DiócesisHomilías Mons. Dorado

Domingo III de Cuaresma (Roma)

Publicado: 27/02/2005: 1108

Domingo 3º de Cuaresma, ciclo “A”

Roma, año 2005

Éxodo 17, 3-7

1.-“¿Está o no está Dios en medio de nosotros?”Con esta expresión nos ha dicho la Primera Lectura que los israelitas tentaron a Dios y dudaron y protestaron contra Él porque temían morir de sed en el desierto. Se les hacía insoportable la libertad y preferían la esclavitud de Egipto. Olvidan que Dios está en su camino, y la presencia salvadora de Dios, por la fe y la oración de Moisés, se les hace presente en la Roca del Sinaí. El agua que mana de la Roca –que es Dios—es símbolo de la vida y de la gracia.

 

2.- “¿Está o no está Dios en medio de nosotros?”. Es la misma duda que se le presenta a la comunidad cristiana de Roma, (Rom 5, 1-2.5-8), que vive en medio de un ambiente pagano. San Pablo, que había fundado aquella comunidad, les recuerda que “cuando estábamos sin fuerza, incapaces de Paz, de Esperanza y de Amor, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”, y añade: “la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores murió por nosotros”. (Rom 5, 1-8).

 

3.- “¿Está o no está Dios en medio de nosotros?”Es la pregunta que se siguen haciendo los hombres de hoy. En los últimos años han aparecido libros sorprendentes sobre Dios. En los dos que he leído últimamente, titulados “Dictamen sobre Dios” y “La tercera muerte de Dios” llegan a la misma conclusión de que Dios es un “objeto cultural” y que “la ética es el vástago parricida de la religión”. Pero, al mismo tiempo, aparece como noticia en la sociedad lo que durante milenios había sido una evidencia: “que Dios existe”.

Ante el problema del sufrimiento, del hambre, de la muerte de los inocentes y los fundamentalismos religiosos, muchos siguen preguntándonos: “¿Dónde está tu Dios?”

 

4.- El Evangelio de la Samaritana es una espléndida contestación a esa pregunta inquietante en la que tanto se juegan el hombre y la humanidad, porque estoy convencido de que tratar de hacer un mundo sin Dios es hacerlo contra el hombre: Jn 4, 5-46.

El mensaje del Evangelio de la Samaritana puede reducirse a esta expresión: “El hombre busca a Dios y Dios busca al hombre”

La mujer samaritana va al pozo de Jacob en busca del agua para saciar su sed. Pero esa sed física expresaba otras necesidades más hondas. Esa mujer padece una ardiente sed que el amor de cinco maridos no había logrado calmar. En cierto sentido es un símbolo de muchas personas de nuestros países ricos que tienen de todo en abundancia y, sin embargo, se sienten frustradas e insatisfechas.

En realidad, la samaritana –como nosotros-- va buscando un agua que sacie del todo para no volver a tener sed. Y por eso reacciona con interés cuando el desconocido judío, sentado en el brocal del pozo le dice que Él la tiene y que la encontraría “si conociera el don de Dios”. Por eso responde ella: “Señor, dame de esa agua y así no tendré más sed”.

El hombre, a veces sin saberlo, busca a Dios, porque, como diría San Agustín desde su propia experiencia: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

La gran tragedia del hombre contemporáneo que ha sido creado para ser hijo de Dios y vivir la Bienaventuranza del Evangelio, centra sus esfuerzos en almacenar dinero y en saborear placeres. Su gran error es querer ser Dios sin Dios.

5.- El hombre busca a Dios. Pero sobre todo es Dios quien busca al hombre. André Frosard escribió un libro donde cuenta detalladamente su conversión. Lo tituló: “Dios existe, y yo lo he encontrado”. Un título algo pretensioso, porque sin desestimar la importancia de su colaboración en ese encuentro y la diligente búsqueda por su parte, hay que resaltar la primacía y la necesaria intervención de la gracia gratuita de Dios. “Fuiste Tú quien me despertó para que fuera en tu busca”, dice el autor de la “Imitación de Cristo”.

 Fue Dios quien esperaba a la mujer samaritana junto al brocal del pozo, en medio de sus ansias e insatisfacciones. Y así describe San Pablo la experiencia de su encuentro con Cristo: “fui alcanzado por su gracia”.

“No me buscaríais si no me hubierais encontrado ya”. Este famoso testimonio de Pascal pone de manifiesto la iniciativa de la gracia de Dios que nos precede.

6.- Al encontrar a Dios, ¿qué es lo que realmente encuentra el hombre? La Samaritana se ha encontrado consigo misma; ha encontrado su Verdad y ha encontrado el Agua que sacia su sed. Y la hace una mujer evangelizadora que va contando con alegría lo que ha vito y oído.

La Iglesia nos invita hoy, en medio de este desierto, a adorar a Dios en espíritu y en verdad.

“Venid, adoremos al Señor, entremos en su presencia dándole gracias y aclamémosle con cantos en esta peregrinación a Roma, la nueva Jerusalén”.

+ Antonio Dorado Soto,

Obispo de Málaga

Autor: Mons. Antonio Dorado Soto

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