Vida Diocesana

Buscando... ¿el alma?

Publicado: 26/01/2016: 1104
El encuentro con Dios es inevitable, porque Él se encuentra de manera permanente al acecho para hacerse el encontradizo

Superado el consumo de la droga que le ha tenido esclavizado durante un intensivo y selectivo tiempo de su vida, esa persona, que ha recuperado su normalidad funcional cerebral, se enfrenta a una situación social, familiar y laboral, que sigue con los mismos factores de riesgo que le condicionaron su adicción, y aunque su abstinencia supera el año, las secuelas le entorpecen la rutina diaria, y las carencias, especialmente afectivas, desestabilizan su mundo emocional que, contaminado por cierta necrópolis neuronal, sostienen unas alteraciones que le enturbian su armonía interior y le dificultan los mecanismos de acción de su sistema de recompensa cerebral; disminuido en sus recursos cerebrales, con pérdida del ritmo social, y en un contexto en que tiene que  sanar  heridas y superar muchos prejuicios, siempre con la sospecha de un pasado que puede volver, la tentaciones intermitentes de una autolisis no dejan de acumular argumentos. Así, rodeado de sombras y oscuridades, no ve nada a su alrededor, por lo que clausura esta ruta, y se refugia en su interior, con una introspección forzada, pues aún brillan algunas luces, en la que deposita una "desesperada esperanza" de encontrar salidas.

Esta situación límite tiene la capacidad de estimular, un proceso singularmente enriquecedor y que bordea el milagro, pues se activan poderosas fuerzas interiores que al descubrir otras dimensiones, le señalan a la persona caminos que le orientan hacia su plena realización.

En su soledad, rumia y contempla los contenidos de su mente, y en un proceso de discernimiento intenta explicar y justificar sus diferentes episodios biográficos. Es entonces cuando se sorprende observando que las ideas, sentimientos, emociones y experiencias que conforman su realidad interna, las puede colocar en un escenario y  diferenciarse de ella, y aunque las reconoce como propias, las valora como elementos  accidentales, y por lo tanto contingentes y sometidos a un constante fluir: no se identifica con ellas.

¿Pero quien es el observador "Hemos buscado en cada uno de los escondrijos del cerebro y no hemos encontrado a nadie dentro, nadie en las regiones corticales, pero todos tenemos la sensación de ser el observador. Sabemos lo que el observador hace, pero no sabemos quién o qué cosa es el observador" dicen los neurocientíficos. En esa dinámica, afirman que, la persistencia e intensidad de estos análisis, en que el objetivo es tan concreto e importante como la calidad de una supervivencia, poseen capacidad de inducir la apertura de ventanas plásticas cerebrales que iluminan territorios que estaban en penumbras y que, al ser estimulados, desencadenan significativas hipersincronías neuronales por las que grupos de células nerviosas se unifican y se potencian, precisamente en regiones donde se localizan, por las diferentes técnicas de tomografías, el origen de los despertares, erurekas y genialidades; talentos que se encontraban en potencia pasan a acto, y  le hacen tomar conciencia de su ser como entidad independiente, permanente, con la percepción de ser única e irrepetible y con la que esencialmente se identifica: la reconoce como su verdadera realidad con categoría no física ni mental.

Esta experiencia le seduce e intensificando el proceso de interiorización, se le presentan espacios sin horizontes. Lo que se inició como un movimiento intelectivo-terapéutico entra en unas dimensiones en las que la razón, cualidad suprema, informada por las verdades de nuestra fe y no sin el concurso de la gracia, encuentra las condiciones idóneas para activar la semilla divina que por creación tiene todo ser humano, y descubre, con una inefable seguridad, ser  un espíritu localizado que, trascendiendo cuerpo y mente, de los que se diferencia claramente, le confirma la verdad que fue creado a imagen y semejanza del Creador y que le señala su filiación divina.

El encuentro con Dios es inevitable, porque Él se encuentra de manera permanente al acecho para hacerse el encontradizo, e ilumina de manera total el misterio de nuestra existencia y su más profundo significado.

"Muerte que en vida has trocado" define el cambio que se ha producido.  El concepto de Dios adquiere condición de experiencia personal, y sabores divinos se hacen protagonistas de la persona que ya tiene argumentos para afirmar que "fuera de Dios todo es estrecho".


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