DiócesisHomilías Mons. Dorado

Fiesta de la Inmaculada

Publicado: 08/12/2000: 1005

1.- "Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha

bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y
celestiales" (Ef 1, 3).

Éste ha sido, queridos hermanos, el contenido de la gran plegaria de alabanza
y de acción de gracias a Dios que la Iglesia ha cantado con alegría durante este Año
Jubilar dedicado a celebrar los 2.000 años del Nacimiento del Señor.

Una plegaria de alabanza y de acción de gracias por el don de la Encarnación
del Hijo de Dios y de la redención realizada por Él.

El Papa Juan Pablo II concluye la Bula de Convocación de este gran Jubileo del
año 2000 con estas palabras:

"La alegría jubilar no sería completa si la mirada no se dirigiese a aquella que,
obediente totalmente al Padre, engendró para nosotros en la carne al Hijo de Dios",
14).

En estas últimas semanas del Año Jubilar en las que los cristianos queremos
seguir "cantando al Señor un cántico nuevo y aclamando su nombre porque ha hecho
maravillas en nosotros", la Iglesia sitúa la fiesta de la Inmaculada Concepción de María,
la mujer que ha desempeñado el papel único de ser la Madre de Dios, la puerta por la
que el Hijo de Dios entró en nuestra historia humana hace 2.000 años.

Una ocasión propicia para recordar este Año Jubilar con corazón agradecido.
Lo que ha significado y cómo ha influido la Santísima Virgen en la vida de los cristianos
y de la Iglesia durante estos dos mil años.

2.- El culto a la Virgen.

Podemos partir de nuestra experiencia personal e inmediata, que es un reflejo
de lo que ha ocurrido en todos los tiempos.

María, la Madre entrañable, la Virgen sencilla y buena, forma parte de nuestra
historia personal. Entre los recuerdos más profundos de nuestra vida hay siempre una
imagen de María: la Patrona, un cuadro que presidió la intimidad familiar, una medalla
de la que no queremos desprendernos... En nuestra infancia, en esa etapa
apasionante y dura de la adolescencia, en la juventud, en nuestra vida adulta...
aparece con frecuencia la presencia y el recuerdo de María.

Desde su fe sencilla y honda, el pueblo tiene instinto para captar lo esencial.
Sabe que María sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que de Él esperan
con confianza y reciben la salvación. Por ello venera su memoria, consciente de que
la devoción de Virgen "es un elemento cualificador de la genuina piedad de la Iglesia"
(Marialis Cultus, introducción).

Quizá el pueblo fiel no sepa expresar con palabras técnicas y precisas muchas
verdades importantes de la fe de la Iglesia referentes a María, pero es claro que sabe
con el corazón:

* que Ella es la Madre de Dios, la que nos dio a Jesucristo y nos lleva a Él.

* que sigue activamente viva en medio de la Iglesia; y que, por su mediación,
alcanzamos la misericordia y los dones de nuestro Padre Dios.

* que fue la mejor cristiana y la mejor discípula de Jesús; y es para nosotros el
modelo perfecto de lo que significa el seguimiento de Jesucristo y la vida cristiana.

Cuando los cristianos acuden a la Virgen para encontrar esperanza y fortaleza
en sus momentos difíciles y de abatimiento; cuando le manifiestan su gratitud y su
alegría recurriendo a todo tipo de símbolos; cuando ponen bajo su amparo pasos
importantes que van a iniciar en la vida... están confesando con el corazón y con la
vida cosas muy importantes, verdades muy profundas que quizá no sepan formular
bien con sus labios.

3.- La Virgen en la vida de la Iglesia.

La Iglesia ha venerado a la Virgen María, Madre de Dios, con singular
predilección desde los primeros siglos del cristianismo. Y es que la Iglesia tiene una
conciencia muy clara de que la Virgen ha cumplido y cumple una función muy
importante de la Historia de la Salvación. El Concilio Vaticano II lo expresa así en
pocas palabras:

"Concibiendo a Cristo, engendrándolo, padeciendo con su Hijo cuando moría en
la Cruz... cooperó en forma enteramente simpar a la obra del Salvador, con la
obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad, con el fin de restaurar la vida
sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra Madre en el orden de la gracia".

María, como Madre del Señor, acompaña maternalmente el camino de los
hombres. En María, que camina y ha caminado con la Iglesia en estos 2.000 años de
cristianismo acompañándola con su mediación eficaz, la Iglesia ha encontrado una
ayuda, un estímulo y un ejemplo de extraordinario valor para ser fieles al Evangelio y
a la persona de Jesucristo.


4.- Eficacia pastoral del culto a la Virgen.

En el origen de las grandes respuestas pastorales de la Iglesia a través de su
historia, encontramos siempre personas impulsadas por un profundo amor a la Virgen.

Un aspecto característico de la Evangelización en España es su profunda
vinculación a la figura de María: el Pilar, Covadonga, Guadalupe, María del Mar, la
Virgen de la Victoria y del Carmen, ... y los fundadores de las grandes órdenes son sólo
algunos ejemplos muy elocuentes de la influencia de la Virgen en la acción
evangelizadora de la Iglesia.

"Desde hace 2.000 años –dice el Papa–, la Iglesia es la cuna en la que María
coloca a Jesús y lo entrega a la adoración y contemplación de todos los pueblos". (IM,
11).

Por eso, hoy, en esta Fiesta de la Inmaculada del Año Jubilar, en que
celebramos los 2.000 años de la Encarnación de nuestro Señor Jesucristo, que nació
y fue concebido en el seno de la Santísima Virgen por obra y gracia del Espíritu Santo,
queremos elevar una gran plegaria de alabanza y de acción de gracias a Dios por el
gran don de la Virgen María, a la que proclamamos la "llena de gracia" y la "bendita
entre todas las mujeres".

"Oh mujer llena de gracia, sobreabundante de gracia, cuya plenitud
desborda a la creación entera y la hace reverdecer! ¡Oh Virgen bendita,
bendita por encima de todo, por tu bendición queda bendita toda criatura,
no sólo la creación por el Creador, sino también el Creador por la
criatura!

¡Verdaderamente el Señor está contigo, puesto que ha hecho que toda
criatura te debiera tanto como a ´Él! (San Anselmo).

En este Año Jubilar, Virgen Inmaculada, tu pueblo de Málaga vuelve a
proclamarte la "bendita entre todas las mujeres", y da gracias a
Dios por tí.

Autor: Mons. Antonio Dorado Soto

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