DiócesisHomilías Mons. Dorado

Domingo IV de Pascua

Publicado: 11/05/2003: 1209

 Domingo IV de Pascua

Año 2003.Ciclo B.

            1.- “La visita del Santo Padre a España en los pasados días 3 y 4 de mayo, ha sido un acontecimiento de gracia y de salvación. El Señor nos lo ha concedido generosamente como regalo pascual respondiendo a nuestra plegaria por el fruto espiritual de la Visita”.

            Con estas palabras comienza la Nota del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española tras la Visita Apostólica del Santo Padre, que hemos titulado: “Avivar las raíces cristianas”.

            Y después de dar gracias al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por este don, añadimos más abajo:

            “El cariño, afecto y devoción que tantos miles de jóvenes y adultos han manifestado al Santo Padre, la numerosísima participación en los actos programados y los altos índices de audiencia de las transmisiones por Radio y Televisión, nos llenan de alegría y confianza al comprobar que los corazones de muchos españoles siguen abiertos a la persona de Jesucristo y a la luz del Evangelio”.

            2.- A su vez, el Santo Padre dedicó toda la Audiencia General del miércoles 7 de mayo a comentar y valorar visiblemente emocionado lo que ha supuesto para él este 5º viaje a España.

            “Este quinto viaje apostólico a España –nos ha dicho—ha confirmado en mí una profunda convicción: las antiguas naciones de Europa conservan un alma cristiana que constituye un todo con el “genio” y la historia de sus respectivos pueblo. El secularismo amenaza, sin embargo, tristemente a los valores fundamentales, pero la Iglesia debe trabajar continuamente por mantener esta tradición espiritual y cultural... Haciendo una llamada a la grandeza del alma del pueblo español... he querido dirigirme especialmente a los jóvenes para hablarles de Cristo: “seréis mis testigos”.”.

            Y nos ha recordado también la invitación a seguir a Jesucristo en el sacerdocio o en la vida consagrada, brindándonos el testimonio de sus 56 años de vida entregada como sacerdote. Es oportuno recordar este aspecto en este Domingo dedicado a las vocaciones y a promover la vida consagrada.

            3.- Por mi parte quiero añadir unas sencillas reflexiones que suscitan en mi corazón la experiencia de este grandioso acontecimiento eclesial de la Visita del Papa, que ha avivado en mi las raíces de la Esperanza.

            A pesar del pesimismo y la desesperanza que con frecuencia paralizan nuestros esfuerzos apostólicos, estoy convencido de que en nuestra diócesis de Málaga abundan los buenos cristianos.

  • Un primer grupo está formado por los que participan en la Misa del Domingo.
  • Un segundo grupo más comprometido lo forman las miles de personas que dedican buena parte de su tiempo y de su dinero para servir a la Iglesia. Unos trabajan en Cáritas, otros visitan a los enfermos y a los ancianos impedidos para escucharlos y acompañarles y, si lo piden, llevarles la Comunión; y otros dedican horas de su tiempo para formarse, impartir catequesis y trabajar apostólicamente en otros muchos movimientos.
  • Hay también muchos miles de creyentes, como los sacerdotes, los misioneros y religiosos, que dejaron su vida confortable y un trabajo personal, para gastar su vida en proclamar el Evangelio con obras y con palabras. Todos ellos personas normales con sus valores y sus defectos.

A los que no tienen fe les resulta muy extraña esta forma de emplear el tiempo y este compromiso por los hombres. Entonces buscan explicaciones. En la Primera Lectura de la Misa de hoy, Domingo, San Pedro da esta sencilla respuesta: “quede bien claro a todos que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis, y que Dios resucitó de entre los muertos, el que nos impulsa a hacerlo”.

            Para nosotros Jesucristo es el origen y meta de toda existencia humana, el fundamento de nuestra fe y de nuestro amor, y el único Maestro que guía nuestra conducta. Le condenaron todos los tribunales de la tierra, pero Dios lo ha convertido en la piedra angular que sustenta y sostiene nuestra vida. Reconocemos los avances de la ciencia, los de psicoanalistas y psicólogos, la necesidad de la medicina, pero nuestra paz y nuestra alegría de vivir, nuestra fortaleza ante el fracaso y nuestra esperanza frente al mal, proceden de Jesucristo, “pues bajo el Cielo no se nos ha dado otro Nombre que pueda salvarnos”.

            Es verdad que nos tienta el desaliento al constatar las propias miserias y el sufrimiento de la gente, pero se nos ilumina el camino de nuevo cuando meditamos lo que dice San Juan en el Evangelio de hoy: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios; ¡pues lo somos! Ahora somos hijos y aún no se ha manifestado lo que seremos algún día. Sabemos que, cuando se nos manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es”.

            Mientras tanto vivimos en esta tierra, donde tenemos encomendada por Dios la difícil y apasionante tarea de vivir y construir una sociedad más justa. Como humanos nos vemos sacudidos por todas las preguntas e inquietudes que jalonan la existencia del hombre y solicitados por todas las tentaciones. Pero Jesucristo nos sostiene y nos lleva a las aguas de la vida, como el Pastor conduce a su rebaño. Porque es el Buen Pastor que nos conoce, nos ha revelado a Dios, ha entregado su vida por nosotros y nos ha dado el Espíritu Santo.

+ Antonio Dorado Soto,

Obispo de Málaga

Autor: Mons. Antonio Dorado Soto

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