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Mártires del siglo XX: historias reales de la fuerza del Amor

Publicado: 28/10/2008: 1283

•   La catedral acoge una celebración el próximo jueves 6 de noviembre

Ayer martes se celebró el primer aniversario de la beatificación de 498 mártires españoles del siglo XX, entre ellos 21 relacionados directamente con Málaga. Con motivo de esta conmemoración, se han organizado varias celebraciones en la diócesis: el próximo jueves 6 de noviembre a las 18.30 h en la S. I. Catedral se celebrará una Eucaristía presidida por el Administrador Apostólico de la diócesis de Málaga, Monseñor Dorado Soto.

Así mismo, el viernes 7 de noviembre, a las 18.00 h en la localidad de Álora, tendrá lugar una Eucaristía en memoria del beato Juan Duarte. El 15 de noviembre a las 18.00 h, en Yunquera también tendrá lugar otra celebración con el diácono Duarte como protagonista. Para esta última la parroquia de la Sagrada Familia, de Málaga, tiene previsto fletar un autobús a las 16.00 h.

Mientras unos buscan en la “memoria histórica” el modo de abrir viejas heridas y revivir divisiones, la Iglesia quiere mirar a su pasado con esperanza.

El 28 de octubre se cumplió un año de la beatificación de 498 de los mártires del siglo XX. Y aunque muchos otros no estén ni vayan a estar nunca en los altares, sus historias son el ejemplo claro de cómo una persona corriente puede, con la fuerza del Espíritu, dar testimonio de Cristo hasta entregar su vida.

Tenemos la certeza de que aquellos que murieron en la persecución religiosa de los años 30 gozan ya de la inenarrable visión del rostro de Dios. Sus muertes, perdonando a sus verdugos, nos siguen sorprendiendo y nos interrogan sobre el sentido que damos a la palabra “fraternidad” y la madurez de nuestra coherencia en la fe.

A ellos miramos en la cercanía de la fiesta de todos los santos. “Al despertar me saciaré de tu semblante” dice el salmista. Y en palabras de Pedro Sánchez Trujillo, postulador diocesano de la causa de los mártires del siglo XX, es “Dios quien está despertando a estos mártires”. Y los despierta ahora porque, según su opinión, es cuando más falta hace. Pedro reconoce que hay muchos más que no han sido beatificados y sobre ellos trabaja sin descanso para rescatar sus historias del olvido, antes de que desaparezcan aquellos que los conocieron y se borren definitivamente las huellas de su muerte. “Los mártires no necesitan ser canonizados para aumentar en su gloria, pero la Iglesia sí que necesita de ellos. La Iglesia tiene que ser mártir, porque ser buena esposa de Cristo, ser fiel al Evangelio y a la misión, va parejo, en muchas ocasiones, con el martirio”, aseguró en la entrevista emitida el pasado domingo, 26 de octubre, en el programa “Iglesia en Málaga”, en Cope.

La palabra “mártir” significa testigo, y se dice de aquel que sigue dando testimonio de su fe incluso cuando su cuerpo es torturado. “¡Viva Cristo Rey!”, decía aquel joven seminarista Juan Duarte mientras lo llevaban a una muerte segura. Y no dejó de gritarlo, a pesar de las amenazas y la ira de sus verdugos. Como Duarte, muchos hombres y mujeres fueron al martirio.

Eran personas normales, sencillas, gente buena que fue, en muchas ocasiones, elegida de uno y otro bando por el simple hecho de profesar la religión en un tiempo en el que algunos la asociaban con una determinada ideología.

Los mártires anónimos y los ya reconocidos regalaron al mundo, con sus muertes, un valioso signo de su amor fiel a Cristo, pero también tienen algo que decirnos a los cristianos de hoy. Francisco García Mota, delegado episcopal de la causa de los santos, así lo cree y recuerda que el Papa Juan Pablo II incidía en la importancia de dar a conocer no sólo a los santos de ayer sino también a los actuales, los que tienen nombre y apellido y a los que muchos de nosotros hemos conocido. Ellos, con su ejemplo, nos demuestran que es posible ser santos hoy. Basta con cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida y amarla hasta sus últimas consecuencias.

Estos santos constituyen para la Iglesia un impulso a su propia fidelidad. Como ellos, estamos llamados a dar hasta el último momento testimonio de la fe, la mansedumbre, el amor, el perdón y la certeza de la trascendencia. El mundo necesita razones evidentes de nuestra esperanza.

Autor: Revista Diócesis

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