En general, el sentimiento de admiración al comprobar cómo la Iglesia puede perdonar los pecados extraordinariamente, me provoca otro sentimiento de responsabilidad: si puede, debe perdonar de modo ordinario; no debe no perdonar. «Todo y siempre», dice el Papa. Ahora me embargan unos sentimientos de alegría, humildad y agradecimiento a la Iglesia y al Papa por permitirme, como Misionero de la Misericordia, alargar un poco más los brazos del Padre de la parábola para llevar a todos su entrañable misericordia.

Alejandro Pérez Verdugo, Misionero de la Misericordia