Había nacido en Burdeos (Francia) en el seno de una familia burguesa. Desde joven se sintió atraído por la sencillez de vida de una Congregación joven por entonces: los Hermanos de Jesús (Foucauld). Su primera experiencia de vida como obrero viviendo con otros hermanos en un corralón de una gran ciudad del norte de Francia le marcó para siempre.

Era un hombre sencillo, que se escabullía de los grandes encuentros y buscaba un encuentro personal, un tú a tú en el que se entregaba con toda su generosidad y con todo su corazón. Su gran sordera y su enorme timidez hicieron que algunos se encontraran chocados por su carácter arisco, por su humor desconcertante… pero era siempre de una disponibilidad sin límites y de una acogida sin mesura con cualquiera que le solicitara un servicio, ya fuera un amigo fiel como un migrante, alguien que se encontrara por la calle, la gente que visitaba en la cárcel…; los más abandonados fueron siempre sus predilectos.

Hasta el último momento fue un hombre de una fe profunda, hombre de oración cotidiana en largos momentos de silencio, lector asiduo de la Palabra que leía y releía sin descanso. Su búsqueda no fue siempre ortodoxa, pero sí valiente y honesta. Sus ojos siempre estuvieron fijos en Jesús. Toda una historia de amor, tejida en el silencio y en lo cotidiano, entre él y Jesús. Ese fue su secreto y el regalo que nos deja.

Descanse en paz

Hno. Paco Muñoz