice que son patronos principales, donde se continúa celebrando la solemnidad doble de primera clase con octava. Para la diócesis será sólo doble mayor y se indica que se siga el común de san Marco y san Marceliano.

En 1924 se permite, fuera de la ciudad, la misa de san Efrén de Siria, de carácter universal desde 1920. Con más claridad se indica el año siguiente en la víspera: "Después de la decantación en el Martirologio de las fiestas del día siguiente, háganse los elogios siguientes: santa Edesa y san Efrén. En la ciudad de Málaga no se haga conmemoración de san Ciriaco y santa Paula ni en las Vísperas ni en las Laudes ni en la misa del día siguiente," pues era la octava del Corpus[50].

Para 1931 se mantiene la separación entre la ciudad y fuera de ella: en la primera los patronos; fuera el Sagrado Corazón Eucarístico, que también se remite a los misales diocesanos. Pero a partir del siguiente año se retoma la situación de 1915, salvo en 1943 y 1949 por coincidir con la octava y la infraoctava del Corpus respectivamente.

Es de destacar la prescripción que aparece para el año 1950. Por coincidir con domingo se dan juntamente todas las celebraciones y a todas se hace mención, en la ciudad con la máxima categoría: domingo, infraoctava del Corpus, san Ciriaco y santa Paula, san Efrén, san Marco y san Marceliano, incluso el Sagrado Corazón. Además hay una nota, que de forma abreviada venía indicándose desde algunos años antes, justificando el ritual y su importancia: de primera clase para todas las iglesias conventuales y regulares porque es la fiesta del patrón principal del lugar que para la ciudad es el 18 de junio; para la diócesis el 8 de septiembre (Santa María de la Victoria); para la nación el 25 de julio; como el aniversario de la dedicación de la Catedral, 31 de agosto;  la fiesta de su titular, 25 de marzo; y la fiesta de la Inmaculada, patrona de España, según el Kalendario Universal, 8 de diciembre. Para el año siguiente, esta nota incluye otras ciudades de la diócesis y sus fiestas: Antequera, Ronda... pasando por algunas ciudades del norte de África, como la antigua Rusadir, hoy Melilla, con lo que comprobamos que también el culto a nuestros mártires se ha venido manteniendo hasta fechas muy recientes allí, de donde algunos los quieren naturales, como ya hemos comentado.

Vemos pues que desde 1915 hasta la reforma del Vaticano II, que era ya efectiva en 1963, se distingue la celebración entre la ciudad y fuera de ella con diferencia de categoría salvo las coincidencias con las fiestas móviles: octava del Corpus Christi, Sagrado Corazón y su octava. A partir de 1963 las cosas cambian: en la ciudad se celebran san Ciriaco y santa Paula, mártires, como patronos y con la categoría litúrgica de solemnidad, "ab inmemor"; en el resto de la diócesis se impone el santo del día de memoria universal para toda la Iglesia, san Efrén de Siria, diácono. La única excepción es el propio 1963 en el que el 17 de junio se celebra fuera de la ciudad a los patronos de ésta, como memoria, y se indica, por la extrañeza de tal celebración en esa fecha: "olim 18 Jun." Tal vez fue un intento por mantener su culto en la diócesis, pero quedó sólo en ese año.

Desde entonces la celebración litúrgica se circunscribe a la ciudad de Málaga. Y la procesión desde la Catedral a la parroquia no se celebra desde el siglo XIX; tal vez sería oportuno retomarla en el 2003, con motivo de los mil setecientos años de su martirio.

Sin embargo todo este culto oficial quedaría sustancialmente vacío sin la devoción popular. Es ésta la que, dada la frialdad litúrgica, a pesar del enriquecimiento grandioso que aporta el Barroco, se expresó en nuevas fórmulas de piedad. A modo de enlace entre la liturgia y el culto popular queda la devoción a sus imágenes y su inclusión entre los santos auxiliares y protectores de la ciudad. También la veneración de sus reliquias entraría en este apartado pero, dado que no se conservan, su búsqueda será, como hemos visto, otro indicativo de este fervor.

 

DEVOCIÓN POPULAR

 

Medir la devoción que la ciudad de Málaga ha tributado a sus santos patronos a lo largo del tiempo parece inseparable del culto oficial. Sin embargo, además de lo establecido litúrgicamente y del voto solemne de los cabildos de la ciudad de guardar su fiesta a perpetuidad[51], existen otras huellas del avance, consolidación y posterior abandono de este fervor religioso por san Ciriaco y santa Paula. Son numerosos los testimonios de esta veneración, así, es muestra de ello la participación popular en la conmemoración del aniversario de su martirio, bien es verdad que parte de los eventos organizados, en un día no laborable, eran de tipo lúdico: luminarias que enlazan con el uso de símbolos litúrgicos en las fiestas de tipo más profano, a partir de 1664[52]; juegos de cañas que se habían ampliado desde los que se venían celebrando con motivo de la fiesta de san Luis de Tolosa[53]; y toros, los cuales, a pesar de la prohibición del obispo Pacheco y Córdoba, siguiendo lo establecido por Gregorio XIII que había levantado la excomunión de Pío V para quien asistiera a las corridas, fueron retomados en el siglo XVII.

Además de la procesión del 18 de junio y de la equiparación de la fiesta a las de mayor importancia del calendario, como fiesta de guardar no laborable[54], se organizaron con asiduidad procesiones y rogativas en las que los santos patronos eran especialmente invocados[55]. Asociados, desde la incorporación de la ciudad de Málaga a la Corona de Castilla, a la protección de la misma, a ellos se acude en los distintos momentos de catástrofe (epidemias, sequía, terremoto o inundaciones), rogativas (por la lluvia, el feliz parto de la reina, etc.) y de acción de gracias. Como ocurrió en 1755 cuando el devastador seísmo que sacudió la Península, amenazó además con inundar la ciudad haciendo huir a la población al campo o a las abarrotadas iglesias en busca de confesión. En las rogativas que se hicieron implorando que no se repitiera, además de las que se utilizaban para todas las tribulaciones y los terremotos, se añadieron las de los santos patronos. Y en agradecimiento por su intercesión se organizó una solemne y multitudinaria procesión a su templo y al convento de la Victoria[56].

Y para compensar la frialdad de la comentada liturgia oficial, la devoción privada se nutre de oraciones, octavarios y novenas compuestos y predicados por sacerdotes y religiosos afectos a los patronos. La mayor parte de ellas siguen un esquema parecido, con unas oraciones para todos los días del ejercicio piadoso y otras que son las que varían.

Tomamos como muestra la novena que compuso en 1830 Antonio López Guijarro y de la que ya hemos hecho mención[57]. Se abre con un acto de contrición al que sigue una oración común para todos los días. Y ésta hace referencia a los santos Ciriaco y Paula como modelos a seguir para llegar al cielo. Sigue la oración propia de cada día, tras la que deben rezarse tres padrenuestros y tres avemarías y se cierra con las preces finales diarias. Como vemos el esquema recurre a uno de los elementos característicos de estas devociones que es la repetición de formas de oración conocidas. A ellas se añaden otras que subrayan aspectos parciales de la vida cristiana con un lenguaje muy alejado del litúrgico al uso e, incluso, del bíblico. Lo que nos viene a demostrar que estas fórmulas populares, legítimas y validas, son bien distintas de las oficiales.

Del contenido del texto podemos extraer detalles tanto de la leyenda de los santos mártires, como de las aspiraciones espirituales del cristiano malagueño de a pie del siglo XIX: la salvación eterna, fe sólida, esperanza firme, amor a Dios, amor a los enemigos, fortaleza invencible, paciencia constante, oración fervorosa, humildad profunda, perseverancia final y la intención particular del que hace la novena. El autor, párroco de Los Mártires, pretende así doblemente hacer crecer la devoción por los titulares de la parroquia y patronos de la ciudad y destacar aquellas virtudes que considera imprescindibles. El hecho de que componga textos de devoción privada en los que se incluye la propia oración como virtud, indica además una preocupación clara por la piedad de los fieles.

De los santos patronos se mezclan los datos históricos con los devocionales: el contexto de las persecuciones y del paganismo; la tierna edad de los mártires; su patronazgo, abogacía y tutela de la ciudad para la que se solicita perdón, remedio de las necesidades todas, prosperidad y abundancia; la búsqueda de las reliquias; el martirio por lapidación; la conversión de los paganos que fueron testigos de su muerte; etc.

Se cierra la novena con unos gozos, ya referidos, que comienzan con una redondilla cuyos dos últimos versos pasan a ser el estribillo de la composición. Las restantes estrofas, ocho, también de rima consonante, son sextillas, de versos octosílabos, siguiendo una inusual combinación métrica, pues riman por un lado los versos 1º, 4º y 5º; el 2º y el 3º por otro; y el 6º lo hace con el segundo del estribillo. Con lo que de estrofa de seis versos con el último libre, pasan a ser de ocho, si incluimos los dos versos de vuelta, quedando libre el 7º que corresponde al primero del estribillo (abbaac, o bien, abbaacdc).

En ellos se retoman datos históricos y legendarios, unidos al localismo malagueño: patronazgo, coetáneos de san Patricio, repaso a las virtudes del mártir que son las de cada día de la novena, lapidación atados a un tronco o madero a semejanza de la cruz y juventud.

Terminan los gozos con una antífona y una oración que aparecen en las conclusiones de Laudes del Oficio propio de estos santos: “Lapides torrentis illis dulces fuerunt...”[58]. Con lo que en este caso vemos que también la oración litúrgica oficial es fuente de la devoción popular.

La antítesis de la antífona señalada, aparece recogida también en los gozos y en las oraciones del contenido de la novena: “Sintiendo un gozo indecible / En un tormento infernal”; “causando placer el sufrimiento”. Este recurso y el de la comparación son los más empleados en los dos textos, aparte de la petición, propia de las oraciones de súplica. Esto nos define el estilo del autor y el deseo de llamar la atención sobre determinadas virtudes de los santos que son además las que se imploran invitando a tomarlos como el ejemplo más cercano y familiar por malagueños e intercesores directos, lo que redundaría en una mayor unción por los mismos.

Un agente motor de esta devoción popular debía haber sido la cofradía de los Santos Mártires, cuyos fines, como ya hemos visto, fueron aprobados por el obispo D. Francisco Pacheco de Córdova en 1582. Pero no llegó a fraguar en el siglo XVI y hubo que esperar a varios intentos de asociacionismo religioso en torno a los patronos en el siglo XIX para ver algún resultado.

La prensa local da la noticia de la recién creada Congregación de los Santos Mártires en 1861[59]y sus fines nos los cuenta, en 1865, Simonet Baca: costea los gastos de la novena anual en honor de los santos; celebra una misa, el 18 de cada mes, por los hermanos fallecidos y asiste a los congregantes en el momento de recibir el Viático con un altar y algunas luces[60].

Pese a los esfuerzos por mantener el culto, la Congregación había dejado de funcionar a finales de siglo, pues, de nuevo, la prensa nos anuncia, en 1897[61], los intentos de establecerla por un grupo de jóvenes que, para ello, visitan al párroco de los Santos Mártires y a D. Juan Muñoz Herrera, obispo a la sazón a quien ya hemos visto intentando restaurar el culto de los patronos.

Su reorganización efectiva dio frutos a partir de 1988[62], cuando la Piadosa y Venerable Congregación de los Santos Ciriaco y Paula Patronos de Málaga tomó el testigo de manos de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Pasión que, sita también en la parroquia de los Mártires, había preparado cada año la celebración del 18 de junio.

La histórica procesión de 1990 y la más reciente de 2002, por la feligresía de los Santos Mártires, han transformado de forma más cercana al culto oficial, una memoria que en algunos barrios de la ciudad habían mantenido las verbenas populares de Huelin y los alrededores de la parroquia, en los años 20[63], y en la Malagueta, en los 80.

 

CIRIACOS Y PAULAS

 

Gran parte de estas manifestaciones de afecto por los patronos son rastreables, como ya se ha visto en lo referente a la historia y al enriquecimiento de la leyenda con detalles localistas y piadosos. También el seguimiento del uso de los nombres de Ciriaco y Paula, elegidos para los malagueños desde la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos hasta nuestros días, es posible con la utilización de los libros sacramentales de las parroquias  de la ciudad custodiados en el Archivo Histórico Diocesano de Málaga. Lamentablemente sólo se conservan completos los archivos parroquiales de las iglesias de Santiago y el Sagrario y una parte del de San Juan. Los demás, incluido el de la parroquia de los Santos Mártires, así como el Archivo Diocesano, fueron quemados en los trágicos sucesos de 1931[64]. Sin embargo, lo existente puede servir de muestr

Autor: diocesismalaga.es

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