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Elvira Roca: Europa no puede olvidar sus raíces cristianas

Publicado: 05/11/2018: 13251

Cientos de miles de malagueños han abarrotado estos días los cementerios y columbarios de toda la provincia cumpliendo con la tradición de adecentar las tumbas y visitar el lugar donde reposan los restos de sus seres queridos. La costumbre milenaria, sin embargo, al contar con profundas raíces religiosas, va perdiendo sentido en un ambiente secularizado como el que vive la actual Europa. Muchos de los que visitan estos días los cementerios probablemente desconocen el origen y el sentido de las fiestas que celebran como muchos también desconocen el significado de tradiciones importadas como la de Halloween.

¿Qué celebramos?

El pasado 1 de noviembre celebramos la Solemnidad de todos los Santos. Para la comunidad cristiana es la fiesta de todos aquellos santos que no están en el calendario, todas aquellas personas que gozan de la vida eterna en la presencia de Dios o, como diríamos en lenguaje popular, “están en el cielo”. El papa Francisco alude a ellos como los santos “de la puerta de al lado”, esas personas que hemos conocido y que se han distinguido “por no vivir para el éxito, el poder o el dinero, sino que han acumulado tesoros de amor al prójimo”. Y es que, no hace falta ser canonizado o beatificado (como recientemente ha ocurrido en Málaga con el jesuita P. Arnaiz) para ser considerado santo por la Iglesia.

Después de celebrar la solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia invita (el día 2 de noviembre) a conmemorar a Todos los Fieles Difuntos. Una jornada dedicada a dirigir nuestra mirada a los que nos han precedido y que han finalizado el camino terreno. «Al ir a los cementerios y rezar con afecto y amor por nuestros difuntos –afirmaba Benedicto XVI– se nos invita una vez más, a renovar con valentía y con fuerza nuestra fe en la vida eterna, más aún, a vivir con esta gran esperanza y testimoniarla al mundo: tras el presente no se encuentra la nada».

Frente a estas fiestas de la cultura cristiana, la celebración de Halloween, se ha convertido, desde hace unos años, en una referencia cultural casi imprescindible, promovida incluso desde los centros educativos y las instituciones públicas.

El origen de esta fiesta es también cristiano, como recuerda el delegado de Ecumenismo y diálogo interreligioso, Rafael Vázquez: «la Iglesia estableció la festividad queriendo cristianizar cultos paganos de origen celta, vinculados al fin de las cosechas y a los espíritus malignos. La intención era ofrecer un sentido esperanzador de la vida y de la muerte: el cristiano no está abocado a un mundo de oscuridad y tinieblas, sino al reino de la gracia y la vida; y la santidad es el mejor fruto de la cosecha de una vida entregada por amor. Actualmente la fiesta ha perdido tanto su sentido cristiano, como incluso celta, convirtiéndose en una fiesta de niños que banalizan con los muertos, que de pronto recobran vida y recorren nuestras calles, o introduciéndolos en un mundo de brujas, demonios y telas de araña. Halloween es una fiesta pagana cristianizada con el sentido esperanzador de la muerte que nos ofrece Jesucristo, y que se ha vuelto a paganizar, reflejando así una sociedad secularizada que ha perdido la esperanza de la resurrección».

Para la profesora de historia Elvira Roca, autora del bestseller “Imperiofobia y leyenda negra”, adoptando esta celebración «lo que estamos haciendo todos los europeos, católicos y protestantes, es imitar la fiesta de los estadounidenses. Todos admiramos su poder hegemónico: su estilo de ropa, de vida, sus modos, sus costumbres... El ser humano es un primate imitativo y, como tal, lo que le importa no es lo que está por debajo de él, sino lo que está por encima. Siempre ha sido así. Es la historia del mundo. Con el Imperio Romano, todo el mundo iba con toga desde la frontera del Rin hasta los desiertos de Arabia. Todos se ponían la toga porque era el modo de vestir de los romanos. Pues igualmente ahora todo el mundo imita a los estadounidenses celebrando Halloween».

Roca, que se manifiesta no creyente, manifiesta su predilección por la tradición católica de visitar los cementerios. «A mí me parece una fiesta entrañable. Creo que no he faltado nunca. En mi casa sigue siendo una fiesta sagrada, mantenemos la tradición año tras año, y espero que mis hijos la hereden». Y advierte, asimismo, sobre la gravedad de la pérdida de los valores que fundamentan nuestra cultura y modo de vida: «Europa no puede olvidar las raíces cristianas que tiene sin dejar de ser Europa. Sería otra cosa: quizás no sería nada. Esa especie de aborrecimiento de la propia cultura que crece en Europa occidental tiene que ver mucho con la vena suicida que ha entrado en el continente».

Antonio Moreno Ruiz

Periodista y portavoz de la diócesis de Málaga

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