DiócesisHomilías Mons. Dorado Fiesta de la Inmaculada Publicado: 08/12/2003: 971 1.- El pueblo cristiano ha sentido siempre esta Fiesta de la Inmaculada Concepción de María como algo muy cercano y muy profundo. En ella intuimos la respuesta a muchos interrogantes, el consuelo de muchos fracasos y el fundamento de muchas esperanzas. Su figura resplandeciente, libre de todo pecado, es para nosotros un hermoso ideal de vida, una fuente de consuelo, un motivo firme para luchar contra el poder del mal, ante todo dentro de nosotros mismos, y a la vez en nuestras actuaciones y en el tejido real de la vida social. Os invito a penetrar en el imponente mensaje de esta fiesta. 2.- La fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen mMaría proclama estas tres cosas: a). Los males del mundo vienen de dentro de nosotros mismos, de las perversiones y deficiencias de nuestra libertad, de la desconfianza contra Dios y del sometimiento a los egoísmos. Aunque todos queramos aparecer como inocentes, todos somos pecadores, hacemos cosas mal hechas y dejamos de hacer cosas buenas posibles. Dios no quiere el mal ni el sufrimiento. El mundo lo estropeamos nosotros con nuestros pecados. b). Este mundo nuestro sólo mejoraría definitivamente por el camino de la conversión del corazón, del cambio de sentimientos y de vida de cada uno de nosotros. Todo iría definitivamente mejor si los hombres y mujeres tomáramos más en serio nuestra rectitud moral. Muchos problemas que sólo abordamos en sus aspectos técnicos o sociales (paro, terrorismo, pobreza, guerras, marginación), son el resultado de nuestros fallos morales, que a la larga y a la corta producen injusticias, tensiones, amarguras y conflictos. c). La necesaria renovación interior nos la da Dios en cuanto nos acercamos a Él con humildad y sinceridad. Dios justifica y transforma interiormente a quien le invoca de corazón. Esa justicia interior que viene de Dios no se puede suplir de ninguna otra forma. 3.- Todo esto, y más, es el mensaje actual, para personas adultas, de la Virgen Inmaculada. Ella nos gana el corazón porque es la mujer limpia, santa, generosa y fuerte, libre de todo pecado, que caminó siempre por el camino de la voluntad de Dios, pegada a las palabras y a los ejemplos de su Hijo Jesucristo, enteramente entregada al amor y a la misericordia. Pero, antes que nada, fue la mujer elegida por Dios, preservada el pecado, santificada desde el inicio de su vida para que fuese digna Madre de Cristo. En Ella aparece la posibilidad real de una vida humana limpia y atrayente, transfigurada por la belleza de la bondad y la vida eterna de Dios. Situada en medio del Adviento, esta Fiesta de la Virgen es fundamento de nuestra esperanza. Si confiamos en Dios y nos apoyamos en Él podemos estar seguros de vencer en el mundo y en nosotros la fuerza del pecado que todo lo mancha y lo descompone. Otras instituciones y otras actividades tratan de construir o mejorar el mundo con otros instrumentos. Nosotros tenemos que llegar hasta cambiar el corazón de las personas, con alla fuerza del Espíritu de Dios y por medio de su Palabra, con la oración y la penitencia. Por otra parte, eso que esperamos es una vida limpia, amable, hermosa, como es limpia, hermosa y amable la Virgen Inmaculada, inicio y anticipo de la nueva humanidad hecha por Dios a partir de ese nuevo principio de humanidad que es Jesucristo. 4.- Renovemos en nuestro corazón la admiración y el amor a la Virgen mMaría. Pongamos nuestra vida bajo su protección. Pidámosle que nos ayude a entrar con fuerza por el camino de la vida cristiana, libres de pecado y recreados por la fuerza del Espíritu de Dios. Autor: Mons. Antonio Dorado Soto Más artículos de: Homilías Mons. Dorado En el 150 aniversario de la proclamación del dogma de la InmaculadaFiesta de la Inmaculada en el Seminario Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir