Noticia La oración según Santa Teresa de Ávila Publicado: 07/08/2015: 7313 Este domingo concluye en Ávila el Encuentro Europeo de Jóvenes (EEJ) en el que están participando cerca de 600 jóvenes de la diócesis de Málaga. El sacerdote diocesano Alfonso Crespo daba unas claves a los jóvenes malagueños días antes de partir a Ávila sobre la vida y obra de Teresa de Jesús. Pidió que se recurriese a esta maestra de oración y sugirió la lectura del Libro de la Vida. Afirmó que los capítulos del 11 al 23 son un tratado de oración clásico y único, donde compara los niveles de oración con cuatro formas de regar un huerto. Las flores que este dará son las virtudes: 1.- Riego acarreando el agua con cubos desde un pozo. Corresponde con el primer momento de la oración mental. Se trata de recoger el pensamiento en el silencio, evitar las continuas distracciones y comenzar un diálogo con Dios. Es la etapa que más esfuerzo personal requiere. Iniciar este camino, supone luchar con continuas distracciones, las atracciones del mundo y, a menudo también contra la tristeza y las dudas. 2.- Riego trasegando el agua con una noria. Corresponde con la llamada oración de quietud o contemplativa. La memoria, la imaginación y razón experimentan un recogimiento grande, aunque persisten las distracciones ahonda la concentración y la serenidad. Se exige El esfuerzo pero se comienza a gustar de los frutos de la oración, lo que nos anima a perseverar. 3.- Riego con canales desde una acequia. Pasamos a la oración de unión: El esfuerzo personal del orante es ya muy pequeño: memoria, imaginación y razón son absorbidas por un intenso sentimiento de amor y sosiego: «Quiere el Señor aquí ayudar al hortelano… El gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado… Es un glorioso desatino, una celestial locura, adonde se aprende la verdadera sabiduría…» (Vida 16,1). 4.- Riego con la lluvia que viene del cielo. Llegamos al éxtasis o arrobamiento de amor: «El Señor me enseñe palabras cómo se pueda decir algo la cuarta agua…Acá no hay sentir, sino gozar… se goza un bien, adonde juntos se encierran todos los bienes… No queda poder en el cuerpo ni el alma le tiene para poder comunicar aquel gozo» (Vida 18, 1). Crespo afirmó que «la Santa nos advierte que se puede retroceder; que conviene mantener firme el vuelo. A veces nos fatiga orar, no tenemos tiempo para ello; a veces, confundimos la oración con «una ventanilla a la que vamos a pedir cosas», o con un «libro de reclamaciones» en el que rellenamos hojas de quejas y pedimos cuentas de por qué nos ha pasado esto o no se nos ha concedido lo que le pedíamos… » Orar, como decía Teresa recordó el sacerdote «es tratar de amistad con quien sabemos que nos ama», sabiendo «Quien está con quien», «mirando a Quien sabemos que nos mira». No podemos estar siempre distraídos en «las afueras del castillo» ¡Adentrémonos en el castillo interior de nuestra alma y aspiremos llegar a esa Séptima Morada en la que, parafraseando a San Juan de la Cruz ya «solo amar es mi ejercicio».