DiócesisHomilías Mons. Dorado Ordenación presbiteral de Juan Jesús Joyera (Archidona) Publicado: 20/10/1995: 993 Queridos sacerdotes; querido Juan Jesús, familiares y feligreses de Archidona; queridos seminaristas y amigos de Juan Jesús. 1.- La ordenación de un presbítero es una fiesta grande y alegre para la Iglesia, porque un cura, como dice San Pablo, es un tesoro de Dios, aunque sea en vasos de arcilla. La ordenación de Juan Jesús es hoy para nosotros el acontecimiento eclesial más importante. Reunirnos con él en torno a Jesucristo, dar gracias al Padre por el regalo de un nuevo sacerdote, pedir al Espíritu Santo que lo impregne y lo llene de fuerza y alegría, es lo más grato y decisivo que podemos hacer esta tarde. 2.- Las lecturas de la Palabra de Dios nos hacen comprender el sentido de este gozoso acontecimiento. Nos ayudan a leer la vocación de Juan Jesús como la del profeta Isaías. Ser cura no es una profesión que se hereda, ni una forma de ganarse la vida, sino la respuesta a una llamada amorosa del Señor. No somos curas por presión, ni por ambición, ni por simple voluntad de servicio, ni por pura ansia de mejorar la sociedad. Juan Jesús se hace cura porque ama con todo su corazón y con toda el alma a Jesucristo y quiere prestarle su humanidad entera para que Él hable, actúe, goce y sufra en su comunidad, que es la Iglesia. 3.- San Pablo, en la Segunda Lectura, pone de relieve la dimensión de gracia que tiene el ministerio del cura –‟no hagas estéril el don que posees‶– y, en consecuencia, la actitud básica de gratuidad y de agradecimiento que forma parte importante de la espiritualidad sacerdotal. Acción de gracias que ha de referirse primero a Dios, de quien procede todo, y que se transforma después en entrega gratuita de la vida por el Evangelio, pues hemos de dar gratis lo que gratis hemos recibido, siendo un modelo de vida cristiana ‟para los creyentes, por tu palabra, tu conducta, tu caridad, tu fe y tu pureza‶. 4.- Pero es el texto del Evangelio de San Juan, que hemos proclamado, el que contiene los elementos más adecuados para hacernos comprender lo que estamos celebrando y lo que significa ser cura. El ministerio sacerdotal se expresa con diferentes denominaciones e imágenes: apóstol, profeta, evangelizador, pescador de hombres, maestro y educador, ... Pero la imagen del Pastor es una de las más expresivas, tanto por su frecuente uso en toda la Sagrada Escritura, como por el hecho de que con esa imagen se ha identificado el Señor y nos ha revelado su naturaleza y su misión. Con razón, la Iglesia de nuestro Seminario Diocesano está presidida por la imagen de un Pastor –Jesucristo– encuadrada en el marco de una Cruz, y con esta leyenda: ‟Pastor Bueno, haznos buenos pastores, dispuestos a dar la vida por las ovejas‶. La primera característica del Buen Pastor, y la fundamental, es el ‟dar la vida por las ovejas‶. O, lo que es lo mismo, la total consagración a la misión pastoral y la actitud permanente de servicio y de sacrificio hasta dar la vida por amor a la gente. El segundo rasgo que se destaca es el hecho de conocer a las ovejas y de que los fieles le conozcan. Esto supone: presencia en el pueblo, cercanía a la gente, actitud de diálogo, mirada de fe para descubrir los signos de la gracia y los signos del pecado. Que la gente pueda decir con verdad: nuestro cura nos quiere mucho. El tercer rasgo es la figura del Buen Pastor que aparece en San Juan, es la preocupación por los alejados y la búsqueda de la unidad: una comunidad de fe y de amor. En resumen: ser cura, a la luz e la imagen del Buen Pastor: - es un encargo de Cristo Buen Pastor: ‟apacienta mis ovejas‶. - un don del Señor Resucitado a su Iglesia. - una misión conferida por el Espíritu Santo. Y comporta tener las mismas actitudes de Cristo, Buen Pastor: - amar al pueblo, adquirido por la sangre de Crisrto. - vigilancia y solicitud por el bien de la gente: con buena doctrina y Sacramentos. - sacrificio. - desprendimiento y pobreza. - humildad, sin autoritarismos. - ser modelo del pueblo. La recompensa del sacerdote es la vida eterna. ‟Y cuando aparezca el mayoral recibiréis la corona de gloria que no se marchita‶. No quiero terminar sin felicitar a tu familia, que tan contenta está de que seas cura. Sin alentar a los seminaristas a que sigan acogiendo esta gracia y preparándose. Sin alegrarme con tus formadores y reconocer públicamente la gratitud de la Iglesia hacia ellos. Y sin invitar a los jóvenes a que tomen a pecho la llamada que puede significar para ellos esta ordenación. ¡Ojalá! que no falten algunos que sientan la llamada de Jesús para emplear la vida generosamente en esta tarea preciosa de ayudar a los demás a conocerle y a encontrar en Él el camino de la dignidad personal, de la felicidad verdadera y de la salvación eterna. + Antonio Dorado Obispo de Málaga Autor: Mons. Antonio Dorado Soto Más artículos de: Homilías Mons. Dorado Fiesta de Santa Mª de la VictoriaNavidad 1993: Dios con nosotros Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir