NoticiaOración Eva Fernández: «Me gustaría rezar como los niños» Publicado: 24/02/2022: 9117 Así reza Eva Fernández, corresponsal de COPE en Italia y el Vaticano, ha participado en la Asamblea de Delegados de Medios de Comunicación Social celebrada en Málaga a finales de febrero. En esta visita, ha compartido su experiencia de oración con DiócesisMálaga: «Cuando llegué a Roma, me acostumbré a rezar antes de cada directo», confiesa. Esta periodista, premio Bravo 2021 de la Conferencia Episcopal, recuerda perfectamente a su madre «y a sus fabulosas “cuatro esquinitas tiene mi cuna”, una oración que siempre me ha entusiasmado, y que me ayuda a estar acompañada hasta el día de hoy por los “cuatro angelitos que las acompañan”. Cuánto bien hace recuperar la piedad de niños. En ocasiones, cuando coincido con pequeños rezando ante el Sagrario, le digo a Jesús que me gustaría tratarle con esa misma confianza, naturalidad, seguridad y urgencia con la que lo hacen ellos. Qué bueno es que los padres enseñen a rezar a sus hijos», afirma. En el avión de regreso de su viaje a Eslovaquia y Hungría, el propio Francisco agradeció su trabaio a la corresponsal de COPE, de quien dijo que “siempre deja que los demás vayan primero y ella detrás” y que está “disponible las 24 horas”. Ese quehacer incansable, Eva lo sostiene en la oración. Preguntada por ello, reconoce que «sin rezar sería imposible aguantar el ritmo que mantenemos en Roma (exactamente igual que le ocurriría a cualquier persona en cualquier parte del mundo). La oración me trae paz, me ayuda a recuperar las fuerzas, a rectificar, a pedir perdón y además es un arma estratégica para conmover a Dios. La llave maestra para conseguir que se vuelque en nosotros a pesar de los desaires. Atrae su misericordia», reconoce. «Cuando llegué a Roma vivía siempre en el pánico de no saber contar bien todo lo que estaba viviendo. Y me acostumbré a rezar o a estrechar en la mano un crucifijo cada vez que entraba en directo. Por lo tanto a lo largo del día tengo muchas ocasiones de dirigir el corazón a Dios o a la Virgen para que sean ellos quienes “borden” las crónicas. Eso me ayuda a mantener la presencia de Dios, aunque ya me gustaría a mí tenerlo mucho más presente de lo que lo tengo». Respecto a sus lugares o momentos favoritos para dirigirse a Dios, Eva cree que «estar en el corazón de la Iglesia y leer todos los días varios discursos del Papa ayuda mucho a no perder el norte. Si no fuera así, sería una inconsciente. Eso sí, las prisas en las que nos movemos los periodistas no son buenos aliadas para mantener un cierto orden. Por lo tanto me obligo a rezar antes de que comience la jornada, para así asegurar lo realmente importante. En muchas ocasiones me imprimo un texto del Papa con el deseo de meditarlo con más tranquilidad, “cuando tenga tiempo” y a día de hoy me espera una montaña de textos apilados». Para Eva es tan importante la oración que no dudaría en recomendarla a quien no la practique: «Poner la mirada en el Cielo no hace daño a nadie, es más, amplifica la visión y sana el alma. Los beneficios son cuantiosos. Nos ayuda a ser agradecidos, auténticos y consecuentes. Y además es un chute de alegría y serenidad cuando arrecian los nubarrones. Está muy de moda hablar de personas “tóxicas”, aquellas que notamos que su trato nos hace daño. Pues ocurre a la inversa con las personas que rezan. Se las distingue a la legua y nos llenan de paz». ORACIÓN DEL BUEN HUMOR Eva recomienda una oración que a ella le hace particularmente mucho bien, y a la que se ha habituado siguiendo la recomendación del Papa, que la reza todos los días. Es la que se atribuye a Santo Tomás Moro: “Concédeme, Señor, una buena digestión, y también algo que digerir. Concédeme la salud del cuerpo, con el buen humor necesario para mantenerla. Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar lo que es bueno y puro, para que no se asuste ante el pecado, sino que encuentre el modo de poner las cosas de nuevo en orden. Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento, las murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no permitas que sufra excesivamente por esa cosa tan dominante que se llama yo. Dame, Señor, el sentido del humor. Concédeme la gracia de comprender las bromas, para que conozca en la vida un poco de alegría y pueda comunicársela a los demás. Así sea”.