El fanatismo de los maniqueos fue tal que los emperadores romanos tuvieron que dictar severísimas penas contra sus seguidores. Admitieron los maniqueos, influidos por los gnósticos, un doble principio creador (dualismo). Pero lo más extravagante de su doctrina era el atribuir a las plantas vida sensitiva; no se podían cortar ramas de los árboles pues sufrían, ni arrancar frutos de los mismos pues lloraban. Cuando se arrancaba un higo de una higuera, ésta lloraba con lágrimas de leche y si un electo (grado primero de la secta) comía un higo, al digerirla despedía en el aliento partículas de la divinidad. Abominaban la agricultura. Los oyentes (segundo grado) eran quienes habían de cultivar los campos. (San Agustín, "Confesiones", libro III, cap. X). Actualmente, en los rifirrafes de los po- líticos, con cierta frecuencia, unos y otros se acusan de maniqueos. ¿Será por el fanatismo con el que defienden sus ideas o por los desvaríos y extravagancias de lo que defienden? En ambos casos, la acusación en explicable.