DiócesisHomilías Mons. Dorado

Ordenación de sacerdotes

Publicado: 11/09/2004: 978

 Ordenación de sacerdotes

Málaga, 11 de septiembre de 2004, S.I. Catedral

            Queridos sacerdotes concelebrantes. Queridos Rafael, Miguel Ángel y José Amalio, padres, familias y amigos de los ordenandos, hermanos todos.

            1.- Bienvenidos todos a esta Fiesta del Espíritu, a esta celebración gozosa de nuestra Iglesia, que cuenta siempre con la presencia poderosa de Cristo Sacerdote que nos mantiene unidos por la fe y el amor y se hará especialmente presente en la consagración de estos tres jóvenes y en el ejercicio futuro de su ministerio santificador.

            Quiero que mis primeras palabras sean una sincera y sentida acción de gracias a Dios porque Él nos invita y nos alegra con la vocación y la consagración sacerdotal de estos jóvenes para el sacerdocio ministerial en nuestra Iglesia de Málaga.

            Acción de gracias también para cuantos habéis colaborado con la llamada y la gracia de Dios en la maduración de estos candidatos al sacerdocio: padres, familiares, formadores y amigos.

            2.- Los textos de la Palabra de Dios que hemos proclamado, nos ayudan a comprender la realidad del ministerio sacerdotal y las exigencias que su ejercicio implica.

            Con las palabras de la Carta de San Pablo a Timoteo, queremos manifestar nuestra convicción de que ser sacerdote es una gracia y regalo de Dios y dar gracias a Cristo, nuestro Señor, porque os ha sostenido con su fuerza y se ha fiado de vosotros hasta el punto de poneros a su servicio. Y esta experiencia hace brotar en vuestros corazones y en vuestros labios un himno de alabanza, honor y gloria por siempre al que es Rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único “que ha tenido misericordia de vosotros, llenándoos con su gracia de fe y amor cristiano”.

            Si vuestros méritos no son el motivo por el que Dios os ha llamado, no serán vuestros pecados el motivo por el que Dios retire su llamada. Vosotros sabéis bien de quien os habéis fiado. Pero también el Señor sabe de quien se ha fiado. Él es siempre fiel y no retira su llamada, ni su gracia, ni su fortaleza, ni su consuelo.

            3.- Confortados por este mensaje de la Palabra de Dios, queréis mostrar sin orgullo ni complejos el sentido preciso de vuestra vocación. Por eso habéis elegido el Evangelio que dice: “El Espíritu del Señor está sobre mi. Me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los pobres, a dar la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos” (Lc 4, 14 ss). En él se describe de qué manera concreta llevará a cabo Jesús su tarea de Salvador o Mesías, y el programa de lo que va a ser el ministerio de Jesús.

            Os invito a descubrir a la luz de estos textos, en la persona del único y eterno sacerdote, Jesucristo, del que nosotros tenemos que ser su representación sacramental, las actitudes interiores que deben animaros en vuestro ministerio pastoral. Jesús, lleno del Espíritu Santo, se nos presenta en este texto como:

  • “el primero y más grande evangelizador” (EN, 7).
  • el modelo por antonomasia del evangelizador.
  • y, más aún, la fuente inagotable de la que deriva día tras día la misión evangelizadora de la Iglesia.

4.- Jesús se presenta a sí mismo y su misión a partir del Espíritu: “El Espíritu del Señor está sobre mi…”. Esto quiere decir que:

  • el principio interior,
  • la fuerza
  • y el dinamismo permanente

de la misión evangelizadora de Jesús es el Espíritu Santo. El mismo Espíritu que está en la raíz de toda la Evangelización que se realiza en la historia. “No habrá nunca evangelización posible –escribió Pablo VI—sin la acción del Espíritu Santo”. (EN, 75).

            5.- “El Espíritu del Señor me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Noticia… la libertad a los oprimidos…”. La profecía de Isaías le sirve para seguir ilustrando en qué consiste su mensaje. Es anuncio de liberación de tantas formas de esclavitud que pesan sobre cada uno de los hombres y que oprimen a pueblos enteros: esclavitudes vinculadas a situaciones económico-sociales, pero también a culturas e ideologías que no respetan al hombre ni a su dignidad personal.

            Pero la situación que el Mesías ha venido a anunciar se refiere también a la esclavitud más radical que el hombre puede experimentar: la del mal moral, del pecado. Jesús ha venido “a proclamar un año de gracia del Señor”.

            La situación en que vive el hombre contemporáneo se caracteriza por una vasta y compleja red de esclavitudes en el campo moral. El pecado dispone hoy de medios esclavizadotes de la conciencia mucho más potentes que en el pasado e impone progresivamente a la opinión pública modelos de conducta aberrantes no sólo como legítimos, sino también como indicativos de una conciencia progresista y moderna.

            La Iglesia, y en este caso los sacerdotes, debemos anunciar hoy el Evangelio de Cristo como fuente de liberación y salvación de estas modernas cadenas que obstaculizan la libertad del hombre.

            6.- Jesús no se limita a “proclamar” la liberación, sino que Él puso en libertada los cautivos porque él mismo es esa libertad anunciada y dada al mundo. Es la libertad radical, porque Él mismo en persona es la Salvación, es la Gracia que salva y que hace “nuevo” el corazón del hombre. Y es el fundamento y el compendio de todas las libertades “derivadas”, las que expresan y atestiguan la dignidad personal de todo hombre.

            En Jesús actúa eficazmente esta libertad de salvación mediante el don del Espíritu Santo: es el Espíritu la fuente de salvación y de la libertad de los hijos de Dios; el Espíritu Santo del que Jesús dice que estaba lleno: “El Espíritu del Señor está sobre mi”.

            “Así el Espíritu no es sólo el principio de la obra evangelizadora de Cristo, sino que constituye también el contenido y el fruto original”. (EN, 75)

6.- Del Espíritu deriva la misión de Cristo.Brota de la consagración interior que el Espíritu ha operado en Jesús. “El Espíritu de Dios está sobre mi… porque me ha ungido para anunciar…”. Primero es la consagración y luego la misión; o si queréis, una consagración para la misión.

            Jesús es elegido por el Padre: es el elegido por antonomasia. El Espíritu lo unge en el seno purísimo de María, o sea: lo llena de santidad, lo instituye “propiedad sagrada de Dios”, le hace pertenecer a Dios y a sus designios de salvación.

            Y lo mismo acaece con los apóstoles: reciben el don del Espíritu Santo como don de santificación y como fuente e impulso para la misión. (EN, 75).

7.-  Una consagración para la misión:

A nosotros sacerdotes, todo esto nos ha de impulsar a volver a las raíces sacramentales de nuestro sacerdocio: el Sacramento del Orden nos ha “ungido” con el carácter sacramental y nos ha santificado con el don del Espíritu. Nos ha regalado una participación en la unción y santificación misma de Jesús. ¡Nos ha hecho “hombres de Dios”!

Ese don de la santidad hace posible y exige una continua santificación. De la santidad ontológica conferida en el Sacramento del orden nace el empeño y la posibilidad de la santidad moral, de ser santos.

Precisamente esta santidad-santificación debe estar en la base de nuestra acción pastoral y de nuestra misión evangelizadora. Pues sólo quien posee a Cristo, porque lo desea y lo ama, está en íntima, permanente y progresiva comunicación de vida con Él. Quien es santo, se hace testigo y, por tanto, evangelizador creíble.

La Nueva Evangelización es inseparable de una nueva santidad en los evangelizadores; y en nuestro caso de que seamos “Evangelios vivos con pies de cura”.

Esta es la grandeza y la exigencia del Sacramento que vais a recibir.

La ordenación de los presbíteros es una fiesta grande y alegre para la Iglesia. Con Santa María de la Victoria hoy la Iglesia de Málaga entera da gracias a Dios por el don de estos tres nuevos sacerdotes, que son otros tantos tesoros con cuyos bienes espirituales serán iluminados, consolados y santificados muchos hombres y mujeres, muchos ancianos y enfermos, muchos jóvenes.

“Proclama mi alma la grandeza el Señor. Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador. Porque ha hecho en mi y por mi, cosas grandes”.

            + Antonio Dorado Soto,

Obispo de Málaga

Autor: Mons. Antonio Dorado Soto

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