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Diario de una adicta (XLII). El profesional

Publicado: 21/01/2017: 2491

A los pocos días avisó de que iba a venir después de su consulta. Aproximadamente a las 7 de la tarde, pues los viernes sólo recibe a los que tiene en seguimiento para prescribir el tratamiento y termina pronto.

Su entrada y la actitud abierta y sonriente me cautivaron.

Esta primera entrevista le pedí estar a solas con él, pues necesitaba ser lo más sincera posible y había temas que todavía no estaba preparada para comentar delante de mis padres. Así lo hicimos y durante más de una hora le estuve explicando todos los detalles de mi historia, aunque él me matizaba constantemente sobre mis pensamientos, recuerdos y experiencias vividas.

Ante la afirmación de que llevaba más de 5 semanas sin consumir, me dijo que estaba muy bien pero que el verdadero trabajo empezaba ahora, y me explicó que la droga había ocupado mi mente y había fabricado un cerebro funcional que trabajaba íntimamente relacionado con las motivaciones para conseguir la dosis. Había destruido las referencias interiores y los valores que dirigían mi vida anteriormente. Ahora consiste en construir y recuperar afectividades, familia, proyectos, estudios, relaciones sociales e integrarme en la sociedad. Me pidió lo que tenía escrito para estudiarlo y prescribió unos análisis de orina y de sangre, unas pruebas de hepatitis y de sida, un electrocardiograma y un electroencefalograma para hacerse una idea y decidir lo que podía hacer. Mientras tanto me dijo que siguiera como hasta ahora. Me quedé contenta y con la impresión que no me iba a dejar, y que me ayudaría. 

A los diez días de la entrevista, recibí su llamada para concertar la cita y detallarme una parte del abordaje terapéutico con el que me tenía que identificar. Me encontraba un poco nerviosa porque tampoco sabía mucho del tratamiento, pero la visita fue intensa, agradable, clarificadora y con puntualizaciones muy lógicas y racionales. 

En esta ocasión, sí solicitó la presencia de mi familia, porque me especificó que cuando uno enferma de la droga, toda la familia enferma, y ésta representa una base fundamental para que la salud se recobre en todos sus miembros. Su implicación y complicación en el proceso de normalización era totalmente necesaria, por lo que tenían que estar al tanto de su dinámica y evolución.

Me insistió, con ganas, que aunque no consumir es importante, lo es mucho más, el descubrir y objetivar las razones y objetivos esenciales que me conducen y fortalecen para tomar esa decisión y así poder estructurar una alternativa segura, porque ese cuerpo ideológico es el que me puede hacer alcanzar mi autonomía; yo seré la protagonista y responsable de mi vida, y también la que me marque el rumbo a seguir o la dirección existencial.

Los análisis descartaron cualquier enfermedad; ni hepatitis, ni sida, anemia o venéreas, etcétera, y el electroencefalograma mostraba un ritmo normal: estaba sana. Me planteó el proyecto terapéutico para 6 meses, con dos visitas mensuales, y según la valoración se iría modificando el ritmo: sería un trabajo de supervisión de las tareas propuestas. El contenido sería fundamentalmente el despejar dudas, señalar objetivos y valorar el grado de cumplimiento.

Desde el principio me dejó claro que, con los problemas acumulados y los traumas hospitalarios, era lógico que tuviera secuelas neurológicas que irían saliendo de manera progresiva e incluso descontrolada. Podían ser mentales, afectivas o somáticas. Es evidente que dependiendo de la extensión, el grado de las lesiones y su localización, pueden ser recuperables de una manera parcial o total, pero también se puede frenar su progresión y paliar las consecuencias negativas, pues nuestro cerebro tiene unas capacidades casi ilimitadas, sólo necesita estimularlo adecuadamente. Zonas sanas pueden asumir perfectamente las funciones de los territorios deteriorados y también aumentar las conexiones entre las neuronas y potenciar, de manera ostensible, esas capacidades, creando auténticas unidades funcionales, al igual, me explicaba, que la droga creó un cerebro que funcionaba de manera prioritaria con el objetivo casi único de conseguir la droga, por la dependencia que de ella tenía. Por otra parte, la capacidad de neurogénesis, es decir, de poder generar células nerviosas, es una realidad científica.

Diócesis Málaga

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