DiócesisHomilías Mons. Dorado

Domingo II de Adviento

Publicado: 10/12/2000: 970

 II Domingo de Adviento

Año 2000

            1.- El tiempo de Adviento es una llamada a centrar la atención en la venida del Señor: “Salir animosos al encuentro del Señor”.

            Los textos que hemos proclamado nos invitan a preparar el corazón para salir a su encuentro.

            Es verdad que Jesús nació en Belén  hace 2000 años, como nos recuerda el Jubileo que estamos celebrando: Cristo ayer”. Y que volverá glorioso al final de los tiempos: “Cristo siempre”. Y entre ambas venidas se desarrolla nuestra historia personal: el Señor quiere venir ahora al corazón de cada uno, “Cristo hoy”.

            2.- El Adviento, en este Segundo Domingo, nos urge a acoger al Señor mediante una sincera conversión, a la que nos llama San Juan Bautista, y que consiste en rectificar el camino, abandonando el pecado y adentrándonos por los senderos que conducen a Dios. Son derroteros de amor, que pasan por el hombre. San Pablo nos lo dice con palabras más concretas: el discípulo de Jesús tiene que poner de manifiesto que su corazón se ha renovado; por eso desecha la mentira, no roba ni calumnia, no odia y no se deja llevar por la violencia. Al contrario, comparte los bienes, habla con verdad, es persona entrañable y sabe perdonar. Y vive como un hijo de la luz que se caracteriza por la bondad, la verdad y la justicia.

            Tal es el sentido profundo de la peregrinación jubilar: nos hemos puesto en camino hacia la casa del Padre. Y hay que continuar con ánimo y constancia ese camino emprendido. Como ha dicho el Papa, la peregrinación “evoca el camino personal del creyente siguiendo las huellas del Redentor: Es ejercicio de ascesis laboriosa, de arrepentimiento por las debilidades humanas, de constante vigilancia de la propia fragilidad y de preparación interior a la conversión del corazón. Mediante la vela, el ayuno y la oración, el peregrino avanza por el camino de la perfección cristiana, esforzándose en llegar, con la ayuda de la gracia de Dios, al estado del hombre perfecto, a la madurez de la plenitud en Cristo” (IM, 7).

            Este tiempo de Adviento tiene que servirnos para buscar aquellos medios que hagan posible nuestra perseverancia en la conversión comenzada. Entre otros sugiero la importancia de buscar un director espiritual o acompañante en la fe, de intensificar la vida de oración, de insertarse más activamente en los grupos y en las tareas parroquiales, de iniciar el catecumenado de adultos o de asociarse a un movimiento apostólico.

            La fe cristiana se vive y se cultiva en comunidad. Y el tiempo de Adviento nos llama a consolidad la peregrinación emprendida, a continuar animosos al encuentro del Señor.

+ Antonio Dorado Soto,

Obispo de Málaga

Autor: Mons. Antonio Dorado Soto

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