DiócesisHomilías Mons. Dorado

Dedicación del Templo Parroquial de \"Jesús Obrero\"

Publicado: 14/03/2004: 1388

La Palma-Palmilla, 14 de marzo de 2004.

Dedicación del Templo Parroquial de “Jesús Obrero”

La Palma-Palmilla, 14 de marzo de 2004.

            1.- La idea principal del Evangelio de hoy es que Jesucristo es el verdadero “Templo de Dios”. ¿Qué significa esta expresión?

            Para el pueblo judío el templo era el lugar o el espacio donde la presencia de Dios se hacía tangible. Jesús amaba el templo de Jerusalén; consciente de ser el Hijo de Dios, el Templo le sabía a “hogar”. Lo llamada “la casa de mi Padre”. Allí fue presentado cuando era niño, en brazos de su Madre, la Virgen María. Allí, a los 12 años, consagró su adolescencia (La Confirmación). Allí celebraba el “Sabat”.

            Le dolían los abusos de que era objeto, especialmente cuando el escándalo procedía del mismo Pueblo de Dios. Unas cuantas familias de la aristocracia sacerdotal judía tenían montado en su recinto un negocio ofensivo. Y Jesús, movido por el celo (amor) de la Casa de Dios lo reprueba públicamente con un gesto de excepcional dureza.

            2.- Al proclamar “destruid este templo y en tres días lo levantaré” está anunciando el misterio de su Muerte y Resurrección. Y nos dice que el templo material de Jerusalén no era más que un admirable “signo” provisional y pedagógico. El auténtico templo de Dios, lugar de la Presencia real y tangible de Dios entre los hombres, es Jesucristo Resucitado. Al “entrar en Él” (en Jesucristo), los creyentes encuentran el centro de su paz, que es la Casa del Padre. El hogar de la entrañable felicidad al que todo ser humano está destinado.

            La Carta a los Hebreos, que está escrita a comunidades de Asia Menor que añoran el Templo de Jerusalén y la suntuosidad de su culto, dirá continuamente que el nuevo lugar de encuentro con Dios es Jesucristo. En Él se hace transparente y perceptible la Presencia, la Vida, la Gloria, la Santidad y la Salvación de Dios.

            Cuando en el vocabulario cristiano hablamos todavía de “templos”, nos referimos a edificios pedagógicamente destinados a ser lugares de encuentro con la única realidad que le da sentido: el Cuerpo de Cristo.

            3.- El Para nos ha recordado recientemente que “los cristianos no son discípulos de un sistema filosófico: son los hombres y las mujeres que han hecho, en la fe, la experiencia del encuentro con Cristo” (1 Jn 1, 1-4).

            ¿Dónde nos es posible tener esa experiencia de encuentro personal con Jesucristo? Él mismo nos dirá que es posible encontrar a Dios en todas partes. “Encontraréis a Jesús –nos dice el Papa-allá donde los hombres sufren y esperan. Jesús vive junto a nosotros, en los hermanos con los que compartimos la existencia cotidiana. Allá, entre los hermanos, está la casa de Cristo”.

            Hay, sin embargo, un lugar privilegiado: la comunidad creyente reunida en la Eucaristía, en torno al Cuerpo muerto y resucitado de Jesús.

            Aquí en la tierra, el Cuerpo de Jesucristo Resucitado se hace realidad concreta y presente en la Eucaristía.

            La Eucaristía debe ser un encuentro personal con el Dios Vivo de Jesucristo, que nos impulsa a construir su Reino y buscar su justicia.

            La Eucaristía es el lugar del encuentro con el Padre, que nos urge a preocuparnos de los hermanos.

            La Eucaristía es la fuente del amor fraternal  y el amor fraterno es la verificación de la Eucaristía.

 

+ Antonio Dorado Soto,

Obispo de Málaga

Autor: Mons. Antonio Dorado Soto

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