Vida Diocesana

Tópicos perversos

Publicado: 15/01/2016: 1026

Las palabras son mensajeras de una información que, definiendo una intencionalidad,  pueden ser interpretadas de diversas maneras dependiendo de la persona y sus circunstancias, y por lo tanto poseen la capacidad de dirigir su conducta. En las drogodependencias  existen temas opinables, y  todas la opiniones deber ser respetadas, pero también nos encontramos con verdades científicas y no está sujetas a opiniones sino a refutaciones argumentadas. Por eso es importante evitar el peligro de las  relativizaciones que es el mecanismo de contaminar la verdad para justificar la ignorancia.

Y es que sucede, con cierta frecuencia, que una frase sin fundamento y con identidad de sofisma se convierte en un axioma con categoría de verdad  si es repetida de manera sistemática, y especialmente si la manifiestan autoridades o líderes de opinión, y así se asumen mensajes erróneos que condicionan una adicción. La sociedad se encuentra cansada de opiniones y quiere verdades, por eso se considera la información objetiva y científica como un selectivo instrumento para la prevención de las drogodependencias.

Y así nos encontramos con mensajes espurios que son necesarios discernir, como
1º) Casi nadie sale de la droga: esta frase actúa como refuerzo negativo, pues el enfermo se pregunta "¿cómo voy yo a salir si estoy tan enganchado?", y es fácil que la primera consecuencia sea el secuestro de muchas motivaciones e ilusiones  que constituyen motores terapéuticos importantes. Y lo que se piensa como imposible, ni se intenta abordar, y sucede como el águila que fue sacada de su nido recién salida del huevo, y criada en un gallinero, se pasó toda su vida suspirando y deseando volar como lo hacían las águilas que sobrevolaban el corral: ignoraba que también ella lo era y que sólo necesitaba conocer la verdad para echarse a volar. Muchas veces las personas no ejercen de águila porque no saben que los son, y así nos limitamos a nosotros mismos: y porque no sabían que era imposible, lo hicieron.

2.- Los drogadictos son todos unos viciosos. Esta afirmación es dañina en la forma y maligna en su esencia, y no sólo por su generalización, sino porque ya no se discute que son enfermos, es decir persona que padecen una enfermedad, que se iniciaron en ella, en muchos casos, sin saber qué hacían, y que su consumo, de forma progresiva, le  fue alterando funciones cerebrales que, hipotecando su autonomía como persona, la esclavizaron en su conducta. Como enfermo tiene derecho y necesidad de recibir el tratamiento más adecuado.

3.- No se quitan de la droga porque no quieren. Pero, ¿podemos pensar que una persona joven desee estropear  salud, familia, amigos, futuro y  economía? Porque la droga puede ser que, en un primer periodo, activa estados alterados de conciencia que vividos como gratificantes inducen a la repetición de su consumo, pero es una parca luna de miel y, en poco tiempo, la droga apenas evita que los sistemas cerebrales protesten con el síndrome de abstinencia, a la vez que  las experiencias positivas se convierten en una remota experiencia. La dictadura bioquímica cerebral que implanta la droga, es una fábrica de frustraciones y conflictos que le llevan a situaciones límites que le motivan y le hacen anhelar con todas sus fuerzas abandonar el consumo.

4.- Los drogadictos siempre vuelven a la droga. El fenómeno de la recaída pertenece a la misma evolución de la enfermedad y no supone, generalmente, una vuelta atrás, sino que representa una señal  que nos indica que aún el enfermo no está totalmente recuperado y que se deber seguir superando los factores de riesgo causante de ese consumo. Nos avisa que esa persona sigue en una convalecencia y por lo tanto necesita ayuda. Tampoco le podemos pedir de manera rápida la recuperación de una patología que es de larga duración; bastante tienen con soportar la enfermedad y sus consecuencias. En todo caso, de las drogodependencias no se sale celebrando victorias, sino superando dificultades, por lo tanto importa más saber levantarse que caerse, porque al vencer los obstáculos, la persona tiene la ocasión potenciar sus capacidades cerebrales presentes, activar las latentes y descubrir otras nuevas, que en muchos casos, aportando claridades y alumbrando y difuminando sombras y temores, son singularmente terapéuticas.

Ser profeta de venturas con palabras discernidas y valoradas previamente como buenas y rentables para abordar una patología, tiene la potencialidad de despertar una esperanza argumentada, que es el más poderoso motor para, movilizando los recursos internos de la mente, le señale un proyecto de futuro que es garantía de su recuperación social, familiar y personal.


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