Como casi todos los niños, Enrique aprendió a rezar de la mano de su madre. Sus recuerdos lo llevan al momento de acabar el día. «Me enseñaba las oraciones por la noche, antes de acostarnos, y en el colegio de Los Olivos, los Agustinos nos inculcaron el hábito de rezar para empezar el día, así que mi jornada era un ciclo que se abría y se cerraba con la oración», cuenta.

Para este periodista, ganador de la Antena de Oro por su trabajo en 2011, «la oración es una conversación con Dios. A lo largo de mi vida la he sentido siempre así. Acudo a ella en distintos momentos: a veces especiales, en momentos más cruciales; a veces, cuando menos te lo esperas, y te encuentras hablando con Él. Yo charlo mucho con Él. Es algo que me sale de forma natural cuando me encuentro con Cristo en espacios, lugares o momentos de mi vida. No te lo esperas, quizás, y en un momento te pones a rezar. Es imprevisible. También me gusta mucho para orar estar en una iglesia. La mía es la de San Juan, en Málaga. Cuando estoy en un templo, me sale de forma natural, pero también rezo en el campo, en la naturaleza, o en la ciudad. Mi oración es tanto de petición como de acción de gracias. Me he agarrado más a ella cuando he tenido mayor necesidad y también cuando me he propuesto alcanzar metas o ilusiones», explica Romero.


EN SEMANA SANTA

Enrique es cofrade, hermano de Dolores de San Juan, y no solo se acerca a la Semana Santa por profesión, sino por vocación. «En Semana Santa me lleva a orar la belleza, la armonía, pero también el esfuerzo y el sacrificio de todas las personas que la conforman, las sensaciones que producen en mí la música, el olor del incienso, el compás, los colores… La Semana Santa es una joya de nuestra fe, de nuestra capacidad creativa. Con la valoración tan alta que existe de nuestra Semana Santa, y creo que aún nos quedamos cortos para definir esta creación del ser humano en torno a la pasión del Señor. La manifestación de la Semana Santa es una obra mágica, enigmática y fantástica que ha creado el ser humano», concluye.

Mi oración favorita es el Padrenuestro, aunque coincida con muchos. Es la primera que aprendes, la que más rezas. Pero mi costumbre es hablar, simplemente, porque el trato con Dios es desde pequeño y lo siento muy cercano. Es un amigo, y hablo mucho con Él. Me sienta muy bien.

Si tuviera que recomendar la oración a alguien que no la practique, le diría que probara, «porque cuando estás en oración te aíslas de todo, entras en una dimensión diferente de tu vida. Te ayuda a reflexionar, a sacar conclusiones, a conocerte mejor, a encontrar soluciones, te alienta, te da esperanzas. Hay muchas razones».