Caridad: ofrecer sin pedir nada a cambio

Publicado: 02/06/2010: 453

Para el periodo 2008-2010, la campaña “Una sociedad con valores es una sociedad con futuro”, ha tenido como eje central una serie de valores que forman parte de la propia identidad y misión de Cáritas.

Para el día nacional de Caridad se nos propone una reflexión sobre el valor de la gratuidad, opuesto al egoísmo predominante en nuestra sociedad mercantil y consumista, que valora a las personas por lo que tienen, en vez de por lo que son.  Cáritas nos invita a dar gratis lo que gratis hemos recibido: nuestro tiempo, nuestros conocimientos y habilidades, nuestra disponibilidad, también nuestros bienes materiales, esos denarios que pueden ayudar a la realización de un proyecto a favor del logro de una sociedad más justa, más tolerante, más solidaria.  En el especial que Cáritas Diocesana de Málaga ha publicado esta semana en la revista "Diócesis" nos ofrece la siguiente reflexión:

"Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Lo despojaron, lo hirieron y se alejaron, dejándolo medio muerto. Un samaritano que iba de viaje, llegó donde él, y, a su vista, se llenó de compasión, y, acercándose, le vendó las heridas, derramando en ellas aceite y vino; lo montó en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al mesonero, diciendo: Cuida de él, y lo que gastes de más, yo, a la vuelta, te lo pagaré”. (Lc 10, 30-35).En esta parábola, Jesús nos marca las pautas a seguir para la práctica de la auténtica caridad cristiana, su propia caridad, la que le llevó a encarnarse, tomando nuestra misma naturaleza; la que le hizo vivir pobre y en medio de los pobres, sanando enfermos, compartiendo con ellos el pan, anunciando la Buena Nueva de la salvación; la que le condujo a la entrega de su propia vida; la que culminó con el gran gesto que hoy recordamos: su presencia real en la Eucaristía, para servirnos de apoyo y alimento, porque cada vez que partimos el pan hacemos presente a Cristo y su amor entregado por nosotros.  También hoy, en nuestra sociedad, caracterizada por un estilo de vida en el que priman el individualismo, la insolidaridad, el egoísmo y el consumismo, hay muchas personas despojadas de sus más elementales derechos, heridas por la injusticia, excluidas y abandonadas al borde del camino, privadas de fe, ilusión, alegría y esperanza.

Tenemos necesidad urgente de ver a las personas en su verdadera dimensión, no a través de prejuicios ni referencias interesadas, sino como hijas de Dios y, como tales, revestidas de dignidad, amadas por Él de modo preferencial.Sólo así podremos sentir por ellas la verdadera compasión, la que significa con-padecer sus propios problemas y dificultades, compartir sus inquietudes, escuchar sus razones.  Pero nuestro amor no puede ser idealista ni abstracto, sino que, partiendo de las necesidades concretas de las personas, tiende a ser eficaz. Por eso, el paso siguiente será el acercamiento, para curar y vendar las heridas, ayudar a levantarse, dirigir hacia el lugar adecuado; en una palabra, para empezar a actuar.

Benedicto XVI nos recuerda en su última encíclica Caritas in veritate: “El gran desafío que tenemos, planteado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es mostrar, tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo”.

Autor: diocesismalaga.es

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