Comentario en texto al Evangelio de Manuel Jiménez Barcenas

El sacerdote y profesor de los centros teológicos diocesanos Manuel Jiménez Bárcenas invita a profundizar en el Evangelio de este domingo II de Cuaresma, (Lc 9, 28b-36).
«Yo no sé explicarlo, pero lo que he sentido es algo extraordinario, algo que no se puede expresar con palabras; hay que vivirlo». Muchas veces oímos, o incluso nosotros mismos pronunciamos, estas frases para comunicar que hemos tenido una experiencia espiritual, de conexión con Dios, a la que no sabemos ponerle nombre. No somos los únicos. El mismo Pedro remite a su experiencia sensorial para fundamentar su vivencia del Evangelio y la tarea de transmitirlo: «No nos fundábamos en fábulas fantasiosas cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino en que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Porque él recibió de Dios Padre honor y gloria cuando desde la sublime Gloria se le transmitió aquella voz: “Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido”. Y esta misma voz, transmitida desde el cielo, es la que nosotros oímos estando con él en la montaña sagrada» (2 Pe 1,16-18). Las palabras
se quedan cortas cuando queremos expresar el encuentro con el Señor, por eso debemos dejar que sean nuestros actos los que hablen. No es cuestión de hacer tres tiendas para evadirnos del mundo, sino espabilarnos para contemplar la gloria de Dios. Desde esta contemplación, en actitud orante, sentiremos que tenemos que ponernos manos a la obra en la transformación de nuestro entorno según el mismo mandato que recibieron los apóstoles en el Tabor: «Escuchadlo».