Pío X encarna todos los valores de un hombre que vivió intensamente el Evangelio. Nació en un humilde pueblecito al nordeste de Italia. Su familia era muy pobre. Eran diez hermanos. Desde su aldea natal, todos los días se desplazaba andando a Castelfranco, a siete kilómetros de distancia, para cursar los estudios de Secundaria. Aquellas caminatas destrozaron sus sandalias, por lo que decidió recorrer el camino descalzo. Desde muy niño se sintió atraído por el sacerdocio.

Ordenado sacerdote, sirvió a la Iglesia como coadjutor, párroco, canónigo, obispo de Mantua y cardenal Patriarca de Venecia. Tras la muerte de León XIII, fue elegido en el cónclave como Papa. El lema de su pontificado fue “Instaurare omnia in Christo” y eligió como secretario de Estado a un joven prelado español, Rafael Merry del Val, magnífico conocedor de la Europa de la época políglota, músico y futuro cardenal.

Pío X, siendo cardenal, escribió una carta pastoral sobre música sacra. Como Papa publicó el célebre “Motu proprio”, en el que realzaba la importancia de la música sacra en las celebraciones litúrgicas. En España, tal documento produjo un excelente resultado: surgieron una serie de magníficos compositores de música sacra. Publicó dos constituciones apostólicas referentes a la independencia de los cónclaves, fundó el célebre Instituto Bíblico, reformó la Curia Romana e impulsó la reforma del Código de Derecho Canónico. Fomentó la devoción a la Eucaristía, exhortando a la comunión frecuente, incluso diaria y rebajando la edad de los niños a la hora de recibir la Primera Comunión. Asimismo, condenó el Modernismo y sufrió mucho con el laicismo y el anticlericalismo imperante. Pío XII lo proclamó santo.