Publicado: 06/01/1996: 1003

 Epifanía 1996

            Celebramos la fiesta de la Epifanía. Esta palabra griega quiere decir “manifestación espléndida” de lo que está oculto. Sugiere el amanecer de una luz intensa.

            La gran epifanía de Cristo será su glorificación final al fin de los tiempos. Pero ya durante su vida terrena hubo algunas epifanías. Nuestra Liturgia contempla hoy y reproduce la que describe San Mateo en el Evangelio de la Infancia de Jesús.

            Al poner por escrito la gesta de los Magos, San Mateo reflejó la situación de su Iglesia. En contraste con cierta hostilidad de los ambientes judíos, cada día eran más los que, procedentes del paganismo (los alejados), creían en Jesucristo y abrazaban el evangelio.

            Pensando en ellos, Mateo elevó la gesta de aquellos orientales adoradores del Niño a arquetipo y modelo de la Fe de todos los pueblos. Fe generosa y tenaz que, siglo tras siglo, y en todas las naciones, ha constituido y sigue constituyendo la mejor epifanía de Jesucristo en la historia.

            El relato de los Magos y la estrella nos manifiestan que, para el que tiene Fe, todo es signo de Dios. Los pastores de Belén escucharon a un Ángel. A los Magos les fue dado un toque de atención con un fenómeno singular del firmamento: la estrella.

            La Gracia habla al interior de cada hombre en su propio lenguaje. Cuando el espíritu no es rebelde, infinidad de caminos llevan a Belén.

            El Niño, con María su Madre, es el término de todos los caminos del hombre, que, como los Magos, se dejan conducir por la estrella que es la atención a los signos de los tiempos contrastados con la Palabra de Dios.

            Ahí descubrieron una “inmensa alegría”: al adorar a Dios y hacerle entrega de sus vidas.

            “Y volvieron por otro camino”, para indicarnos que, cuando hay un encuentro verdadero con Dios, ya todo es diferente, todo cambia, nada es igual.

            La Epifanía nos habla a nosotros hoy:

  • de la búsqueda de Dios en nuestra vida y del deseo de encontrarnos con Él.
  • nos habla de la necesidad de buscarle en la vida y en la escucha de su palabra.

La Epifanía nos recuerda la necesidad de  salir de nosotros mismos y de nuestra rutina, para ponernos en camino.

            La Epifanía es el recuerdo de que la salvación de Jesucristo es para todo el mundo, para los que están lejos, y de la vocación evangelizadora de la Iglesia: todos los cristianos tenemos que ser “estrellas” que ayuden a descubrir a Jesucristo: anunciarle con obras y con palabras.

            La Epifanía, en fin, nos advierte que el mejor regalo de Reyes es el encuentro con el Señor, con el Niño y María, su Madre.

            Que nos haga sentirnos llamados a la tarea evangelizadora, a ser misioneros.

+ Antonio Dorado Soto,

Obispo de Málaga

Autor: Mons. Antonio Dorado Soto

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