La sabiduría cristiana ha sido revelada a la gente sencilla. Quienes han recibido el don que viene de lo alto han sido bendecidos. Algo que compromete a algo tan bello como es dar a conocer a Cristo y su Evangelio de forma limpia y clara. El Concilio Vaticano II exhorta a los cristianos a actuar como fermento y como alma de la sociedad que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios. Una tarea a la que todos los cristianos estamos llamados reconociendo que quien marca la dirección es el Señor. Una labor que podemos realizar aprendiendo de manera sencilla del corazón manso y humilde del Señor. En él encontraremos nuestro descanso para el trajín diario.