DiócesisHomilías Mons. Dorado

Festividad de la Merced (Centro Penitenciario)

Publicado: 24/09/2005: 1237

Festividad de la Merced

24 de septiembre de 2005, Centro Penitenciario

            Vengo a visitaros en un día señalado para vosotros: la fiesta de la Virgen de la Merced.

            1.- Pero la fiesta de la Merced es para vosotros una fiesta entre rejas. Es una fiesta sin la libertad. La libertad es un tesoro que sólo se aprecia cuando se pierde. Esta fiesta celebrada en prisión tiene que estimular a vosotros, reclusos y funcionarios, y a nosotros, a conseguir la libertad exterior e interior, a conseguir la libertad.

En primer lugar a vosotros, mis queridos amigos privados de ella.

La libertad exterior consiste en poder gozar de la capacidad espontánea de moverse por el mundo, de trabajar junto a otros ciudadanos, de vivir junto a los seres que amamos.

            La libertad interior consiste en no dejarse llevar de los impulsos que nos hacen esclavos de nosotros mismos: la sexualidad desenfrenada, la agresividad incontrolada, la ambición desmedida de los bienes de los demás, el espíritu de venganza.

            En segundo lugar esta fiesta tiene que conducirnos a procurar y respetar la legítima libertad de los presos, mis queridos funcionarios: cumplís aquí un deber difícil y delicado. El derecho a la libertad puede y debe ser recortado por fuerza mayor, cuando peligra la libertad o la seguridad de los demás, pero sólo en la medida estrictamente necesaria. Que la Virgen de la Merced os ayude a comportaros siempre así: que ni el cansancio, ni las experiencias negativas, ni la dureza de vuestro oficio contribuyan nunca lo más mínimo a hacer más dura la vida de ninguno de estos seres humanos confiados a vuestro cuidado. Que sepáis siempre respetar la dignidad y el justo espacio de libertad de cada uno de los reclusos. Esto es lo que nos pide el Evangelio. Esto es lo que debe pediros la sociedad.

En tercer lugar, la fiesta de hoy nos compromete a todos los que desde fuera hemos venido a compartirla con vosotros. Hemos de afrontar nuestra libertad interior mediante nuestra amistad, nuestra visita y nuestro servicio. Hemos de ayudaros a conseguir la libertad exterior apoyando vuestras gestiones, creando una opinión pública sensible a vuestros problemas y contribuyendo a mejorar las leyes y reglamentos que regulan vuestra existencia.

            2.- Pero nuestra Señora de la Merced no es sólo recuerdo y estímulo de libertad. Es también signo de amor comprensivo. Unos frailes vestidos de blanco comenzaron a mirarla con cariño y a hablar de Ella. Su misión era ésta: ofrecerse por la libertad de los prisioneros de guerra y del pillaje. Ellos hacían la “merced” de su libertad para que aquellos prisioneros pudieran ser libres. Así les mostraban su amor. Y es que no se puede trabajar por la libertad de nadie si no se ama de verdad.

            Es difícil en la prisión un “amor comprensivo”. Lo es también fuera de las rejas. Vivimos un ambiente duro que nos conduce más a ser duros que a ser comprensivos y compasivos con nuestros compañeros. “Hay que ser duros para defenderse”, decimos con frecuencia. No, ¡hay que ser firmes, no duros! Si nos volvemos duros nos hacemos daño a nosotros mismos.

            Que Nuestra Señora de la Merced nos haga la “merced” de la libertad y del amor comprensivo.

+ Antonio Dorado Soto,

Obispo de Málaga

Autor: Mons. Antonio Dorado Soto

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