Publicado: 25/12/1999: 1053

Navidad 1999

Misa de medianoche

            1.- “La Navidad de 1999 debe ser para todos una solemnidad radiante de Luz, preludio de una experiencia particularmente profunda de gracia y misericordia divinas, que se prolongará hasta la clausura del Año Jubilar, el día de la Epifanía de Nuestro Señor Jesucristo, el 6 de enero de 2001. Cada creyente ha de acoger la invitación de los ángeles que anuncian incesantemente: `Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor´”.

            Son palabras de Juan Pablo II. Así desea él que vivamos esta fiesta de Navidad que durará todo un año, el Año Jubilar en que conmemoramos los 2000 años de la primera Navidad.

            La Navidad  es una experiencia gozosa de gracia y de misericordia divinas.

            Navidad es el gozo sin límite de saber y sentir que “Dios-está-con-nosotros”.

            2.- Así lo entiende San Pablo: como una “aparición”, “una revelación” de Dios.

  • “Ha aparecido la Bondad de Dios y su Amor a los hombres” (Tit 3, 4-7).
  • “Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres…” (Tit 2, 11-14).

La Navidad es Gracia de Dios y Bondad, amor o misericordia de Dios, como dice el Papa.

Lo importante es que esta verdad de nuestra fe se convierta para nosotros en experiencia: “una experiencia gozosa de gracia y de misericordia”

            3.-  Y es el mismo mensaje que nos transmite el Ángel en el Evangelio de San Lucas: “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”.

            Y esa Buena Noticia es la fuente de la alegría, la gran alegría y al felicidad para todo el pueblo. La Buena Noticia que da respuesta a los anhelos más profundos de los hombres y mujeres de todos los tiempos.

            Éste es el anuncio que durante todo este Año Jubilar queremos que resuene como gozosa noticia para todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, porque Jesucristo, nacido en Belén de la Virgen María, es el mismo ayer, hoy y siempre.

            4.-  El Dios que se nos revela en Jesús, el niño de Belén, no es un Dios distante y extraño, sino un Dios que busca al hombre, que está siempre junto a nosotros y en nosotros. Un Dios humilde que nos gana con la sencillez. Un Dios que es amor. El fondo último de nuestro Dios es el amor. En Jesús se nos revela un Dios que es Padre, que nos da la confianza existencial de que no somos seres inútiles, sino personas dotadas de una dignidad de hijos de Dios que debemos respetar en nosotros mismos y en los demás.

            A través de Jesús se nos muestra no sólo el rostro de un Padre, sino que se nos revela y se nos comunica nuestra vocación de hijos de Dios. Y por eso nuestra espiritualidad debe ser filial y por tanto fraternal.

            5.- ¡Que la Navidad de 1999 sea una experiencia gozosa y particularmente profunda de gracia y de misericordia divina!

            Celebremos con gozo este cumpleaños de Jesús, son 2000 años de presencia entre nosotros. Y con el estupor y la alegría de los pastores y con el cariño de la Madre, anunciemos a todos los hombres durante este Año Jubilar que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Señor, el Salvador del mundo, nuestro hermano y nuestro redentor. Y es el mismo ayer, hoy y siempre.

            “De este modo, el tiempo de Navidad será el corazón palpitante del Año Santo que introducirá en la vida de la Iglesia la abundancia de los dones del Espíritu Santo para una mejor Evangelización”. (IM, nº 6).

+ Antonio Dorado Soto,

Obispo de Málaga

Autor: Mons. Antonio Dorado Soto

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