De estos “cubillos” destaca el contraste entre las partes altas y las bajas. Mientras el nivel inferior se construyó en el siglo XVI simulando las austeras torres que enmarcan las puertas de una muralla, las partes altas se levantaron el siglo XVIII abriéndose al exterior con grandes ventanales y generosos balcones donde proliferan alegres motivos ornamentales.

En la primavera del año 2012 descubrimos que en el cubillo oeste de la Puerta de las Cadenas y por debajo de la cornisa que separa estos dos niveles existía una pequeña ventana que no se correspondían con ningún espacio conocido. Investigando sobre la  posible existencia de una cámara secreta descubrimos bajo una escalera de caracol un pequeño hueco tapiado con ladrillo. Tras desmontar este pequeño murete descubrimos una estrecha galería, en la que nos introducimos sin dilación y por la que reptando llegamos a una escalera que descendía a un nivel inferior.  La emoción nos sobrecogió cuando descubrimos un impresionante espacio cubierto por una bóveda de arcos cruzados nunca vista en otro espacio de nuestra Catedral. Vivimos sin duda una de aquellas aventuras propias de las películas de Indiana Jones que aún nos hacen sentirnos como niños.

Desde el punto de vista de la arquitectura el descubrimiento era importante, nos ayudaba a comprender cómo aquellos valientes arquitectos del siglo XVIII dieron más de un golpe de timón en la configuración del templo en aras de alcanzar los ideales del barroco. Días después descubrimos que en el cubillo oeste de la Puerta del Sol existía una ventana idéntica, que sin duda alberga un espacio de similares características al que nunca pudimos acceder. En su interior guarda un tesoro nunca visto que sin duda ayudará a quienes lo descubran a comprender un poco mejor el singular proceso constructivo de nuestra Catedral.

Juan Manuel Sánchez La Chica