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Esculturas con alma y corazón

Publicado: 10/04/2014: 8834

Entrega, pasión, alma y corazón son las palabras que más repiten los escultores Juan Vega, Manuel Toledano y Raúl Trillo cuando se les pregunta por su trabajo. Ayudar a rezar o acercar la fe, son los propósitos que guían sus manos cuando se enfrentan a un nuevo encargo. Y es que representar a la Virgen, al Señor o los santos no es fácil. Todos coinciden en la enorme responsabilidad y orgullo que supone, así como el pellizco que se les coge en el estómago cuando un cura o una cofradía les encargan una nueva imagen.

Juan Vega lleva seis años como profesional de la imaginería: «desde pequeño me llamó mucho la atención el arte, la Semana Santa, y eso me hizo dedicarme de forma profesional. Abordar una obra de arte sacro tiene varias vertientes. Por un lado el oficio de escultor en que tienes que estar preparado y tener asimilados los conceptos de la escultura figurativa, que conlleva representar a una persona. Pero este tipo de imágenes hay que aderezarlas de un sentimiento y una expresión que inspire a la devoción. A la hora de crear los rostros me fijo en cualquier detalle, en la gente que me rodea, la gente de la calle, familiares y amigos. Voy tomando algunas notas de las expresiones de las personas que después llevo a la madera. Es un trabajo de paciencia, de sentirte bien y centrarte en lo que haces. Hay que estudiar muy bien cada obra y cada caso. Hay que tener un sentimiento especial y estar cerca de la Iglesia, de las cofradías y tener fe. Todo ello te hace tener un sentimiento especial a la hora de enfrentarte a una talla».

La Virgen de los Desamparados de Santa María Goretti, en el barrio de los Corazones; el Niño del Dulce Nombre de Jesús de la parroquia de Santo Domingo, en el Perchel, o la talla del Cristo Resucitado, en la capilla del Asilo de los Ángeles en Miraflores; todas ellas de Málaga capital, son algunas de las obras de Juan. «Son imágenes en las que la gente deposita muchísimas oraciones, se encomienda a ellas, y eso es una responsabilidad muy importante. Es una sensación indescriptible porque es una obra que ha salido de tus manos y cuando ya está terminada a veces me parece no lo he hecho yo. Es como si fuera magia entre comillas. Está claro que es un oficio totalmente artesanal, en el que el imaginero deposita muchísimas horas de su vida. Si tuviera que destacar algo sería la entrega y la pasión con la que el autor trabaja en las obras que después se exponen en las iglesias».

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