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Santa Elena emperatriz, la fe es histórica

Publicado: 18/08/2020: 9303

De origen pagano y muy humilde (era una posadera plebeya), se casó con un joven oficial, pero fue repudiada por su marido para alcanzar sus fines políticos que no eran otros que la jefatura del imperio. Al morir este y ser aclamado como nuevo emperador el hijo de ambos, Constantino, una de sus primeras medidas fue rehabilitarla y concederle el título de Augusta. Celebramos su fiesta el 18 de agosto.

No se le subió a la cabeza la dignidad ni los honores, ni buscó venganza, sino que utilizó el poder imperial nada más y nada menos que para incrementar su ayuda a pobres y desvalidos. Y es que, aquellos largos años de abandono y humillación de Elena no habían sido en vano, sino que le habían servido para conocer el cristianismo y bautizarse. Se dice que se vestía modestamente para asistir a las celebraciones religiosas junto al resto de la comunidad cristiana, tratando de pasar desapercibida, como una más.

Mucho tuvo que ver su conversión con el hecho de que, poco después, su hijo Constantino se bautizara acabando con tres siglos de persecución de los cristianos por parte del imperio romano.

Una serie de acontecimientos familiares terribles la llevaron a emprender una peregrinación penitencial a Tierra Santa a la edad de 78 años. Allí hizo edificar, entre otras, las basílicas de la Natividad en Belén, y de la Ascensión en el Monte de los Olivos, e hizo derribar los edificios paganos construidos sobre el Gólgota, lo que propició el descubrimiento de la reliquia de la verdadera cruz. Murió el año 329 a la edad de 80 años.

Una fe hecha sangre y tiempo

Santa Elena se empeñó en descubrir las huellas de Cristo, del Verbo de Dios que se hizo hombre y habitó entre nosotros. Todavía hoy (aunque en tiempos de pandemia se haya reducido el número) miles y miles de peregrinos acuden cada año a visitar Tierra Santa buscando las raíces de su fe. Ojalá pronto puedan restablecerse las comunicaciones de forma segura porque los santuarios de los santos lugares no son simples piedras, sino testigos del paso por este mundo del Hijo de Dios. Por eso la labor de recuperación que realizó santa Elena (patrona de los arqueólogos) es tan importante, porque nuestra fe se sostiene en los acontecimientos reales que sucedieron en Palestina al comienzo de nuestra era, una fe que nos ha llegado gracias a los testimonios de aquellos que nos precedieron.

Precisamente, el mismo día de su fiesta, 18 de agosto, celebramos también la del primer obispo malagueño del que tenemos constancia, san Patricio. Su existencia, como la de los últimos hallazgos arqueológicos revelados por las excavaciones junto a la iglesia del Sagrario, nos hablan de una fe encarnada en Málaga desde muy muy temprano. Ahora nos toca a nosotros encarnarla y transmitirla por muchos años.

Antonio Moreno Ruiz

Periodista y portavoz de la diócesis de Málaga

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