Poco después, en el mismo 311, muere Galerio, y en el 313, Constantino y Licinio parlamentaron en Milán el célebre Edicto concediendo "a los cristianos y a todos los demás, plena libertad para seguir la religión que deseen; en vista de lo cual esperamos que la divinidad que reside en el cielo, querrá mostrarse aplacada y ser propicia a nosotros y a quienes viven bajo nuestro imperio... pues conviene a la tranquilidad de nuestro tiempo, que cada uno, en las cosas divinas, tenga libre facultad para seguir cuanto eligió".

Añaden a continuación "decretamos en favor de los cristianos que, si les fueron confiscados los lugares donde solían reunirse, ya por el Estado ya por cualquier otro organismo, les sean restituidos".

Hoy puede extrañar que dos emperadores paganos, establezcan de una manera clara e inequívoca, la libertad de religión y de conciencia en pleno siglo IV. Nuestros gobernantes y políticos deberían aprender la lección dada por Constantino y Licinio, de que la religión es algo muy importante en el curso de nuestra vida y de nuestra historia. La religión sirve y para mucho. No se la puede menospreciar y menos perseguirla; para apreciarla hay que conocerla y vivirla. La tolerancia y la libertad religiosa son dos pasos necesarios para que nuestro mundo valore algo fundamental: la religión.