NoticiaHistoria de la Iglesia La reforma era necesaria Publicado: 14/03/2016: 2561 Desde finales del siglo XIV hasta mediados del XVI, aparecen en la Europa cristiana una serie de reformadores que intentan llevar a cabo una transformación radical en la Iglesia. Las figuras de Wicleff, Huss, Savonarola, Círculo de Meaux, las compañías del “Amor Divino”… fueron sus máximos exponentes. Conceptos hoy claros como el de “Iglesia”, “Primado pontificio”, “depositum fidei” y “magisterio eclesiástico”, entonces no lo eran. Las confusiones entre “los dogmas” y las “opiniones de escuela” estaban a la orden del día. Se necesitaba una clarificación teológica. La religiosidad del clero y del pueblo dejaba mucho que desear. Dos niveles pueden distinguirse en el estamento clerical de la época. El “alto clero” mantiene su poderío feudal; vive lujosamente, con frecuencia abandona su ministerio episcopal y, a veces, no reside en su propia diócesis. Le falta vocación y le sobra actuación política. El “bajo clero” vive en el mayor abandono, en una gran pobreza, sin cultura. El concubinato era algo normal. Con frecuencia, los clérigos trabajaban como campesinos o taberneros. Evidentemente, no todos los obispos y sacerdotes vivían de esta manera. El pueblo, acongojado por las guerras y calamidades públicas, es creyente a su manera; desea, sinceramente, la salvación del alma y, sintiéndose pecador, tiene una conciencia muy viva del pecado. El ateo o el libertino es desconocido, confiesa una vez al año, profesa una gran estima a las indulgencias, a las peregrinaciones y a las reliquias como medios de perdón y de salvación. El miedo al infierno provoca un gran terror al demonio y a las brujas. El desconocimiento de la Palabra de Dios conduce al pueblo a una religión mezcla de superstición y cristianismo. La angustia y el miedo constituyen el sustrato de un pueblo atemorizado y que sigue siendo creyente. Una nueva visión del Evangelio, de los sacramentos, del cristianismo y, en definitiva, de la Iglesia, era indiscutiblemente necesaria.