Aunque estos días están siendo extraños y complicados, especialmente para tantas familias con escasos recursos, doy cada día gracias a Dios por todo lo que estoy aprendiendo de cada una de ellas y de este momento.

Humanidad, generosidad, entrega y agradecimiento en tantos y tantos rostros que esconden situaciones difíciles y que tanto nos enseñan.

Tengo la inmensa suerte de vivir y compartir mi vocación junto con mi marido Dani. Ambos trabajamos en el Colegio Misioneras y es un regalo poder compartir proyectos, ideas y tantas emociones que florecen cada día en el contacto diario con nuestros niños y niñas y sus familias. La verdad es que dedicamos muchas horas al trabajo, pero lo que recibimos es algo tan grande que tenemos claro que solo puede venir de Dios.

En estos días, también procuramos tener y cuidar momentos para descansar, disfrutar y rezar. Buscamos espacios para parar, poner nuestro día en sus manos y agradecer lo que vivimos, confiando en que pronto todo mejorará y podremos volver a encontrarnos con nuestras familias y amigos.

A pesar de escuchar cada día tantas noticias desalentadoras, el confinamiento está siendo un regalo en nuestro matrimonio. Dani y yo estamos viviendo el embarazo de nuestro primer hijo en casa, con tiempo para disfrutar de cada momento y vivirlo con tranquilidad. Por ello, damos cada día gracias a Dios.